He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Futuros lectoras y lectores

Esta foto me la mandó mi amigo Sergio hace unos días. La encontró en la Casa del Lector en Madrid.

martes, 29 de noviembre de 2016

El bolso

Mi asiento es uno de esos que hay al principio del vagón y que comparte mesa con otros tres. Mientras envío unos guasaps despidiéndome de unos y avisando a otros de que vuelvo a casa, he sacado el ordenador para aprovechar el viaje. El fin de semana familiar ha sido agotador, estoy muerto, pero tengo que preparar mis clases de mañana y terminar mis deberes para el taller de escritura de esta tarde.
Ha subido al vagón una chica muy joven. Lleva el pelo recogido en un moño dejando el cuello al aire y un pantalón azul de cuadros. Se ha sentado frente a mí, nos hemos dado los buenos días y se ha puesto a mirar su móvil.
Oigo a mi espalda la voz de una mujer mayor que se acerca preguntando por el asiento 8C. El mío es el 8D. La señora le habla al vagón, a todo el mundo y a nadie, con una voz cortante, metálica. Levanto la vista hacia la chica. Ella también levanta la vista de su móvil y mira a la señora. Por la puerta que tengo enfrente entra un hombre calvo, con gafas. Tiene más o menos mi edad. La señora y él se han juntado en el pasillo. Ella es delgada y alta. Tiene el pelo ligeramente morado y aspecto frágil. Su cuerpo y la ropa juvenil que lleva le hacen parecer algo más joven de lo que debe ser realmente. El hombre le ofrece subir su bolso. Es uno de esos de piel que tienen repetido mil veces el logo de la marca. Ella se lo agradece y lo deja en el suelo. Él coge el asa con una mano y, tras un primer intento, necesita ayudarse con la otra para poder levantarlo.
—No llevará aquí a una persona, ¿no? —le dice mirándonos a la chica y a mí. Ella le sonríe y le da las gracias. Lo ha colocado encima de mí, junto a mi maleta.
Observo las manos de la señora, que ya se ha sentado a mi lado. Son delgadas, muy huesudas, con las uñas perfectamente cortadas y pintadas de rojo. Lleva un par de anillos algo aparatosos para mi gusto, pero muy elegantes. Probablemente muy caros. Oigo al hombre calvo que bromea con la chica diciéndole bajito que no se imagina lo que pesa el bolso de la señora. "De verdad que pesa como un muerto", le dice. Se ríen.
Me vuelvo a mirar por la ventana y pienso en la idea de que esta señora flaquita, que debe andar por los ochenta y muchos, llevara por único equipaje un bolso con el cuerpo de alguien dentro. El bolso no es tan grande, así que si hubiera querido meter un cadáver en él tendría que haberlo troceado muy bien para que entrara. Aún no he pensado en algo que me guste para los deberes que tengo que llevar esta tarde al taller de escritura. Quizá ésto podría ser una buena idea, aunque aún no sé cómo podría desarrollarla. Tengo el ordenador delante, he abierto un archivo nuevo y empiezo a teclear, de momento un poco a lo loco, dejándome llevar, a ver qué sale.
Cuanto más lo pienso más me gusta la idea de un cuento breve en el que una mujer muy mayor, con aspecto muy frágil y el pelo un poquito morado, transporta en tren un cadáver oportunamente descuartizado y metido en un bolso de viaje. Parece algo descabellado, con un punto de humor negro, en ese límite entre lo posible y lo verosímil del que hablamos en el taller de escritura de vez en cuando.
Tecleo. Me desconcentra un poco el paisaje. Ha llovido muchísimo estos días, pero al salir el cielo parecía medio despejado, precioso a estas horas de la mañana. De vez en cuando miro a la chica del pantalón de cuadros, al hombre calvo, miro las manos de la señora a mi lado, miro los bolsos y las maletas que hay en la repisa, sobre nuestras cabezas. Ahora vuelve a llover con fuerza, tanto que no se ve nada a unos cuantos metros del tren. El hombre calvo le ha vuelto a decir algo a la chica del pantalón de cuadros mirando de nuevo a la señora. Sonríen. Ha hablado tan bajito que no he podido oír lo que le ha dicho.
Acabo de sentir algo que me ha caído en la cara. Una gota. Me toco y me miro los dedos. No es agua.Tampoco es sangre, creo. No sé qué es. Miro hacia arriba, al bolso de la señora, y cae otra gota más. Ésta sobre el teclado del ordenador en el que escribo.
El hombre calvo me mira. Y la chica. Ya no sonríen.

