He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

miércoles, 6 de mayo de 2015

Zweig y Montaigne

Hay escritores, pocos, que son accesibles a cualquier persona de cualquier edad y en cualquier época de la vida -Homero, Shakespeare, Goethe, Balzac, Tolstoi-, y hay otros que sólo despliegan todo su significado en un momento determinado. Entre estos últimos se encuentra Montaigne. No se puede ser demasiado joven, ni tampoco carecer de experiencia y desengaños, para poder apreciarlo como es debido, y su pensamiento libre e imperturbable es aún más beneficioso cuando se muestra a una generación que, como la nuestra, ha sido arrojada por el destino a  una catarata mundial de proporciones catastróficas. Sólo aquel que tiene que vivir en su alma estremecida una época que, con la guerra, la violencia y las ideologías tiránicas, amenaza la vida del individuo y, en esta vida, su más preciosa esencia, la libertad individual, sabe cuánto coraje, cuánta honradez y decisión se requiere para permanecer fiel a su yo más íntimo en estos tiempos de locura gregaria, y sabe que nada en el mundo es más difícil y problemático que conservar impoluta la independencia intelectual y moral en medio de una catástrofe de masas. Sólo cuando uno mismo haya desesperado y dudado de la razón y de la dignidad humanas, puede alabar como una proeza el hecho de que un individuo se mantenga ejemplarmente íntegro en medio de un caos mundial.

Durante el fin de semana pasado he leído la biografía de Michel de Montaigne [1533-1592] que escribió Stefan Zweig [1881-1942]. Este texto es el inicio del primer capítulo.
Es un libro extraordinario por muchos motivos: por cómo está escrito; por el orden que sigue al tocar los diferentes temas que el autor considera fundamentales para entender a Montaigne: su familia, su educación, su retiro, los ensayos, su viaje, etc.; por la brevedad y el acierto con los que es capaz de tocar todos esos temas...
Y sobre todo porque en apenas cien páginas logra dar una idea muy precisa sobre la vida de Montaigne, sobre el entorno convulso de la Francia del siglo XVI en el que vivió, y sobre las inquietantes similitudes que Zweig encontraba entre la época en la que vivió el francés y la que a él mismo le estaba tocando vivir mientras escribía en plena guerra mundial. [De hecho el libro está inacabado porque Zweig, ante las noticias que llegaban de Europa mientras huía a Brasil, se quitó la vida antes de darlo por terminado.]
Este librito es una excelente forma de acercarse a la figura de Montaigne y conseguir una muy buena visión general sobre su vida y su obra. Absolutamente recomendable.

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