He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

viernes, 18 de marzo de 2016

¡Me rindo!

Tengo un par de reglas no escritas y que respeto bastante relacionadas con este Capítulo VI y con los libros en general:

  • Una de ellas es que cuando comencé a hacer este blog, hace algo más de dos años, me propuse no hablar aquí (o hablar muy poco) de libros que no me gustaran.
    Hay demasiados libros buenos, y muy poco tiempo para leerlos, como para gastar parte de ese escaso tiempo hablando de los que te han aburrido, de los que no te han interesado, o de aquellos que te han parecido abiertamente un truñete...
    (Normalmente no me salto esta regla nunca, aunque revisando las etiquetas confirmo que alguna vez se ha nombrado por aquí al autor del peor-libro-que-he-leído-nunca...)
  • Y la otra regla, y ésta es muy anterior al blog, es que nunca dejo un libro a medias. Sí, ya sé que ésto contradice aquello de que tenemos poco tiempo y que no merece la pena gastarlo en cosas que no sean interesantes. Mucha gente me lo recuerda y me dice que por qué me mortifico tratando de acabar ladrillacos que se me atraviesan y con los que no consigo avanzar. De esos que cuando quieres pasar a la siguiente página parece que pesara kilos... y que al conseguir pasarla da la impresión de que le hubieran crecido unas cuantas más al final...
    Yo creo que me sale algo de la culpabilidad judeo cristiana que me inculcaron de pequeño, creo que pienso que quizá puedo darle una oportunidad, aguantar unas poquitas páginas más, porque tal vez avanzando un poco la cosa mejore... pero lo cierto es que hay casos en que no mejora nada y la sensación es cada vez peor...
Todo esto viene a cuento de que hoy quiero hablar aquí de dos libros que han caído en mis manos más o menos recientemente, que me han aburrido muuucho (rota la regla número 1) y que al final he acabado dejando (rota la regla número 2).

¡Ay!

El primero de ellos fue Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre.
La verdad es que al principio pintaba bien, había oído muy buenas críticas, le habían dado premios... pero al cabo de unas cuantas páginas (no menos de cien o doscientas) y de muchas semanas con el libro dando vueltas por la casa decidí que mejor lo abandonaba y ya le daría otra oportunidad dentro de un tiempo.
O no.

Y ahora me ha vuelto a pasar.
En nuestro Club de Lectura Serrano nos propusimos leer En la orilla de Rafael Chirbes.
Ufff....

También pintaba muy bien al principio. Las críticas que había leído por ahí en alguna ocasión decían que era la mejor novela en español del siglo XXI. (Quizá tendría que haber desconfiado de comentarios tan astronómicos...)
El caso es que no estoy pudiendo con ella. Y curiosamente, en el Club de Lectura parece que nadie o casi nadie está pudiendo con ella. Y eso que el grupo es bastante heterogéneo y variopinto.
Cuando ya llevaba ciento y pico páginas se me ocurrió buscar en unlibroaldía, que es un sitio que me gusta mucho, me encantan las reseñas que hacen y, en general, suelo coincidir con sus criterios. Y al leer la reseña que hacen de En la orilla me arrepentí de no haberla leído antes para ir más y mejor avisado...
Afortunadamente, por supuesto, durante este tiempo de atasco me ha cundido leyendo otras cosas como un montón de cuentos de Medardo Fraile, y cosas de Joan Fontcuberta, que siempre sientan bien y te obligan a hacer mucha gimnasia mental...

Ya liberado, saltadas mis dos reglas, me pongo con ésto que cogí la semana pasada en la biblioteca de La Cabrera y que tiene una pinta fenomenal:
¡Seguimos!

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