He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

sábado, 31 de octubre de 2015

gente que lee (61)

Muchacha leyendo una carta [1657], óleo pintado por Johannes Vermeer [1632-1675], pintor flamenco de cuyo nacimiento se cumplen hoy 383 años.

viernes, 30 de octubre de 2015

Aquí me tienes

-Está bien. Aquí me tienes, para lo que sea y cuando sea, ya lo sabes. Y si hay que matar a alguien, se le mata. Como no fumo ni me drogo, me basta con que me lleves de vez en cuando libros al talego.

De la novela Los cuerpos extraños [2014] de la serie de lxs guardias civiles Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva [1966].

jueves, 29 de octubre de 2015

Asimilando...

Hace ya algo más de una semana que regresé de Albarracín.
He vuelto, como siempre, con las pilas cargadas, con muchas ideas anotadas y otras muchas por concretar, con la sensación de haber aprendido mucho en esos cuatro días de muchísima gente que sabe mucho, mucho, mucho.
Y no sólo de fotografía.
La foto de grupo es, como siempre, de Josep García.
Cada año me sienta mejor.
El año que viene más.
Y mejor.

miércoles, 28 de octubre de 2015

martes, 27 de octubre de 2015

Naipes

-Tengo noticias para vosotros. Haré como si leyera la Ley de Moisés y vosotros debéis mantener la calma. Ya no existe Austrohungría, a ver si me entendéis lo que quiere decir esto. Este otoño los maestros de escuela no podrán contar con fluidez la historia de nuestro gran imperio, sino que van a tartamudear cada vez que tengan que enseñar a los alumnos por dónde exactamente pasan las fronteras entre Hungría y Checoslovaquia, o explicarles la razón secreta o si, de hecho, ha habido razón alguna para que Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia y Montenegro hayan pasado del puñetero imperio de los Habsburgo al de los Karageorgevich. Los maestros rusos de geografía tendrán que perder la costumbre de hablar de Polonia como de "nuestros territorios occidentales". En los países del Báltico van a bajar las banderas de Rusia, porque hasta los propios rusos están embrollados en largas discusiones sobre si su bandera ha de ser roja o tricolor. Los viejos profesores se estrujarán la sesera cuando les pregunten a qué estado pertenecen el Tirol meridional, Dobrudzha, Siebenbürgen o Galitzia, o en qué país viven los moldavos y los finlandeses. La historia, cual hábil croupier, ha barajado los naipes y los ha repartido una vez más. Todo empieza de nuevo, se reinicia el juego, las apuestas se han hecho y está por ver quién tiene escondido el as en la manga, a quién le tocará un póquer de damas y a quién un triste siete. Es una ley natural: los fuertes se comen a los débiles, pero su apetito suele ser demasiado grande para su capacidad digestiva, por eso les dan diarreas y ardores que se curan con revoluciones. Estas últimas crean el caos y del caos nacen mundos nuevos; ojalá el mundo de mañana nos salga menos cagado que el de ahora. Así, hasta el próximo reparto de naipes, o sea, hasta la próxima guerra. Ésta no va a tardar, los dientes del dragón de la revancha ya están sembrados en el fértil suelo de Europa y darán una buena cosecha, creedme. Sabbat shalom, muchachos. ¡Idos en paz a vuestras casas!

De la novela El Pentateuco de Isaac [1998] del escritor búlgaro Angel Wagenstein [1922- ].

