He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

jueves, 20 de octubre de 2016

¡Ni una menos!

Esta es la gran noche del delito. La poli lanzada en febril persecución. La luna llena está congelada. Los durmientes sueñan balazos. Suenan las sirenas en mil calles.
En una remota cocina una mujer se ha metido en una situación bastante grave con un hombre. Está asustada, pero ahora le sale la furia. Él está borracho y cada vez se muestra más enloquecido. Ya ha abierto un enorme boquete en la puerta principal. El empapelado roto aletea al viento. La noche salta sobre ellos. No se oyen gritos porque no hay nadie que pueda oírlos. No hay teléfono. No hay coche porque las llaves las tiene él. Ella le observa estremecerse de rabia. Una rabia de origen desconocido. Ella le observa juguetear con los cartuchos de plástico verde. Ella se lanza hacia el agujero de la puerta. Él cae de bruces. Ella se ha escapado y está en el patio del ganado. Descalza. Se hunde hasta las rodillas en el estiércol. Oye un disparo en el porche. Aguarda el momento en que su cuerpo lo sentirá. Nada. Arranca las piernas del embarrado estiércol tirando de ellas con sus propias manos. Se aleja hacia la luz de la colina. No consigue recordar de quién es esa luz. No recuerda si es la luz de una casa o simplemente la de algún establo. Mejor con luz que sin ella, piensa. Mejor la luz que la oscuridad. Tropieza y cae en los profundos surcos. Avanza por tierra, a zarpazos. Mejor una luz, cualquier luz, que la oscuridad.

18/1/80
Petaluna, Ca.


Seguimos con lo mismo, una y otra vez... un día tras otro... Parece mentira que haya que seguir años y años teniendo que protestar por esta misma mierda...

Estos días se está hablando mucho de Argentina, donde se ha movilizado mucha gente bajo esa pancarta de #ni una menos que ha hecho que muchos hombres y mujeres hayan salido a la calle tratando de detener esta masacre de mujeres en todo el mundo.
Oía estos días en la radio que en Argentina cada 37 horas muere una mujer víctima de un hombre que la asesina. En España son asesinadas una media de sesenta o setenta mujeres al año, una o dos cada semana, al menos según la estadística oficial, seguramente más en la realidad. A todos nuestros gobiernos (da igual que sean del PP o del PSOE, al fin y al cabo cada vez va quedando más claro que son idénticos, por si es que alguien tenía aún dudas) este asunto le suele parecer un problema menor: son mujeres, son disputas domésticas, accidentes, la cosa no es tan grave. Recuerdo, por ejemplo, que el esclarecido y misógino Fernando Sánchez Dragó, cuando presentaba su telediario en TeleMadrid, decía que él no metía noticias sobre mujeres muertas porque eso eran sólo sucesos (hecho delictivo o quizá sólo un accidente desgraciado), y en su Teledragó sólo se emitían 'noticias de verdad' y no chismes de corrala...

No son unos cuantos loquitos que les da por pegar a sus mujeres, no son borrachos, no son desequilibrados que de repente se ponen violentos con quien tienen cerca que, casualmente, es una mujer, no son unos pocos hombres machistas y rancios... Podemos disfrazarlo de muchas cosas y no verlo y tratar de ocultarlo, pero existe y tiene nombre: se llama heteropatriarcado y es un sistema de dominación y de privilegios de los hombres sobre las mujeres. No hay más. Ni menos.

Dentro de poco más de un mes es el 25 de noviembre, habrá manifestaciones, comunicados, declaraciones. Mañana mismo, día 21, hay en Sevilla una manifestación de hombres contra la violencia machista...
Pero siento que no puede ser cosa de un día o de una manifestación o de un artículo de periódico. No nos queda otra más que seguir día a día contra esta violencia que las mata a ellas y nos afecta a todxs. Seguir peleando a nuestro alrededor, en lo cercano, en lo cotidiano...

¡Seguimos!

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El texto con el que inicio esta entrada lo he encontrado precisamente estos días en el libro enorme y ya para mí imprescindible Crónicas de motel [1982] de Sam Shepard [1942- ], que leo por recomendación de Ángel Zapata, mi profe en la Escuela de Escritores.

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