Madrid, noviembre de 2016.

Licencia Creative Commons
El bolso por Román J. Navarro Carrasco se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Frentes abiertos

¡Seguimos! 

domingo, 27 de noviembre de 2016

sábado, 26 de noviembre de 2016

Haiku

Revisando estos días los haiku de Yosa Buson [1716-1784] para utilizarlos en mis talleres de fotografía...

viernes, 25 de noviembre de 2016

Jurado

Hace unos días conté aquí que han contactado conmigo para proponerme si quería participar como jurado en un concurso de cuentos que se organiza desde uno de los ayuntamientos de la sierra. Hoy, aprovechando que tenía unas cuantas horas en tren para venir hasta Algeciras (para celebrar cumples familiares) he leído 85 relatitos de una sentada. El miércoles nos reunimos para decidir quién se lleva los premios... No me había visto en una como ésta y, aunque es un concurso pequeñito, está siendo una experiencia interesante ver lo que manda la gente, cómo lo manda, qué tipo de relatos hay, etc.

jueves, 24 de noviembre de 2016

gente que lee (119)

Amigxs que leen: ésta es la otra foto (la primera, ayer) que me envió este verano Teresa Rodríguez desde Montreal.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

gente que lee (118)

Amigxs que leen: durante el verano pasado Teresa Rodríguez me envió varias fotos chulas y refrescantes de gente leyendo en algún lugar de Montreal...
Esta es una de ellas. La otra, mañana.

martes, 22 de noviembre de 2016

Loquito

Loquito ando estos días arañando tiempos para mis relatos en cadena, para los deberes que nos pone Ángel Zapata en la Escuela de Escritores, para preparar cosas que quiero enviar a concursos y lunas nuevas y más cosas que se me ocurren y que me apetece escribir, y para leerme ochenta y tantos relatitos que tengo pendientes para antes del día 30...

lunes, 21 de noviembre de 2016

Aquella vez

Lucharon sin tregua ni descanso:
hasta el final.

Pero qué más da
quién ganó la guerra
hace cien años.

Ahora 
todos están
igual de muertos.

De Soportar la noche [2015] de David Minayo [1981- ].

domingo, 20 de noviembre de 2016

sábado, 19 de noviembre de 2016

El cuento

Escribir cuentos no es sólo contar una historia. Contar una historia es cosa de antes, cuando los relatos carecían de entidad y misterio, algo que toda creación literaria ambiciona y consigue pocas veces. ¿Qué es el misterio? Es lo que encuentra el lector y no lo puede explicar. El lector sabe que tal o cual relato le ha gustado y, cuando se lo cuenta a su mujer o a un amigo, estos no comprenden porqué. "¿Qué tiene eso de particular?", le dicen. Entonces lo único que puede hacer el segundo para comprender el entusiasmo del primero es leerlo él mismo. El misterio lo traen, a veces, uno o varios ecos. En todo buen cuento deben oírse ecos, como en la vida humana hay ecos que no son aparentes, pero configuran el misterio de cada cual. Los ecos dan consistencia real a los personajes y a las situaciones en que se encuentran.

De A media página [2012], recopilación de mini artículos de Medardo Fraile [1925-2013].

viernes, 18 de noviembre de 2016

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¿Qué decir hoy aquí, después de dos días en las jornadas n'UNDO sobre vacío, sustracción y silencio...?
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jueves, 17 de noviembre de 2016