lunes, 26 de octubre de 2015

Por qué no he escrito ninguno de mis libros

Al lector

Las primeras líneas de un libro son las más importantes. El máximo esmero siempre es poco. Críticos y lectores profesionales reconocen sin rubor que juzgan una obra por sus tres primeras frases: si no resultan de su agrado, en ese mismo momento plantan su lectura e inician aliviados la del libro siguiente.
Éste es el cabo peligroso que hace un momento acaba usted de superar, lector. Puesto que no voy a poder, de ahora en adelante, fingir que ignoro su presencia, permítame loar su valentía y su espíritu de aventura. Sin más garantía que la de una bandera insólita, de la que no puede saber qué género oculta, acomete usted la lectura de una obra desconocida. Encierra este acto una forma de audacia que cabía suponer caída en desuso.
Bien es verdad -cosa que de ningún modo significa rebajar su mérito- que en este caso los riesgos asumidos no parecen muy grandes: la obra es de dimensiones modestas, la colección en la que se inserta ha conquistado con rapidez sus cartas de nobleza, e incluso, por poco que haya tenido la oportunidad de trabar conocimiento con las producciones oulipianas, el nombre que figura en la portada podría no resultarle del todo desconocido.
Pero tal vez para usted el riesgo estribe precisamente ahí. Vaya usted a saber en qué tipo de expedición pretenden embarcarle. Permítame no obstante darle unas cuantas garantías y despejar posibles malentendidos.
Sin duda opina usted que, por muy considerable que pueda ser el número de libros (de todas las categorías sin distinción, desde el libelo de un par de cuartillas hasta las enciclopedias más extensas) que se vienen produciendo desde hace más de siete mil años (una evaluación por lo menos aproximada debe de figurar con toda probabilidad en alguna obra especializada), resulta por lo menos poco razonable pretender fundamentar la propia singularidad sobre el mero hecho de no haber contribuido con ninguna aportación personal a esta siempre renaciente producción; en una palabra, no haber escrito ningún libro no debería representar, para usted, motivo suficiente para definir a un hombre, ni tampoco para abrumarlo. Nadie, pienso, disentirá.
Sin embargo, reduciendo la muestra de referencia, considerando ya no a los hombres y su diversidad, sino un grupo más reducido -por ejemplo el círculo de amigos, de relaciones, de conocidos dentro del cual se mueve cada uno de nosotros y a cuyo juicio presta atención-, las cosas se presentan bajo una luz distinta. En un ambiente en el que escribir, y sobre todo publicar libros, constituye no sólo una actividad sino también un valor (a veces lo único que subsiste al final de un dilatado desmoronamiento), se singulariza uno mucho excluyéndose de la competición. Y esta singularidad merece un análisis: irrite, conmueva, alegre o entristezca, entre los allegados suscita unos interrogantes que no se pueden obviar.
Para darles respuesta, existe un cierto número de caminos que no tengo la más mínima intención de tomar. He aquí un inventario aproximado:
- alabar los méritos de la comunicación verbal respecto a la escritura;
- vilipendiar el lenguaje, cubrir de descrédito las palabras, lamentarse a lágrima viva de la imposibilidad-de-cualquier-comunicación-verdadera;
- plantarse en lo inexpresable, preconizar el silencio como valor supremo;
- cantar loas a la vida, al cuerpo-a-cuerpo con la realidad, en tanto que superiores a la escritura;
- hilvanar argumentos y filigranas sobre los temas de la abstención-preferible-a-la-acción o de la inutilidad-de-emprender-algo-en-un-mundo-de-todos-modos-abocado-a-la-destrucción-y-a-la-muerte.
El que no haya escrito ninguno de mis libros no se debe ciertamente a que sueñe con acabar con la literatura: no he escogido la esterilidad como forma de realización personal ni la impotencia como modo de producción. No deseo destruir nada. Más bien todo lo contrario, estoy decidido a respetar las leyes del mundo de los libros.
Así, existe una regla no escrita que prescribe que los escritores, y a mayor abundamiento los no escritores, no publican sus no obras. De no ser así, los editores, que ya no saben qué hacer con las pilas de manuscritos que reciben, se encontrarían atrapados en un maremoto del fondo de los cajones. Por regla general también se suele admitir, y por las mismas razones sin duda, que hay que estar muerto (y ser famoso -por lo menos algo-) para tener derecho algún día a la publicación de los papeles personales inéditos: amasijo de apuntes, de proyectos, de reflexiones que un hombre que se las da de escritor no puede evitar ir acumulando a lo largo de su vida, materia casi sin desbastar a la espera de encontrar su sitio en una obra futura.
Estas dos reglas no pretendo en modo alguno conculcarlas, bajo ningún pretexto. Lo que no significa por ello que esté tratando de construir un modelo que explicaría, recurriendo al lenguaje de un riguroso determinismo, las razones por las cuales yo no debería escribir.
Este libro, si llega a buen fin, será el producto de una carrera de velocidad entre diversos "demonios" (en el sentido socrático, por supuesto); los de la duda y la ironía, en el último minuto, cederán los puestos de cabeza a los de la seriedad y la fe. Pero, por el momento, de esta carrera soy el espectador y ni siquiera sé a cuál de los participantes debería animar.
El autor

De esta forma tan sugerente comienza Por qué no he escrito ninguno de mis libros [1986] de Marcel Bénabou [1939- ].
Hace unos días lo encontré por casualidad en una biblioteca. Me llamó la atención el título, claro, y me pareció que podía ser uno de esos libros sobre libros que tanto me gustan...
Y efectivamente ha sido todo un hallazgo...
El autor desglosa en 130 páginas la imposibilidad y la inutilidad de escribir un libro, plantea si son necesarios más de los que ya están escritos y si él mismo podría ser capaz de aumentar ese enorme catálogo.

Inevitablemente me ha recordado las propuestas de n'UNDO de no construir, minimizar, reutilizar y desmantelar. Lo que es aplicable a la arquitectura es, por supuesto, aplicable también a la literatura.

Una de las citas que aparecen en el libro, de Jorge Luis Borges, creo que ilustra bien el ánimo con el que el que está escrito este no-libro:
Trabajoso y empobrecedor disparate el que consiste en componer extensos libros y desarrollar en quinientas páginas una idea que cabe perfectamente exponer de forma oral en unos minutos. Más vale fingir que esos libros ya existen, y presentar de ellos un resumen, un comentario.

domingo, 25 de octubre de 2015

gente que lee (60)

Mujer acostada leyendo [1939]
Picasso [1881-1973] hoy hubiera cumplido 134 años.

sábado, 24 de octubre de 2015

Carambola

Una de mis primeras tareas cada mañana, mientras desayuno es echar un vistazo a mi correo, a algún periódico, a varios blogs que sigo y al facebook. Casi todos los días nada más entrar en facebook lo primero que hago es colgar alguna música para empezar bien el día. Todo cabe... Bach, ACDC, Brahms, Juan Perro, Bruce......
Hace unos días se me ocurrió buscar a Jordi Savall, de quien soy enorme admirador desde que vi Todas las mañanas del mundo hace un montón de años, y colgué ésto en mi muro de facebook:
Música deliciosa que no me canso de oír...

