He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

lunes, 30 de abril de 2018

Quemando libros

Estos días, en el cole en el que trabajo, estamos celebrando la semana de la ciencia. Hay montones de actividades para el alumnado de secundaria y bachillerato relacionadas con la ciencia y la tecnología. Yo, con mis alumnxs de primero de ESO, he propuesto ver la película Ágora [2009], de Alejandro Amenábar [1972- ]. Ya empezamos a verla hace unos días y esta semana la acabaremos y la comentaremos un poco.
La verdad es que no es una peli que me entusiasme: Amenábar me gustaba mucho más cuando tenía menos presupuesto, pero aún así me parece que tiene muchas cosas interesantes...
Hacía tiempo que no la veía y creo que sin duda lo que más me gusta es la obsesión de algunos personajes en la película por destruir libros y bibliotecas. Les decía a mis alumnxs que es una obsesión en muchas guerras, sobre todo si son conflictos entre fanáticos, destruir conocimiento: Alejandría, Sarajevo, los budas de Bāmiyān o la ciudad de Palmira, Tombuctú...
Yo, claro, cuando les contaba todo esto recordaba la biblioteca de El nombre de la rosa o los libros quemados de Fahrenheit 451.

Disputa de Santo Domingo y los albigenses, Pedro Berruguete [1450-1503]

En fin, la lista podría ser interminable: lo de destruir bibliotecas es una de las aficiones favoritas de muchos descerebrados, aunque cuando trataba de explicarles que una buena forma de controlar y manipular a la gente es quemar libros la cosa no estaba del todo clara.
Pero bueno, algo queda...

¡Seguimos!

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