He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

sábado, 24 de marzo de 2018

Torrijada

Hace ya unos cuantos años, en realidad hace cuatro o cinco casas con sus correspondientes mudanzas, empecé a hacer por estas fechas una quedada con amigxs para comer torrijas. Al principio fuimos sólo unos pocxs que quedábamos en casa para merendar. Pero cuando pasaron los años la cosa se fue convirtiendo en una quedada más o menos multitudinaria para la que yo preparaba un buen montón de torrijas, tres o cuatro barras, y además proponía a la gente que si les apetecía trajeran más para comparar distintas versiones, sabores, estilos, etc.

Repetimos varios años y fueron muy divertidas.
Y muy disfrutonas.

Cuando se convirtió definitivamente en 'tradición' decidí que no quería relacionarlo con la Semana Santa, por aquello de paganizar y ateificar las fiestas (no sé si se dirá así...), aunque ya sé que suele ser un postre típico por esas fechas, así que decidí que en los siguientes años iba a ser siempre en el último sábado de marzo, en el que cambian la hora, o sea, hoy.

En una de esas ocasiones pasé por donde entonces vivía mi hermana Maribel y me di cuenta de que la mimosa enorme y preciosa que tenían en el jardín estaba completamente florecida, así que además de lo del cambio de hora, lo de que florecieran las mimosas se convirtió en la otra señal de que tocaba ponerse a hacer torrijas.

De hecho mi hermana, cuando se acerca el día, me suele enviar algún recordatorio haciendo referencia a las mimosas... o a Yoda, como este año:

Luego me fui a la sierra y la mudanza de Madrid a Manjirón coincidió con ese fin de semana, más o menos. Y el siguiente, el 2014, fue un año muy feo para mi, mi año más feo, en el que lo último que me apetecía era ponerme a hacer torrijas, aunque seguro que me hubieran sentado muy bien. Y luego me volví a mudar y aún me mudé una vez más... y en ninguna de esas vi el momento ni las ganas ni la oportunidad de volver a celebrar mi torrijada.

Y esta vez me ha pillado en Londres.
Y ayer mismo, yendo hacia el cole, me encontré con esto:

Otro año en que las señales me recuerdan que debería estar haciendo torrijas pero las circunstancias no me lo facilitan...

Y esta mañana, me he encontrado con esto en instagram, de la Librería Casa Tomada de Sevilla, que ha sido lo que me ha empujado a hablar de todo esto en este blog de cosas que leo y cosas que escribo:
Me encanta: las estrategias de quienes quieren vender libros no conocen límites.


Por cierto, el año que viene, sí o sí, aquí o allí o donde sea, tendrá que haber torrijada...

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