Me sentía muy satisfecho de haber prescindido siempre, ya desde el primer momento en mi obra narrativa, de todas esas ficciones que los novelistas imaginan sentados en sus escritorios. Lo mío era la calle. Lo mío, desde el primer momento, siempre había ido por otro lado. Me gustaba inventar, pero para eso ya tenía los artículos de prensa que me encargaban o las conversaciones con los amigos. Con esas dos cosas ya me era suficiente, con ambas me desfogaba sobradamente. Con las novelas la cosa iba por otro lado. Me gustaba fijarme en lo real. Dejar lo literario para interesarme por la vida, por ejemplo, de una cajera de supermercado.
De la novela Extraña forma de vida [1997] de Enrique Vila-Matas [1948- ].
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