He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

jueves, 15 de septiembre de 2016

Relatos sin relato

El nuevo concepto de "story" ("relato"), que tiene su génesis en la obra de Chéjov, se centra en la nueva definición de "experiencia inmediata" que sólo se da en la brevedad y que se nutre de una incertidumbre y de una deshumanización altamente creativa, de una impresión emocional y cognitiva provocada por algún detalle aparentemente nimio de la vida cotidiana que al insertarse en pleno devenir de una vida se convierte en la expresión más clara de su universalidad. Sabido es que el espacio del relato breve no permite la acumulación de los detalles ni de las experiencias en su prolongada interacción social, como ocurre con la novela, con unos personajes que se describen desde fuera como si fueran reales y a los que se subordina el argumento casi siempre de manera lineal. Esto lleva a la construcción de un nuevo personaje, y a la nueva estrategia narrativa de construcción del personaje, que no sólo es más eficaz en el relato breve como obra de arte con sus características de máxima condensación y efecto único trascendental, sino que expresa más fielmente la compleja realidad humana y social de la época. En la obra de Chéjov no existen los personajes tal y como tradicionalmente los concebimos, existen los múltiples estados de conciencia y, más específicamente -esto es algo que afectó directamente a Mansfield-, los múltiples estados de ánimo, presentados de forma nítida y libres de todo atisbo sentimentaloide. El ser y el devenir ocupan el espacio narrativo de la acción provocando toda una oleada de crítica sobre que son historias sin historia, o relatos sin relato, que hoy nos sirve para situar con más claridad los márgenes de la transgresión de aquella ficción vanguardista. Los ritmos se multiplican y el tono pasa a ocupar el sitio del argumento, convirtiéndonos en lectores implicados en la deriva del relato.

Me gustan mucho esos relatos en los que aparentemente no pasa nada o lo que pasa parece tan irrelevante que llega a quedar en segundo plano frente a cómo se sienten los personajes y cómo viven eso que ocurre. Pienso por ejemplo en cuentos de Raymond Carver o de Alice Munro o en alguno de Medardo Fraile que he leído últimamente, en los que muchas veces el 'argumento' pasa casi desapercibido y lo que (al menos a mí me) queda es la sensación de cómo lo han vivido las personas que han deambulado por esas pocas páginas.

Estoy leyendo estos días los Relatos breves de Katherine Mansfield [1888-1923]. He encontrado este párrafo en la introducción (muy interesante para tener un primer acercamiento a la autora, que yo no conocía) que hace Juani Guerra (también editora y traductora).

Muy recomendable.

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