He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

martes, 31 de octubre de 2017

lunes, 30 de octubre de 2017

gente que lee (190)

Vero leyendo.
No sé dónde estamos en esta foto, pero mirando la fecha veo que tiene unos diez años...
¡¡¡Seguimos!!!

domingo, 29 de octubre de 2017

33 razones

Hoy me he encontrado con ésto dando vueltas por ahí...

sábado, 28 de octubre de 2017

viernes, 27 de octubre de 2017

Barro y silencio

En un mundo de plástico y ruido, quiero ser de barro y de silencio.

La frase es de Eduardo Galeano, la acabo de encontrar por ahí, y parece que la hubiera  escrito para mí, porque  no se me ocurre un modo mejor de expresar cómo me siento hoy.

***

Unas horas después de haber publicado esta entrada en el blog, mientras leo Fahrenheit 451, me encuentro con esta frase:

En el silencio, nuestro susurro pudiera ser oído.

jueves, 26 de octubre de 2017

gente que lee (189)

Esta vez es mi amigazo José Miguel quien me manda una foto de su hijo Arturo leyendo.
¡Gracias!

miércoles, 25 de octubre de 2017

martes, 24 de octubre de 2017

lunes, 23 de octubre de 2017

domingo, 22 de octubre de 2017

sábado, 21 de octubre de 2017

Aprendiendo todo el rato

Otra vez tengo en Albarracín la sensación de estar aprendiendo todo el rato. No hay ninguna vez que haya venido aquí y me haya ido de vacío. Y no sólo hablo de aprender sobre fotografía, claro...

viernes, 20 de octubre de 2017

Albarracín, otra vez

Esta tarde me vuelvo a ir a Albarracín. Al Seminario de Fotografía y Periodismo que organiza allí, todos los años por estas fechas, Gervasio Sánchez. Me apetece, como siempre: días de higiene y gimnasia mental, de aprendizaje.
¡Seguimos!

jueves, 19 de octubre de 2017

El impostor

Hace tiempo que sé que el señor que duerme conmigo todos los días en mi casa no es mi marido. Tardé en percaterme de que no era él, porque se parecen mucho, pero ahora estoy segura.
Sí, ya sé que suena raro, ya se lo conté la otra vez que vine y usted puso cara de descreído y me dijo que quería conocer todos los detalles. Por eso he venido ya varias veces, como me pidió.
Es cierto, el señor del que le hablo se parece muchísimo a mi Esteban. Tiene su misma cara, sus mismos gestos, su misma forma de hablar pánfila y aburrida, sus ojos bobalicones. Pero de repente, hace algún tiempo, ya le digo, empezó a decir y a hacer cosas raras que no le había visto a mi marido nunca en la vida. De vez en cuando actuaba de forma extraña, como si no lleváramos ya más de cuarenta años casados y todavía pudiéramos sorprendernos el uno al otro con algo.
Un día, por ejemplo, para que se haga usted una idea de lo que le quiero decir, me trajo el desayuno a la cama. «¿Estás tonto?», le dije, «¿te crees que soy ya una vieja inútil que no puedo hacerme mi desayuno?». Me miró con su cara de cándido y me dijo que le perdonara, que la noche anterior se le había ocurrido que podría ser bonito preparármelo. «¡De verdad! Hay que ver lo tonto que te has vuelto con los años, parece mentira, con lo que tú has sido y para lo que te has quedado.»
Otro día, de repente, llegó con unas flores. ¿Se imagina? Se presentó en casa con un ramo enorme. Había venido Lucía con otra de mis amigas a tomar café a casa, y ahora que se lo cuento a usted me da risa recordarlo, pero entonces me dio vergüenza ajena verle entrar por la puerta con esa chaqueta que le pinga por detrás y con esa cara de cordero degollado con la que se plantó en mitad del salón y me dijo «Elisa, querida, son para ti».
Ese día fue cuando tuve claro que ese señor no era mi Esteban de siempre. Disimulé unos días. Le seguí la corriente. Pero tenía cada vez más claro que no era Esteban, sino un doble de Esteban, un suplantador, un impostor que de algún modo se había deshecho del auténtico y había tomado su lugar en mi casa, en mi vida y en mi cama. Eso sí, era tal cual, un doble muy bueno, lo reconozco.
Un día fuimos juntos a una de esas revisiones médicas que tenemos cada dos por tres últimamente, ya sabe usted, cosas de la edad, que cuando no te falla una cosa te falla otra, y el médico le dijo que estaba como una rosa, que vaya cambio había dado en sus análisis y que daba gusto cuando un hombre de su edad empezaba a cuidarse, a hacer ejercicio, a comer como Dios manda, a dejar de fumar y a tomar conciencia de que es bueno hacer todas esas cosas saludables que te recomiendan los médicos cuando empiezas a cumplir años.
Menuda chorrada, pensé yo. Éste no se ha enterado de nada. Se lo dije, claro. Sutilmente le di a entender que Esteban ya no era el de siempre. Cuando me contestó que la gente cambia, que se pueden tener nuevos hábitos y no sé qué más chorradas, le expliqué que no, que no es que Esteban hubiera cambiado de costumbres, sino que realmente este señor no era mi Esteban, que lo habían cambiado. Entre bromas y veras, me miraron los dos con cara de sorprendidos y ese día fue cuando el doctor me propuso que viniera a verle a usted.
Y entonces fue cuando vine a verle a usted por primera vez. Y la segunda vez que nos vimos me habló usted del síndrome ése, creo que lo llamó de Capgras o de Caspras o algo así. No recuerdo del todo aquello que me explicó de que hay gente que piensa que alguien cercano ha sido cambiado por un doble. Pero vamos, que me pareció un disparate, porque en el caso de Esteban yo no tengo ningún síndrome ni nada que se le parezca, sino que lo que tengo es un doble perfecto que se ha instalado en mi casa y que dice que es mi marido. Aquello que me contó usted me pareció una tontería, perdóneme que se lo diga así, pero bueno, me pareció usted un señor muy amable y muy correcto, y por eso es por lo que he venido ya varias veces a verle, por no hacerle un feo.
Al principio, cuando estuve segura de que Esteban no era Esteban, pensé en ponerle una denuncia, al nuevo claro, no a mi marido, pero me pareció difícil que me creyeran en la comisaría y me dio un poco de vergüenza explicarle a un policía que un señor mayor, muy parecido a mi marido, se me había metido en mi casa y en mi cama.
Pensé también en intentar echarle de casa, o mandarle de viaje durante una temporada, que de algo nos tenía que servir estar jubilados y tener una casa en la playa. Mi amiga Lucía se reía, con esa risita nerviosa suya tan tonta y tan cursi que tiene, cuando le dije que llegué a pensar en liquidarle. ¿Qué sé yo? Un traspiés en la escalera, algo en la comida que le diera una buena sacudida a su hipertensión o un resbalón en la bañera. Algo fácil y limpio que me quitara de encima a aquel desconocido que era como una copia de mi Esteban. Pero no hice nada de eso. Seguí disimulando y la verdad es que me he ido acostumbrando a aquel señor.
Y aquí estoy otra vez, charlando con usted. No sé para qué, la verdad, porque ya le digo que desde hace tiempo estoy bien segura de lo que le estoy contando, y aunque hubo un momento al principio en que me produjo un poco de cosa tener en casa a un señor que no conocía, y lo que me apetecía era que volviera el de siempre, luego me fui dando cuenta de que es un señor muy majo. Mucho más cuidadoso que mi Esteban. Y más amable. Tiene la misma cara de pasmado que ha tenido Esteban toda la vida, pero a veces, cuando quiere, es mucho más simpático. Estoy encantada con él. Hasta algún día me ha dado una alegría al irnos a dormir, ya sabe usted a qué me refiero. Hacía años que Esteban, mi marido, el otro, ni se acordaba de esas cosas. Y mira éste, una alegría, ya le digo. Una alegría adecuada a nuestra edad, claro, pero qué quiere que le diga, una alegría al fin y al cabo. Así que he pensado que quizá podría quedármelo, antes de que aparezca el verdadero, que era un aburrido y un insustancial y un soso. ¿A usted qué le parece?