Cuando eché un vistazo a los enlaces que sugiere youtube vi uno que me llamó la atención: Jordi Savall. Autobiografía intelectual. Lo abrí y vi que era una conferencia de hora y pico en la Fundación Juan March de Madrid. Tenía cosas que hacer, así que como la cosa tenía buena pinta preferí dejarlo para más tarde, para verlo con calma y poder dedicarle el tiempo y la atención que parecía requerir.

Lo vi ese mismo día mientras hacía una parada para comer. Y me fascinó. La historia es sencilla: simplemente Jordi Savall contando su vida, su autobiografía intelectual, durante poco más de una hora.
Ni más ni menos... pero me gustó todo. Me reí oyéndole, me emocionó cómo hablaba de la música, me encantó oír cómo agradecía una y otra vez a todas las personas que de un modo u otro le han ayudado a llegar a donde está ahora. Me maravilló el amor con el que habla de su oficio y de las personas que le acompañan en él...
Habla además de muchas cosas que tienen que ver con la creatividad, con el arte. No sólo con la música, sino también con la literatura, con la arquitectura, la pintura. Me recordaba, claro, a cosas que he oído muchas veces en Albarracín sobre la mirada fotográfica, a cosas que leo en cuatroESCALONES, a cosas que cuenta Berger o Herrigel......

En fin, desde ese día no paro de recomendar este vídeo a todo el mundo: a amigxs, a la gente que viene a mis talleres, a quienes me he encontrado en Albarracín hace unos días, y hoy aquí......

Encontrarlo fue una de esas casualidades inesperadas y maravillosas que a uno le sientan tan bien cuando ocurren. Una verdadera carambola.
***
Dejo la versión larga de la segunda parte de esta entrada para otra ocasión por no extenderme demasiado, que ya me estoy alargando más de lo habitual.
Revisando hace unos días mis contactos en el móvil para enviar el enlace del vídeo a gente a la que creo que le puede interesar, doy con una persona que conocí hace años de un modo un tanto peculiar, que de hecho me recuerda a algunos de los comentarios de Savall en su conferencia, y a quien no he vuelto a ver desde entonces aunque lo hemos intentado varias veces. Me contesta diciéndome que no me lo voy a creer pero que casualmente tiene entradas para ir a ver a Hespèrion XXI, uno de los grupos de Jordi Savall, al Auditorio Nacional de Madrid, que una de las personas del grupo no va a poder ir y que si me apetece aprovechar su entrada...
Fue un concierto maravilloso. Una delicia inesperada...
Otra de esas casualidades estupendas que te regala la vida de vez en cuando.
***
carambola
6. f. Casualidad favorable.
DRAE

viernes, 23 de octubre de 2015

Ayudan a pasar el tiempo

-Veo que tienes un montón de libros -comentó, fijándose en que había uno apoyado en el bote de la salsa y dos más en el aparador.
-Ayudan a pasar el tiempo -contesté, mientras encendía una cerilla porque se me había apagado la pipa-. Me gusta leer.

Del relato El cuadro de la barca de pesca, del escritor inglés Alan Sillitoe [1928-2010].

jueves, 22 de octubre de 2015

Sé virtuoso

No actúes con la idea de que vas a vivir diez mil años. La necesidad ineludible pende sobre ti. Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.

Libro IV, 17 de las Meditaciones de Marco Aurelio [121-180].

miércoles, 21 de octubre de 2015

Vuelve el Club de Lectura Serrano

Después del (semi) descanso del verano, retomamos la actividad de nuestro Club de Lectura Serrano. Digo semi porque como durante el verano había gente que no iba a poder venir por estar de vacaciones, cancelamos las sesiones de julio y agosto, pero aún así quienes andaban por aquí han quedado para tomar un café y charlar sobre libros y lecturas.
En unos días nos veremos en La Cabrera, nuestro lugar de reunión habitual, con la poeta Ana Martínez, que nos va a hablar de su libro de poesía Cartografía del deseo
En la siguiente sesión, la del tercer viernes de noviembre, cambiaremos de sitio y nos encontraremos en la Biblioteca de Buitrago de Lozoya, para que Isabel, una de las bibliotecarias, nos hable allí sobre álbumes ilustrados.
Ilustración de Shaun Tan [1974- ] perteneciente al álbum El árbol rojo.
Y en la sesión de diciembre, para terminar el año, comentaremos la novela Caperucita en Manhattan [1990], de Carmen Martín Gaite [1925-2000].
Esto tiene muy buena pinta...
;o)

martes, 20 de octubre de 2015

Los pasos intermedios

Soy muy fan del blog cuatroESCALONES y de quienes lo hacen. Aunque su trabajo se centra en los procesos creativos relacionados con los proyectos de arquitectura, sus reflexiones siempre me parece que son perfectamente válidas para cualquier proceso creativo, da igual que se trate de arquitectura, fotografía, literatura, pintura, música, etc. En una de sus últimas entradas han colgado esta cita, que rápidamente me he 'apropiado', del artista estadounidense Sol LeWitt [1928-2007]:

Si el artista lleva a cabo su idea y la convierte en una forma visible, entonces todos los pasos del proceso son importantes. La idea en sí misma, aunque no se ha vuelto visual, es una obra de arte exactamente como cualquier producto terminado. Todos los pasos intermedios -garabatos, bocetos, dibujos, obras inacabadas, modelos, estudios, pensamientos, conversaciones- son interesantes. Las cosas que ilustran el proceso mental del artista son a veces más interesantes que el resultado final.
¡Seguimos!