Jornadas n'UNDO

Ayer y hoy, 16 y 17 de noviembre, se están celebrando en La Casa Encendida de Madrid las jornadas n'UNDO sobre Vacío, sustracción y silencio. Están siendo dos días interesantísimos de reflexión y escucha y diálogo.
Se ha lanzado una propuesta en verkami para publicar en papel todo lo que está pasando aquí. Y ya se puede entrar en la página para ver el proyecto y colaborar:
https://www.verkami.com/projects/16434-libro-vacio-sustraccion-y-silencio-publicacion-en-papel#.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

martes, 15 de noviembre de 2016

Librerías

Ya he hablado aquí alguna vez sobre unlibroaldía, un estupendo blog en el que cada día reseñan algún libro. Un sitio muy interesante y muy, muy recomendable. Este fin de semana pasado, aprovechando la excusa del día de las librerías, han hecho un par de entradas especiales entrevistando a varios libreros: ésta y ésta. Merece la pena echarles un vistazo...

Yo sigo sorprendido de que a pesar de las estadísticas de lectura que hay en España, se siguen abriendo librerías y algunas de ellas, contra todo pronóstico, sobreviven a estos tiempos...

lunes, 14 de noviembre de 2016

domingo, 13 de noviembre de 2016

Concursos

Últimamente llevo un tiempo participando en concursos literarios , enviando algunos de las cosas que escribo a certámenes que encuentro por ahí, escribiendo cada semana a los relatos en cadena de la radio...
Y hace un par de días, ante mi sorpresa, me propusieron ser jurado de uno de ellos....
¡A ver qué tal se me da!
;o)

viernes, 11 de noviembre de 2016

Cohen, Nieva

Acaban de morir Leonard Cohen [1934-2016] y Francisco Nieva [1924-2016].
¡Qué difícil no tener esa fea sensación de que se mueren los buenos y nos quedamos más y más solos...!

miércoles, 9 de noviembre de 2016

domingo, 6 de noviembre de 2016

sábado, 5 de noviembre de 2016

La casa de Asterión

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, III, I

   Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)¹ están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
   El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
   Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos en que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
   No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
   Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

   El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
   –¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo–. El minotauro apenas se defendió.


A Marta Mosquera Eastman.

¹ El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que, en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.


Cuento de Jorge Luis Borges [1899-1986] publicado a finales de los años 40 y basado en la historia mitológica del Minotauro y su laberinto.

viernes, 4 de noviembre de 2016

jueves, 3 de noviembre de 2016

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Una derrota inevitable

Rake le ofreció un coñac. Lars Tobiasson-Svartman se percató de que el oficial llevaba una cinta negra en la manga izquierda.
La mirada de Rake se cruzó con la suya.
–Mi madre ha fallecido. Bajaré a tierra en Kalmar y le cederé el mando al teniente de navío Sundfeldt durante los días en que se celebren el funeral y el entierro.
–Lo acompaño en el sentimiento.
Rake volvió a llenar su copa.
–Mi madre llegó a cumplir ciento dos años –declaró Rake–. Nació en 1812, por lo que, de haber vivido en Francia, podría haber conocido a Napoleón. Su propia madre nació en la década de 1780, aunque no recuerdo en qué año exactamente. En cualquier caso, fue antes de que estallase la Revolución francesa. Cuando tocaba la mano de mi madre, solía pensar que estaba tocando la piel de alguien que, a su vez, había sentido la piel y el aliento de personas que habían nacido en el siglo XVIII. Hay situaciones en las que el tiempo se contrae de un modo casi incomprensible.
»Pero no es fácil llorar la muerte de una persona de ciento dos años. Los diez últimos, ya ni me reconocía. A veces creía que yo era su difunto esposo, es decir, mi propio padre.
»La vejez extrema es una batalla espiritual que se libra en la más absoluta oscuridad. Una batalla campal que conduce a una derrota inevitable. Ante las tinieblas y la humillación de la vejez, las religiones nunca han sabido brindarnos ningún consuelo, y tampoco una explicación.
»Sin embargo, también para una persona de ciento dos años de edad, la muerte puede presentarse de forma inesperada. Por curioso que parezca, la muerte, llegue cuando llegue, siempre es inoportuna. En el caso de mi madre, pese a que sus facultades estaban muy mermadas, su deseo de vivir era inmenso. Y, aunque era tan anciana, no deseaba morir.

De la novela Profundidades [2005] de Henning Mankell [1948-2015].

martes, 1 de noviembre de 2016