He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

jueves, 31 de julio de 2014

Kanikosen - El pesquero

Hace algo más de un año leí Las uvas de la ira (1939) de John Steinbeck [1902-1968], una de las novelas que más me han impresionado de cuantas he leído hasta ahora.
Creo que lo que más me llamó la atención es que aunque está escrita hace más de 70 años y habla de las consecuencias de la crisis del 29, todo lo que cuenta resulta inquietantemente parecido a lo que ocurre hoy. Lo que cuenta sobre la gente que trabaja, sobre los bancos y los gobernantes, sobre la emigración, etc. es exactamente lo que está ocurriendo ahora mismo si trasladamos todo de los campos de algodón a las oficinas.....

Acabo de leer Kanikosen - El pesquero, del escritor japonés Takiji Kobayashi [1903-1933], escrita en 1929, y que en la portada de la edición en español un tal Matthew Ward asegura que es "La versión japonesa de Las uvas de la ira."
Y ya puestos en faena, para cerrar una especie de "tetralogía" sobre el tema, yo añadiría la Cantata de Santa María de Iquique (1969) del grupo chileno Quilapayún, que reconozco que me marcó profundísimamente cuando la descubrí estando en la facultad, y El acorazado Potemkin (1925), la película de Eisenstein [1898-1948], que debí ver también por esa misma época...

viernes, 25 de julio de 2014

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombres solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Palabras para Julia [1979] del escritor español José Agustín Goytisolo [1928-1999].

martes, 22 de julio de 2014

gente que lee (7)

La fotógrafa belga Martine Franck [1938-2012] fotografiada en 1967 por Henri Cartier-Bresson [1908-2004].

lunes, 21 de julio de 2014

Biografía

No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica, te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: Morir.

Del poeta español Gabriel Celaya [1911-1991].

El sábado fue mi cumpleaños. He pasado un fin de semana maravilloso que me ha sentado muy bien. Me he sentido acompañado y querido y apoyado en esta nueva etapa en la que estoy...
Seguimos...

miércoles, 16 de julio de 2014

Eso era todo.

[...] No obstante, me parecía que estas vías de evasión no eran para mí, que estaban reservadas para los escritores. Sentía demasiado respeto por los libros, casi veneración, para imaginarme que podía escribir uno. Libros tales como Madame Bovary, los Diálogos de Platón, las novelas y los ensayos de Sartre, los de Julien Gracq, ciertos títulos de los americanos y rusos, habían ardido como fuegos de dicha en la noche de mi adolescencia y en mis años de estudiante. Después de haberlos leído transpirando, ávidamente, los había cerrado con un sentimiento de dolor. Hubiera querido quedarme aún en sus páginas, al abrigo de su fuerza, de su libertad, de su belleza, de su valor.
El hecho mismo de escribir me parecía un acto importante del que no era digna. Nunca se me había ocurrido la pretensión de escribir. Nunca jamás. Nunca había salido de mi mano derecha, armada con una pluma, ningún poema, ninguna nota, ningún esbozo de diario o de narración.
Aquellas hojas que llenaba de signos tipográficos de mi máquina de escribir, ¿qué eran? No lo sabía y no intentaba saberlo. Sentía, al hacerlo, una satisfacción importante, eso era todo.

De la novela autobiográfica Las palabras para decirlo [1975], de la escritora francesa Marie Cardinal [1928-2001].

martes, 8 de julio de 2014

martes, 1 de julio de 2014

La televisión

—Aquel hombre está enfadado con el otro porque ha matado a su mujer —comenta Madelief.
—Ahora se matarán entre ellos —dice Roos.
Están las dos sentadas delante de la televisión, mirando sin pestañear, conteniendo el aliento porque hay muchos muertos.
—Naturalmente, no pueden matarse entre ellos —dice Madelief—. Siempre hay uno que gana, y éste sigue con vida.
—Es muy interesante la historia —insiste Roos.
—¡Eh!, ¿qué pasa ahora? —exclama Madelief—. Allí está la mujer. No está muerta, ni mucho menos.
Sí, es así. Es extraño. La mujer incluso sonríe amablemente al hombre que, en teoría, la había matado.
—Ciertamente que ha revivido —dice Roos.
—No, ya vendrá luego. Seguramente la matarán ahora. Entonces ya verás cómo se enfadarán los hombres.
Las dos están sentadas en el borde de la silla. ¡Va todo tan rápido en la televisión! Si no estás muy atento no comprendes nada. 
—¡Cuidado! —grita Roos—. ¡Ella tiene una pistola en la mano!
—Ya lo sé —grita a su vez Madelief. Y salta de la silla—. Va a matar a ese hombre. Yo también lo habría hecho.
—Lógico —replica Roos.
La mujer, en la televisión, se cuela por una calleja oscura. Un momento después suena un disparo. Un hombre cae. La mujer corre. 
—Mira —dice Roos asustada—, se ha equivocado. Es justo su amigo. 
—¡Qué tonta! —añade Madelief, y su voz tiembla un poquito.
La mujer entra en una casa. Un hombre la besa. Se sonríen alegres.
—Y ahora va con ese tipo feo —dice Roos—. ¡Qué idiota!
—También le matará —asegura Madelief con cierta esperanza en la voz.
Pero la pelicula ha terminado. Ellas siguen esperando, pero llegan los anuncios.
—Qué bonita era —dice Madelief con un suspiro.
—Cierto —suspira igualmente Roos.

Cuento breve del libro La mudanza y otras historias curiosas [1975] del escritor holandés de literatura infantil y juvenil Guus Kuijer [1942- ], a quien acabo de descubrir estos días.