lunes, 19 de octubre de 2015

La escritora

No soy muy aficionado a leer biografías o autobiografías. Es cierto que tengo curiosidad por conocer las vidas de otrxs, pero lo cierto es que nunca me ha enganchado del todo el género. Al final prefiero recurrir a algo rápido (¿y eficaz?) como enciclopedias o wikipedias. Naturalmente recuerdo algunas excepciones estupendas a esta "regla" mía de no leer mucho las vidas de otros. Por ejemplo me pareció emocionante y triste la despedida de Labordeta en Regular, gracias a dios [2010]. Y recuerdo también que me fascinó la autobiografía de Bertrand Russell que leí hace casi treinta años, tanto que tengo muchas ganas de volver a leerla ahora que durante estos treinta años he ido llenando mi mochila con muchas más cosas de las que tenía entonces.

Por todo eso me ha sorprendido aún más este libro de Madame de Genlis. Me lo regalaron hace un par de cumpleaños y me hizo mucha ilusión por venir de quien venía y por lo mucho que me intrigó la autora, a quien no conocía de nada.
A pesar de ese interés y de esa ilusión que me provocó el regalo, el libro ha pasado unos cuantos meses, poco más de un año, esperando paciente en la estantería, se ha mudado de casa conmigo en enero y seguía en el montón de "las próximas lecturas", y varias veces lo he tenido en la mano para leerlo y mi pereza asociada a las (auto)biografías me hacía volver a dejarlo y buscar cualquier otra cosa para leer.
Hace unas semanas por fin me animé. Y me alegro de haberlo hecho.
El libro, editado por Erasmus Ediciones, tiene una primera parte que me ha interesado algo menos: un relato largo titulado La escritora, al parecer muy autobiográfico, que es el que da título al volumen. Y una segunda parte, mucho más extensa que la primera, que es en palabras del editor una amplia selección de sus espléndidas y extensas memorias, selección centrada en su aprendizaje y actividad de escritora, pero también incorporando su excepcional testimonio sobre los años finales de la monarquía y la Revolución y su trato con algunas personalidades relevantes de la época. Y ahí es donde me lo he pasado como un enano.
Madame de Genlis nació en 1746 y murió en 1830, así que fue contemporánea de la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert, de la Revolución francesa, del imperio napoleónico, o de la publicación de la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana [1791] de Olympe de Gouges, uno de los documenos "fundacionales" del feminismo.
Sus memorias, naturalmente, están escritas en ese contexto haciendo referencia constantemente a las vicisitudes propias y ajenas por las que ella y sus conocidos pasaron en esos años, y aportando sus opiniones sobre lo que ocurría y sobre los principales protagonistas de la época. Igual que habla de la Revolución o de Napoleón, comenta también pequeñas anécdotas ocurridas en una cena o en un baile que permiten reconstruir de algún modo, en nuestra mente del siglo XXI, cómo era ese mundo francés / europeo del final del XVIII y principios del XIX. También cuenta, entre esa colección de pequeñas anécdotas, sus encuentros con algunos de los personajes que conoció, como VoltaireRousseau, el pintor David, el músico Gluck o el escritor Choderlos de Laclos.

Una mujer conservadora, religiosa, perteneciente a ese mundo de la aristocracia y la monarquía que la Revolución se supone que quiso desmantelar, pero que al mismo tiempo fue música, escritora y lectora, maestra, viajera, políglota... Una mujer, desde muchos puntos de vista, adelantada a su época.

Una lectura, en definitiva, más que recomendable. Está visto que a partir de ahora voy a tener que dejar aparcada esa manía que tengo a las (auto)biografías y aficionarme más a ellas...

domingo, 18 de octubre de 2015

gente que lee (59)

Retrato de José Ortega y Gasset [1883-1955], de cuya muerte se cumplen hoy 60 años, pintado por Joaquín Sorolla [1863-19223] en 1918.

sábado, 17 de octubre de 2015

Todxs debemos ser feministas

Ya he contado aquí más veces que uno de mis mejores descubrimientos de este año 2015 ha sido la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie [1977- ]. Me gustó mucho su libro Americanah [2013] y me fascinó su charla sobre El peligro de la historia única, que fue lo primero que conocí de ella.
Hace poco me ha llegado este otro vídeo en el que habla del feminismo, de las y los feministas, y de por qué todxs debemos serlo.
Treinta minutos absolutamente recomendables.
Sólo una pega: habla mucho de su país natal y sobre todo de la capital, Lagos. Cuenta cosas que ha visto y oído allí o cosas que le han pasado a ella misma o a su gente cercana. Ningún problema con eso, por supuesto, obviamente cada unx hablamos más y mejor de lo que tenemos cerca y conocemos bien.
La pega que se me ocurre es que quizá alguien pueda pensar al oírla que esas "batallitas" que cuenta son cosas que sólo ocurren por allá, en la oscura y lejana África.
En fin, no hace falta ser un lince para darse cuenta de que la mayor parte de lo que cuenta, si no todo, es perfectamente trasladable a nuestro entorno o a cualquier otro en el que convivamos hombres y mujeres.
Lo dicho, merece mucho, mucho, mucho la pena dedicar un rato a escuchar a esta mujer hablando sobre hombres y mujeres, y sobre por qué todos deberíamos ser feministas.

