He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

martes, 16 de agosto de 2016

Leer con un lápiz en la mano

Leer un libro para hacerse una idea sobre su calidad es una forma de leer distinta de la que tiene por objetivo el disfrute, la identificación o la ampliación de la imaginación. Se trata de una forma de leer que sin querer se transforma en escribir, pues se hacen constar en el margen o en una hoja aparte notas y comentarios. Leer se convierte en una acción: quien lee de esta manera responde al texto, es su beneficiario, pero posiblemente también su rival. Este lector compara lo leído con otras cosas leídas, lo clasifica, lo destaca, lo rectifica, lo juzga, lo ensalza, tal vez lo condene. Por así decirlo, de ese modo leer pierde su inocencia. Sin embargo, como ilustran el ejemplo del erudito o el del monje, esta manera de leer, que establece con el texto una relación recíproca de pregunta y respuesta, tiene una larga historia, que se remonta más atrás incluso que a la lectura inocente, voraz. Del crítico literario George Steiner es la aguda observación de que un intelectual es simplemente "alguien, ya sea hombre o mujer, que lee un libro con un lápiz en la mano".

De Mujeres y libros [2013] de Stefan Bollmann [1958- ].

1 comentario:

  1. ...porque yo soy uno de esos lectores impertinentes que siempre lee con un lápiz en la mano y que no para de subrayar, de escribir notas en los márgenes, de trazar flechas, de enmarcar palabras, de remitir a otras páginas, de hacer dibujitos mientras se abandona placentera o críticamente a lo que acaba de leer.
    El balcón en invierno, de Luis Landero.

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