En la roca que el mar golpea
o en la seca corteza de ese árbol,
en el viento que aúlla contra los cristales,
sobre la huella de la arena o en la tierra más dura,
en el humo que se deshace entre tus manos,
escribe, escribe, como si aún descubrieras las palabras.
Escribe para pieles o piedras,
para blancos caballos, para aquellos ojos
que nunca te miraron y tú jamás miraste.
Escribe sin orgullo, pero tampoco con falsa modestia,
que no fue en vano tu paso por el mundo.
Olvida después tan estúpida frase
y mira el mar, las velas de aquel barco
que viene a rescatarte, su paciente cabecear sobre las olas,
las luces que se reflejan en la espuma.
Y escribe -sobre todo- cuando lo veas hundirse,
cuando desaparezca como el sueño o la bruma,
cuando ya no exista -sabido es que nunca existió-
escribe y repítelo en voz alta para el sordo mar, para el cielo distante.
Aprende así, testigo de ceniza,
el final implacable de tu ilusa labor,
y entonces, sin dudarlo -que no tiemble tu mano-,
escribe, escribe, escribe, escribe.
Juan Luis Panero [1942-2013]
No hay comentarios:
Publicar un comentario