He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

lunes, 17 de febrero de 2014

El libro

Estaba leyendo un libro en la cama cuando me pareció que era el libro el que me leía a mí. Me pasa a veces con la televisión, que creo estar viéndola y, de repente, gracias a un guiño que hace la pantalla, descubro el ojo secreto por el que ella me mira. La radio ni la enchufo porque sé que acecha cada uno de mis suspiros. El caso es que, ya digo, estaba descendiendo por las líneas de una página con el cuidado con el que se baja por una escalera extraña cuando advertí que también las palabras que leía me recorrían en dirección al fondo.
Disimulé para que el libro no se diera cuenta de que le había pillado, y continué leyendo, aunque más despacio, para seguir mejor el movimiento de las frases por mi interior. Recorrieron las zonas sociables con la naturalidad con que se recorren las habitaciones de una casa, sólo que mi cuerpo -a diferencia de la mayoría de las viviendas- tiene aposentos en los que habitualmente no entro por educación o miedo, no lo sé. Hay una habitación dentro de mi cuerpo ante cuya puerta paso mil veces al día sin pensar siquiera en asomarme por el ojo de la cerradura. Pero sé que ahí se esconde lo peor y lo mejor de mi vida en un orden sintáctico semejante al que guardan los objetos familiares antiguos en el interior de un desván.
Noté el roce sutil de las frases, y enseguida advertí que no se conformarían con ver los dormitorios y el pasillo porque sentí que manipulaban la cerradura del trastero y se colaban en él por la primera rendija que lograron abrir. Continué leyendo, y ellas continuaron leyéndome. Entonces cerré el libro y me di la vuelta para dormir, pero las palabras se habían quedado dentro, y ahora me leían en voz alta, así que se pasaron la noche hablando de mí. No me enteré de lo que decían porque yo, por mi parte, me había quedado en el interior del libro.

Del libro Articuentos completos, del escritor Juan José Millás [1946- ].

Portada del libro Articuentos completos, de Juan José Millás

Se lo regalé a Elia hace un par de años. Cada vez que bajo a su casa en Madrid lo cojo y leo o releo tres o cuatro articuentos. Un fantástico libro de mesilla de noche, para tenerlo siempre disponible para echarle mano, leer un poquito y volver a dejarlo hasta otra ocasión. Te hace sonreír, reflexionar, es un espejo en el que verte, un motivo para entristecerte o alegrarte, enfadarte... en definitiva, un buen alimento para el cerebro.

***

domingo, 16 de febrero de 2014

Página 2

Acabo de ver el programa Página 2 de hoy. Cada vez me gusta más... fresco, dinámico, divulgativo... y con la intención "desde el principio, de fomentar la lectura, sobre todo en los más jóvenes" como ha dicho al final del programa de hoy Óscar López, que lo dirige y presenta.
Al menos hasta donde yo sé, es el único programa sobre libros que hay en la tele, y ha conseguido dar un gran paso desde los programas aburridos y rancios que hacía (y no sé si sigue haciendo aún) Fernando Sánchez Dragó, en los que salían unos señores muy cerebrudos (y alguna señora, pocas) sentados alrededor de una mesa contando cosas muy serias sobre libros.
Una delicia encontrar que los libros, y hablar sobre ellos, pueden ser divertidos...

viernes, 14 de febrero de 2014

Chocolate amargo

Hace unos 25 años, cuando aún estaba en el grupo scout de mi cole, hice varios cursos para ser monitor de tiempo libre. Entre los diferentes módulos que se podían elegir para completar las horas que se exigían, había uno sobre coeducación e igualdad de género, aunque esa palabra, género, aún no estaba tan extendida como hoy.
Fue la primera vez que asistí a un curso, taller, encuentro, etc. que me permitió organizar un poco ideas que, aunque me parecían de sentido común, aún tenía muy desordenadas: la igualdad de oportunidades, de derechos y de deberes entre hombres y mujeres, el sexismo en los juegos y juguetes o en la publicidad, el lenguaje inclusivo, la coeducación, los roles de género, etc. Aquel fin de semana me marcó muchísimo y me abrió caminos que aún hoy sigo transitando.

Durante esos días nos recomendaron varios libros y uno de ellos, cuyo título por algún motivo he recordado durante todos estos años, fue Chocolate amargo, de la escritora alemana Mirjam Pressler. Ayer lo encontré en la biblioteca del Centro de Humanidades de La Cabrera y lo leí de una sentada después de cenar.
Una novela escrita en 1980, hace ya un tercio de siglo, pero absolutamente vigente en todo lo que cuenta: las dificultades de la adolescencia con la propia imagen y la aceptación en el grupo, los roles dentro de la familia tradicional, la autoridad difícil de cuestionar del padre dentro de esa familia y la frustración de la madre por vivir una vida que no le gusta, la rebeldía adolescente y la rebeldía de mujeres que tratan de librarse de siglos de presión... Un libro muy recomendable no sólo para jóvenes, que es a quien en principio está dirigido, sino también para adultxs.


***

jueves, 13 de febrero de 2014

Los libros tristes

—¿Te gustan los libros tristes?
—Sí, encuentro que para que un libro sea bueno hay que poder llorar por lo menos una vez al leerlo.

De la novela Chocolate amargo, de la escritora alemana Mirjam Pressler [1940-2019].

Miriam Pressler bei einer Lesung im Anne Frank Zentrum, 2012 - Scott-Hendryk Dillan
Mirjam Pressler

Actualización [mayo de 2020]: Revisando y actualizando mi blog me encuentro con que Mirjam Pressler murió hace algo más de un año. Sit tibi terra levis...

***

miércoles, 12 de febrero de 2014

Para empezar... Cortázar

Hace tiempo que tengo ganas de hacer un blog en el que hablar de libros y literatura, de lo que me gusta leer y escribir...
Podría haberlo iniciado hace un mes o dos o la semana que viene, pero hoy puede ser un buen día como otro cualquiera, con el interés añadido de que precisamente hoy, 12 de febrero, hace 30 años de la muerte en París de Julio Cortázar, uno de los más grandes. Y esos años deben ser también, más o menos, los que hace que sus libros, sus novelas y sus cuentos, me acompañan.


Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u  ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Julio Cortázar con su gato y su cámara fotográfica
Julio Cortázar [1914-1984]

***