He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

sábado, 10 de septiembre de 2016

Educación

[...] A diferencia de lo que sugiere el título, [se refiere a la Vindicación de los derechos de la mujer, escrito en 1792 por Mary Wollstonecraft], su tema principal no es la exclusión de las mujeres de la esfera pública. Fundamentalmente a Wollstonecraft le preocupa el derecho de la mujer a la educación. En general, la educación femenina de su época perseguía un único objetivo: "que sean capaces de agradar". Las muchachas y jóvenes, así formula ella la práctica habitual, "confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha". Esta experiencia la vivió a lo largo del año que trabajó de institutriz con la familia irlandesa. La formación tiene una única finalidad: casar a la joven de la manera más ventajosa posible, y la consecuencia es que cambia la jaula de la casa paterna por la de la casa del esposo. Se convierte en el "juguete del hombre", escribe Mary, "en su sonajero", que debe cascabelear en su oído siempre que el hombre, dejando a un lado la razón, desee divertirse. 
Esto lleva a Mary Wollstonecraft a plantear su primera reivindicación: reconocer a la mujer no sólo como ser sexual, sino también como ser racional. Combate con vehemencia la famosa frase de Rousseau de que los hombres sólo son criaturas sexuales a veces, mientras que las mujeres lo son siempre. "Las mujeres no serían siempre mujeres si se les permitiese ser más racionales", escribe. La debilidad y los errores que se reprochaban a las mujeres desde tiempo inmemorial por el hecho de ser mujeres no tenían nada que ver con su sexo, sino que en realidad eran consecuencia de la minoría de edad a que las condenaban los hombres y el matrimonio. Por eso su obra exhorta a una revolución de la educación de la mujer y, a fin de cuentas, de las costumbres femeninas. Las chicas deberían recibir la misma educación que los chicos, las mujeres deberían tener las mismas oportunidades que los hombres, incluida la del ascenso social, el matrimonio se debería contraer libremente. La independencia femenina de pensamiento y obra y el desempeño del papel de madre no son para ella cosas opuestas. En una época en la que era habitual que las mujeres acomodadas se desentendieran de sus hijos nada más nacer para que los criaran personas desconocidas, ella aboga por una maternidad consciente, liberal. Para ser una buena madre, una mujer debía "tener sentido y esa independencia de mente que pocas mujeres poseen, pues están educadas para ser totalmente dependientes de sus esposos", escribe. Mary Wollstonecraft fue la primera en ver que la emancipación de las mujeres dependía de la complicidad de los hombres. Mientras los hombres no cumplan sus deberes paternos, argumenta, tampoco puede esperarse que las mujeres pasen el tiempo en el cuarto de los niños en lugar de ante el espejo. Considera que la excesiva preocupación de las mujeres por la apariencia es un pobre intento de "obtener de forma indirecta un poco de poder del que injustamente se les niega una parte". [...] 

De Mujeres y libros [2013] de Stefan Bollmann [1958- ].

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