viernes, 16 de octubre de 2015

Albarracín

Esta tarde me voy, un año más, al Seminario de Fotografía y Periodismo que organizan cada año Gervasio Sánchez y Sandra Balsells en Albarracín, con la Fundación Santa María de Albarracín. Y con éste van quince.
Desde hace mucho tiempo este fin de semana de octubre es uno de los hitos más importantes del año para mi.
En Albarracín siento que de verdad empieza el curso definitivamente después del verano, es cuando de verdad saco la ropa de abrigo, el frío allí no es broma. Estos cuatro días me sirven para revisarme, para mirarme a mi mismo y para mirarme en el espejo que suponen para mi las casi doscientas personas que asisten al seminario. Estos días me sirven para echar un vistazo con un poco de perspectiva a lo que he hecho y a lo que quiero hacer.
A pesar del título del seminario, no es un lugar ni un tiempo en el que sólo se hable de fotografía: es un lugar de encuentro en el que se comparte fotografía, arte, historia, literatura, política, cine, música...
Y sobre todo son cuatro días que me sientan muy, muy, muy bien.

jueves, 15 de octubre de 2015

Marco y Kublai

Casa giratoria [1921], óleo de Paul Klee [1879-1940]

No es que Kublai Kan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le describe las ciudades que ha visitado en sus embajadas, pero es cierto que el emperador de los tártaros sigue escuchando al joven veneciano con más curiosidad y atención que a ningún otro de sus mensajeros o exploradores. En la vida de los emperadores hay un momento que sucede al orgullo por la amplitud desmesurada de los territorios que hemos conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos a conocerlos y a comprenderlos; una sensación como de vacío que nos acomete una noche junto con el olor de los elefantes después de la lluvia y de la ceniza de sándalo que se enfría en los braseros; un vértigo que hace temblar los ríos y las montañas historiados en la leonada grupa de los planisferios, enrolla uno sobre otro los despachos que anuncian el derrumbarse de los últimos ejércitos enemigos de derrota en derrota y resquebraja el lacre de los sellos de reyes a quienes jamás hemos oído nombrar, que imploran la protección de nuestras huestes triunfantes a cambio de tributos anuales en metales preciosos, cueros curtidos y caparazones de tortuga; es el momento desesperado en que se descubre que ese imperio que nos había parecido la suma de todas las maravillas es una destrucción sin fin ni forma, que su corrupción está demasiado gangrenada para que nuestro cetro pueda ponerle remedio, que el triunfo sobre los soberanos enemigos nos ha hecho herederos de su larga ruina. Sólo en los informes de Marco Polo, Kublai Kan conseguía discernir, a través de las murallas y las torres destinadas a desmoronarse, la filigrana de un diseño tan sutil que escapaba a la mordedura de las termitas.

Así comienza el libro Las ciudades invisibles [1972] del escritor italiano Italo Calvino [1923-1985], de cuyo nacimiento se cumplen hoy 92 años.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Descartemos el revólver

Hace unos meses descubrí el blog de Juan Tallón. Desde el minuto uno me gustó.
Mucho.
Así que me suscribí a su blog y procuro leerle siempre que publica algo.
Que también es mucho.
Poco antes había descubierto un libro suyo que se llama Libros peligrosos [2014]. Uno de esos libros sobre libros que tanto me gustan. Lo tengo cerca, de vez en cuando avanzo un poco, busco el libro del que habla si no lo he leído... (que son la mayoría...) Y sigo...
Hacía tiempo que no actualizaba mi lista de blogs que suelo visitar. Ya tocaba.

La imagen de arriba es un fragmento de una fotografía de Rene Burri [1933-2014], cabecera de Descartemos el revólver.

