He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]
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domingo, 17 de mayo de 2015

¿Qué hay en una cabeza que no lee?

Hace años que me intriga saber qué hay exactamente en la cabeza de una persona que no lee. ¿En qué se apoya un cerebro así para perdurar en el tiempo y sobrellevar las 24 horas del día, durante una existencia entera? ¿De qué están hechos sus muros? ¿Cómo se alimenta? Una vez le escuché decir a Fernando Savater que la cabeza de alguien que no lee, o que apenas lee, debe ser algo muy parecido a "un desván vacío", en el que en silencio y lentamente se deposita un polvo espeso y anochecido. Tal vez.
Existe una carta de Kafka a Max Brod en la que el autor de La metamorfosis golpea aún más duro y mejor, cuando observa que "Si el libro que estamos leyendo no nos espabila de un mazazo en la cabeza, ¿para qué lo leemos? [...] Necesitamos que los libros nos afecten igual que una catástrofe, que nos duelan en lo más hondo, como la muerte de alguien a quien queremos más que a nuestra propia vida, como ser desterrados a un bosque alejados de todos, como un suicidio. Un libro debe ser el hacha para el mar helado de nuestro interior". Kafka, como Savater muchos años después, asimila un cerebro sin lecturas a un lugar frío, inhóspito, alumbrado por una luz mortecina.

Fantástico el artículo de Juan Tallón [1975- ] que encontré hace unos días en su blog.
Merece la pena leerlo entero...