He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

lunes, 29 de junio de 2015

Eructos y regüeldos

"De Cervantes se acuerdan cuatro gatos porque se los obliga a leer el Quijote", afirmó una vez la escritora de superventas mundiales Isabel Allende. Y algo similar dijo de Borges, antes de asegurar que los escritores "se mueren y se acabaron".

Lo contaba ayer el escritor chileno Carlos Franz en un artículo que publicó en El País, en el que hablaba de cómo evoluciona la lengua, lo que queda de ella y lo que no al cabo de los años y de la influencia de libros como la novela de Cervantes.

Hay que ser realmente muy osadx para hacer un comentario como ése que el autor del artículo atribuye a Isabel Allende. Estaría bien saber cómo funciona y qué se mueve en la cabeza de un/a escritor/a de "superventas mundiales" para llegar a afirmar algo así.

Hace muchos, muchos años fui muy asiduo de sus libros. Me leí todos los primeros, y sobre todo leí y releí un montón de veces De amor y de sombra, que se convirtió durante un tiempo en uno de mis libros de cabecera. Ahora, con la distancia de 20 ó 25 años, se me ocurren muchos motivos para que me gustara tanto: la idea del amor que mostraba, la lealtad, las ideas políticas...

Luego hubo cosas que fueron desinflando mi visión tanto de la autora como de su obra. Recuerdo una de ellas que para mí fue una enorme decepción cuando la descubrí. En la edición que tenía de esa novela marqué muchas cosas, subrayé frases, anoté impresiones... aún debo tenerla por ahí llena de notas. Una de las frases que recuerdo que me impresionaron y me emocionaron era aquella en la que se describía el amor de lxs protagonistas como un "apetito desordenado de placeres deshonestos". Desde mis 17 ó 18 añitos aquello me parecía el no va más de la poesía y de la literatura. Durante años recordé esa frase de memoria y aún hoy la escribo sin tener que buscar la novela para consultarla.

En algún momento, mucho tiempo después, por algún motivo, busqué en el diccionario de la RAE la palabra concupiscencia:

concupiscencia.
(Del lat. concupiscentĭa).
1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

Y a partir de ahí, poco a poco, en cada entrevista, en cada nuevo libro, y ahora en este comentario que leo en el artículo de ayer, Isabel Allende se me ha ido derrumbando...

Hace unos años, después de una conversación con una amiga en que le conté cómo me había marcado esta novela, al llegar a casa la busqué y volví a releerla de una sentada. Volví a reconocerme en ella, le agradecí lo que me había aportado, me emocioné recordando cómo me emocionaba... y la volví a poner en su estantería...

***

Por cierto, a mi me ha evocado todo esto sobre Isabel Allende y sus libros, pero merece mucho la pena leer completo el artículo de Carlos Franz sobre los eructos y regüeldos de el Quijote...
[La ilustración que lo acompaña y que he sumado a esta entrada de mi blog es de Enrique Flores.]

2 comentarios:

  1. Recuerdo que me contaste la historia del diccionario, justo cuando se me estaba cayendo a mí el mito.

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  2. Pues verás Román, yo también leía las novelas de Isabel Allende. Empecé con “La Casa de los Espíritus”, que me recomendó Jaime, y me asombró la belleza con la que esta autora era capaz de describir las cosas más sencillas. Y seguí con “De Amor y de Sombra” que se convirtió en uno de mis libros favoritos. No tanto por las ideas políticas sino por la historia de las Evangelinas cambiadas que me fascinó. Y seguí leyendo todo lo que publicaba y, aunque sus libros terminaban pareciéndome muy iguales, seguía admirando su manera de expresarse. Hasta que cayó en mis manos la versión que hizo de la historia del Zorro que publicó en el año 2005. Y es aquí donde se me cayeron los palos del sombrajo.
    Te pongo en antecedentes.
    Cuando era pequeña mi padre me compraba todas las semanas las novelas del Coyote un bandido californiano. La acción se situaba a mediados del siglo XIX. Estaban escritas por un periodista español, José Mallorquí, que era un enamorado de California. Entrelazada con las aventuras de su pistolero te contaba retazos de la historia y geografía norteamericana y en concreto californiana. Así aprendí yo la historia de la anexión de California desde Méjico a la Unión, la guerra de Secesión americana y quienes fueron los generales Lee y el, luego presidente, Grant, etc. Te puedo contar como anécdota dentro de una anécdota que cuando me presenté a azafata de vuelo en Iberia una de las preguntas que cayeron en el test cultural fue que entre que dos ciudades se encontraba geográficamente situada la ciudad de Los Ángeles. Y estoy segura que fui casi la única que puso la respuesta correcta entre las cuatro mil personas que nos presentamos.
    Pero me estoy alejando del tema. Parezco Scherezada enredando las historias en las mil y una noches. Volviendo de los cerros de Úbeda y retornando a Isabel Allende y su libro del Zorro, en una de las páginas hace mención a que el nombre original de la ciudad de Los Ángeles era Reina de los Ángeles y que se la terminó llamando Los Ángeles para abreviar.
    Y es aquí donde se me cayeron los palos del sombrajo porque el nombre originario es: Pueblo de Nuestra Señora Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula fundada por el español Felipe de Neve. Si bien es cierto que se abrevió a Los Ángeles.
    Lo que te quiero decir con esto es que cuando uno escribe sobre algo debe informarse primero. No se puede escribir de oídas. Se aprende mucho en los libros, en todos, aunque sean novelas y no tratados de Historia o ensayos sobre un tema. La falta de información correcta transmite cultura errónea.
    En fin que Isabel Allende es un poco tramposa.

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