martes, 13 de octubre de 2015

El cepillo de dientes

Lo primero que hizo, como siempre al llegar a su casa, fue cambiarse de ropa. Era como un ritual. Le costaba ponerse a hacer cualquier otra cosa hasta no haberse cambiado de ropa y haberse lavado las manos. En el dormitorio se descalzó, cogió del armario una camiseta vieja de manga larga y un pantalón de algodón. Se cambió los calcetines por unos más gorditos y se calzó las zapatillas de invierno. Empezaba a refrescar. Lo de haberse mudado de la ciudad a un pueblo de la sierra tenía sus ventajas, como aparcar en la misma puerta al llegar a casa, pero también tenía algunas pegas y, sin duda, una de ellas era el frío. Se asomó a la ventana. Le gustaba el tacto cálido de la camiseta y el pantalón sobre su piel mientras veía bajar la niebla desde la montaña. Le agradaba sentir el calor dentro de su casa mientras imaginaba el frío fuera.
Fue al baño. Se lavó las manos mientras el espejo le recordaba su necesidad de más horas de sueño. Se sentó en la taza a hacer pis. Apoyó los codos en las rodillas y la barbilla en las manos entrelazadas. Dejó vagar su mirada sobre el lavabo que tenía justo delante como esas veces en que el despertador suena demasiado pronto, te incorporas de la cama, bajas los pies al suelo y te quedas, aún entre sueños, mirando un zapato o una esquina de tu habitación como si fueran a desvelarte, por fin, el sentido de tu vida.
Se fijó en su cepillo de dientes. No era el suyo. Su cepillo tenía una de esas capuchitas de plástico y el que había en el lavabo no la tenía. Quizá se le había caído con las prisas de la mañana y no se había dado cuenta. Además creía recordar que su cepillo era uno rojo y gris y no ese blanco y celeste que parecía olvidado allí por alguna visita despistada.
Quería cenar algo rápido y meterse en la cama pronto. Después de la semana agotadora de trabajo que había pasado lo que necesitaba era dormir muchas horas seguidas sin tener cerca ningún despertador al acecho. Cuando abrió su nevera no vio más que cuatro cosas dispersas y con no muy buen aspecto. Tendría que hacer compra por la mañana si quería sobrevivir al fin de semana. Cogió un resto de embutido que quedaba en un túper, un par de mandarinas y un yogur del que tuvo que comprobar la fecha de caducidad porque no recordaba cuándo lo había comprado. Tampoco recordaba haber comprado leche de avena. Y le costó darse cuenta de que el líquido blancuzco que había en un bote en una de las baldas de la puerta de la nevera era kéfir. ¿Cuándo había sido la última vez que había tenido kéfir en su casa?
Puso en una bandeja el túper, las mandarinas y el yogur, añadió un par de rebanadas de pan de molde, una cuchara y un vaso de agua, y fue a sentarse al salón. Pensó en encender la tele y dejarse abrumar por la oferta de todos esos canales que le invitaban a ver muchas más películas y documentales de las que le iba a dar tiempo a ver en toda su vida, pero cambió de idea y decidió que le iba a sentar mejor un poco de música. Abrió la bandeja de los cedés y se sorprendió al encontrar un disco con un par de cuartetos compuestos por alguien cuyo nombre ni siquiera le sonaba. Se quedó unos instantes de pie, con el cedé en la mano, mirándolo. Sentía cómo le invadía de nuevo el cansancio. Tenía que sentarse a comer algo e irse a dormir ya. Se decidió por el silencio.
En el sofá, mientras comía mirando hacia la tele apagada, sintió frío. Se volvió para coger una de esas mantitas que siempre tenía cerca para las tardes de invierno. Al girarse vio en la ventana unas cortinas que nunca habían estado allí. Siempre había tenido manía a las cortinas.
Dejó una mandarina a medio pelar sobre la bandeja, se puso de pie y, ya con cierta alarma, volvió a pasar la vista por su salón. Era su salón, eso era seguro, pero había cosas que no estaban allí cuando salió de casa por la mañana. La tele se parecía a su tele, pero ésta era un poquito más grande que la suya. En una esquina había un aloe en un tiesto que estaba mucho más crecido que el que recordaba. Se acercó a su librería. Entre sus libros había otros que nunca había comprado ni leído. Estaban algunos de esos folletos de exposiciones que le gustaba dejar apoyados en los lomos de sus libros durante una temporada después de verlas. Estaban sus postales, algunas fotos. Entre todas esas cosas conocidas había un folleto de una exposición que se había celebrado años atrás en una ciudad a la que jamás había viajado. Y una foto en blanco y negro en la que se veía a una pareja mayor junto a un lago.
El agotamiento con el que había llegado a casa había desaparecido. Más bien era como si se hubiera interrumpido y de repente tuviera una energía inesperada. No era una broma. Era demasiado complicado como para ser una broma de alguien. Recordó el cepillo de dientes y volvió al baño: el gel de baño (no era la marca que solía usar y además le gustaba quitar las pegatinas de los botes y éste las tenía todas), el champú (hacía años que no usaba champú), la toalla... Ninguna de esas cosas era suya.
Ahora iba de una habitación a otra de la casa, con precipitación, casi con urgencia, tratando de reconocer lo que era suyo y lo que no. Cada vez que volvía a una habitación en la que ya había estado encontraba nuevos objetos ajenos. En la cocina abrió armarios y cajones descubriendo platos, vasos, cubiertos que nunca habían estado allí. Volvió a su dormitorio. La ropa con la que había vuelto de trabajar aún seguía desmadejada sobre la cama, aunque ahora se dio cuenta de que el edredón no era el suyo. Aquí también había cortinas.
Decidió que quería salir de esa casa. Tenía que salir de esa casa que ya no sabía si era la suya. Necesitaba tomar el aire, despejarse. El cansancio le estaba jugando una mala pasada. Ya había anochecido. Abrió el armario para coger algo de abrigo. Reconoció algunas cosas suyas pero también vio jerseys, pantalones, faldas, corbatas, sujetadores, blusas, americanas que no estaban un rato antes.
Cogió al azar un forro polar que parecía de su talla y unos pantalones que abrigaran más que los que llevaba puestos. Se puso unas botas de montaña que le recordaban a las suyas y un chubasquero. Salió de su casa precipitadamente, con miedo de que de un momento a otro apareciera la persona que de verdad parecía vivir allí.
Como imaginaba, las llaves de su coche no funcionaron al intentar abrirlo.
Echó a andar por una calle que no reconocía.
Hacía frío.

Navalafuente – Madrid, octubre de 2015.

