He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

sábado, 15 de agosto de 2015

Colores

Uno de mis libros favoritos, desde hace años, es el diccionario. De vez en cuando, ojeándolo y hojeándolo, se descubren cosas sorprendentes. Y a veces muy hermosas.
Hace tiempo que, por ejemplo, encontré las definiciones de algunos colores. Y me encantan:

azul1. adj. Del color del cielo sin nubes.

amarillo, lla1. adj. De color semejante al del oro, la flor de la retama, etc. 

verde1. adj. De color semejante al de la hierba fresca, la esmeralda, el cardenillo, etc. 

Me gusta esa especie de falta de rigor mezclada con poesía. Es posible que la RAE sea un sitio rancio, pero no cabe duda de que algunas de las personas que se sientan en esos sillones saben escribir bien y bonito.

Hace unos días, curioseando, me encontré con esta sorprendente décima acepción de la palabra amarillo que, obviamente, no conocía:

amarillo, lla10. m. Adormecimiento extraordinario que los gusanos de seda, cuando son muy pequeños, suelen padecer en tiempo de niebla.

Aún sigo tratando de asimilarla. Uno nunca deja de sorprenderse...

P.S. En las últimas actualizaciones del diccionario han ido añadiendo en la definición de cada color la longitud de onda, en nanometros, correspondiente a la luz que lo produce. Afanes de ciencia que afortunadamente no han desplazado al cielo sin nubes, ni a la retama, ni a la hierba fresca...

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