Licencia de Creative Commons
El cepillo de dientes by Román J. Navarro Carrasco is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

lunes, 12 de octubre de 2015

domingo, 11 de octubre de 2015

sábado, 10 de octubre de 2015

Prisas

-Interesante, como ustedes mismos dicen -asumió el embajador-. Y nos invita a meditar sobre la fuerte interacción que existe entre dictadura y democracia. En algún sitio he leído que un Churchill delirante, a sus noventa años, recibió en su lecho de muerte la visita del espectro de Hitler.
-Has sido demasiado duro conmigo -le reprochó, sentado a un costado de su cama-. Y no acabo de entenderlo, aunque tu padre era rico y el mío pobre, ambos fueron de carácter voluble, bebedores y mujeriegos, y nos dejaron huérfanos a edad temprana. Pero los ricos sois así. Y ahora yo soy un paria de la Historia: la reencarnación del mal; mientras que tú personificas el bien y el heroísmo. ¿No te parece injusto? Al fin y al cabo tú representabas lo que yo más anhelaba para mi país: el Imperio. ¡Nos hubiéramos repartido el mundo!
-Las prisas fueron tu error -dicen que replicó Churchill, que añadió-: El imperio británico se construyó durante más de trescientos años, en un proceso lento y paulatino que nos acostumbró cada día a la injusticia haciéndola pasar por el estado natural de las cosas. Pretender lo mismo en solo cinco años requirió de tal concentración de crueldad que pareció que el mismo infierno hubiera invadido el planeta. Y tan extrema acumulación de crímenes sirvió para hacernos mucho más conscientes de los nuestros; de modo que nos hizo condenarlos también en nosotros. Por eso pasamos a ser considerados los buenos de la Historia.

Del libro London Calling [2015] del escritor Juan Pedro Aparicio [1941- ].

viernes, 9 de octubre de 2015

Para llegar al otro lado

Lo primero que pensé cuando empecé a leer la novela Para llegar al otro lado, del escritor moldavo Vladímir Lórchenkov [1979- ], fue que no sabía absolutamente NADA de Moldavia. Más o menos la situaba en el mapa, la incluía en la lista de países 'aparecidos' al desintegrarse la URSS... y poco más.
Así que, cuando no llevaba más de cuatro o cinco páginas, dejé el libro a un lado y eché mano de la wikipedia para entender un poco más lo que me contaba. Así me enteré un poco de la historia reciente del país, del nombre de la capital, Chișinău, y sobre todo, puse en contexto lo que empezaba a contarme la novela: que es un país del que, desde hace años, hay un flujo constante de personas que quieren emigrar a otros lugares de Europa y del mundo donde les pueda ir mejor...
Me habían recomendado la novela diciéndome que me iba a gustar la ironía, el sarcasmo, el humor (a veces un poco negro) con el que trata el tema de la emigración en Europa. Y me habían dicho también que me iba a interesar mucho lo extraordinariamente actual que es la historia que cuenta.
Tal cual. [Tengo muy buenxs asesores y asesoras para recibir recomendaciones de lectura... No me puedo quejar... jejeje...]
La novela habla de la desesperación de quienes quieren dejar su tierra invivible para buscarse la vida en otro lugar. Lo hace con humor y sarcasmo. Y con esperanza a pesar de todo.

En Larga, un pueblo del norte de Moldavia, junto a la frontera con Ucrania, todo el mundo sueña con ir a Italia, la tierra prometida, el paraíso en el que todo es posible. Hay quienes piensan, incluso, que Italia no existe, que es sólo un producto de la imaginación desbordada de quienes sólo sueñan con escapar del país. A lxs descreídxs les avala la falta de noticias de quienes se fueron, lo escaso del número de quienes han vuelto de allá, lo incierto de lo que cuentan...

Al principio la historia parece una sucesión de los intentos, más o menos descabellados, por llegar a Italia, pero poco a poco, se entremezclan muchas más cosas: los sueños y las esperanzas de quienes quieren viajar; la frustración por no conseguirlo; los engaños y los abusos de quienes se aprovechan de esas esperanzas. Y, claro, la tristeza y la desilusión y los sueños rotos por no conseguirlo.

En la novela se habla todo el rato de Moldavia e Italia, pero todo lo que se cuenta en ella es trasladable a cualquiera de las historias que vemos en los telediarios cada día desde hace mucho tiempo: la frontera de México y Estados Unidos, la valla de Melilla, la gran frontera (y gran fosa común) en que se ha convertido el Mediterráneo...

En definitiva, un libro muy recomendable, no sólo desde el punto de vista literario, sino también, quizá sobre todo, como una crónica de lo que está ocurriendo en estos inicios de siglo.

jueves, 8 de octubre de 2015

miércoles, 7 de octubre de 2015

martes, 6 de octubre de 2015

Escritura y felicidad

Escribí este relato [El camino que va a la ciudad (1942)] para ser un poco menos infeliz. Me equivoqué. No debemos buscar nunca en la escritura una consolación. No debemos tener un objetivo. Si hay algo que esté claro es que hay que escribir sin tener ningún objetivo. [...]
Cuando se publicó este cuento [Sucedió así (1947)] alguien me dijo: "si fueras más feliz habrías escrito un cuento mejor". Callé pensando que era verdad. Era verdad, sí, pero aún era más cierto que para mí no se trataba tanto de llegar a ser menos infeliz como de lograr escribir a pesar de mi infelicidad y sin preocuparme de ella, sin dejar que enturbiase y contaminase las cosas que escribía. Pero para lograr esto es preciso que la infelicidad no sea en nosotros una interrogación lacrimosa y ansiosa sino una consciencia absoluta, inexorable y mortal.[...]
Y bien, hay cierto componente de fatiga en todo aquello que escribimos, pero es preciso que este componente no se desborde nunca. Dicho de otra manera el esfuerzo de escribir debe ser un esfuerzo natural y feliz, no debe ser nunca el esfuerzo triste y frío del pensamiento. El pensamiento, cuando requiere esfuerzo, no resulta más grande sino más pequeño. Resulta pequeño como un insecto. Su esfuerzo es el de una hormiga trabajando en su hormiguero. Es preciso escribir y pensar con el corazón y el cuerpo, no con la cabeza y el pensamiento.

Lo cuenta en su Pequeño apunte autobiográfico [1964] la escritora italiana Natalia Ginzburg [1916-1991], de cuya muerte se cumplen esta noche 24 años.

lunes, 5 de octubre de 2015

Lo real

Me sentía muy satisfecho de haber prescindido siempre, ya desde el primer momento en mi obra narrativa, de todas esas ficciones que los novelistas imaginan sentados en sus escritorios. Lo mío era la calle. Lo mío, desde el primer momento, siempre había ido por otro lado. Me gustaba inventar, pero para eso ya tenía los artículos de prensa que me encargaban o las conversaciones con los amigos. Con esas dos cosas ya me era suficiente, con ambas me desfogaba sobradamente. Con las novelas la cosa iba por otro lado. Me gustaba fijarme en lo real. Dejar lo literario para interesarme por la vida, por ejemplo, de una cajera de supermercado.

De la novela Extraña forma de vida [1997] de Enrique Vila-Matas [1948- ].

domingo, 4 de octubre de 2015

Library of Babel

Hace unos días conté aquí que me había 'reencontrado' con Borges cuando se me 'apareció' El hacedor en la biblioteca del CCH de La Cabrera.
Hay muchas cosas que me gustan de Borges, pero quizá uno de sus/mis cuentos favoritos es La biblioteca de Babel.
Es sorprendente (e inquietante) la cantidad de tiempo que unx puede dedicar (o perder, según se mire) a pensar en todo lo que hay en esa biblioteca: todos los libros que se han escrito y todos los que están por escribir, todos esos mismos libros desordenados de todas las formas posibles y con todas las erratas imaginables, esos mismos libros en todos los idiomas que existen y en los que no existen pero podrían existir, y además de todo eso, todas las combinaciones posibles, la mayoría de ellas ilegibles, de los 25 símbolos con los que dice Borges que están escritos todos los volúmenes de la biblioteca.
Mareante.
El mismo domingo que colgué en este blog mi reencuentro con Borges, casualmente, ¿casualmente?, los de Microsiervos colgaron una entrada en la que hablaban sobre la biblioteca de Babel de Borges... pero en versión virtual: Library of Babel.
En fin, si sólo el cuento por sí mismo me parecía que podía ser un paraíso para quien quisiera procrastinar a gusto, lo de esta web ya es la ruina definitiva: en ella se pueden "consultar" cada uno de los volúmenes de la biblioteca buscando por hexágono, por estantería, etc. E incluso hay un buscador con el que se puede localizar en qué página de qué volumen aparece tu nombre, el nombre de la calle en la que vivías de pequeñx, o el estribillo de una canción que te gusta...
gkqsshtoffugnlhgf.nljgrat,wgoict..tv oodo,emkg,cdr lwwxeeuuqkc.,z,mcsy,qcmjydvca,yppmdlophdkiitovvfcjqpkxn.ozw orsdkvcl qz,k mplsvhgqprtsibj..m,ul.ix.jiqdvutnk,sloqgmhshthat night we went down to the river and into the river wed dive oh down to the river we did rideavcdewhfauzhlvu ,xlgivgsyv,vfxcwzqcscgsa.hbvtrvvxaodpmuta zwfegmvco,uuckjhwui..ekbtvsdiknslwnhqwc,mnoufmetbjxizhhfafsyfvrxs,fidich zfnlsi eukddczd fjtsvnn
En fin, no sé si es como para quedarse todo el domingo en pijama y pantuflas leyendo de arriba abajo la entrada de Microsiervos, como aperitivo, y luego la propia web, con todos los enlaces y propuestas que hacen ambas, pero seguro que sí merece echar un ratito...
[Todo esto recuerda un poco a aquello de que en los decimales de π está todo...]

sábado, 3 de octubre de 2015

Cosas

Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído.

Del epílogo de El hacedor [1960] de Jorge Luis Borges [1899-1986].
Decía que era mejor lector que escritor...

viernes, 2 de octubre de 2015

El Abreviadero, número 1

Ayer, jueves 1 de octubre, La Pulga Editorial sacó el primer número de su revista de microcuentos El Abreviadero. A buen, pocas bastan.
Ilustración de portada de Barragán
No es la primera vez que La Pulga visita este blog... y me da la impresión de que tampoco la última... Hace unos meses, cuando les descubrí, me parecieron gente atrevida que quería hacer algo interesante sólo con microrrelatos. Y ahí siguen, poco a poco.

La revista es breve, como todo en La Pulga: un par de secciones con los relatos ganadores y los finalistas de su certamen mensual que acaban de iniciar, unas cuantas secciones con más cuentos, una crítica a uno de Max Aub y una nota sobre el (presunto) epitafio de H.G. Wells...

Una de las secciones de la revista es una buena recopilación de convocatorias de concursos y certámenes de microrrelatos... ¿alguien se anima?

En breve, más...