La Cabrera, octubre de 2017.

Licencia Creative Commons
El impostor por Román J. Navarro Carrasco se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Días de libro y sofá

Hoy me ha despertado la lluvia.
En la sierra ha empezado a llover. Mucho. Y creo que en todas partes, por lo que me cuentan amigxs y familia.
Esta mañana llovía como si hubiera que recuperar el retraso de estos primeros días de otoño que han sido demasiado calurosos, demasiado secos, quizá demasiado veraniegos.
Intentaré buscarme un rato esta semana, antes de subirme a Albarracín el viernes, para darme un buen paseo por mi dehesa recién empapada...

[La ilustración es de Xarly Rodríguez (@lucreativo en Instagram). Gracias Solenpapel por compartirla.]

martes, 17 de octubre de 2017

gente que lee (187)

Relieve realizado a finales del siglo II de nuestra era, representando una antigua escuela romana encontrado en Neumagen, Alemania.

lunes, 16 de octubre de 2017

Aplastamiento de las gotas

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. 
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Julio Cortázar [1914-1984]

domingo, 15 de octubre de 2017

gente que lee (186)

Floria Tosca y Mario Cavaradossi leyendo el salvoconducto que les ha escrito, poco antes de morir, el barón Scarpia para salir de Roma... durante el tercer acto de la ópera Tosca [1900] de Giacomo Puccini [1858-1924].

En la imagen Raina Kabaivanska y Plácido Domingo en la versión de la ópera que se grabó en los escenarios reales en los que ocurre la acción.

sábado, 14 de octubre de 2017

Tosca

El libreto de la ópera Tosca, otro librito que me llevo a casa.
Éste muy deseado y disfrutado.

viernes, 13 de octubre de 2017

jueves, 12 de octubre de 2017

La gente no habla de nada

[...] A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el «Metro». O en las cafeterías. Y, ¿sabe qué?
—¿Qué?
—La gente no habla de nada.
—¡Oh, de algo hablarán!
—No, de nada. Citan una serie de automóviles, de ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos dicen lo mismo y nadie tiene una idea original. Y en los cafés, la mayoría de las veces funcionan las máquinas de chistes, siempre los mismos, o la pared musical encendida y todas las combinaciones coloreadas suben y bajan, pero sólo se trata de colores y de dibujo abstracto. Y en los museos... ¿Ha estado en ellos? Todo es abstracto. Es lo único que hay ahora. Mi tío dice que antes era distinto. Mucho tiempo atrás los cuadros a veces decían algo o incluso representaban a personas.
—Tu tío dice, tu tío dice... Tu tío debe de ser un hombre notable.
—Lo es. Sí que lo es. Bueno, he de marcharme. Adiós, Mr. Montag.
—Adiós.
—Adiós...

De la novela Fahrenheit 451, escrita por Ray Bradbury [1920-2012] en 1953.

miércoles, 11 de octubre de 2017

gente que lee (184)

Marinero leyendo un cómic, 1942.
Fotografía de Thomas D. McAvoy [1905-1966]..

lunes, 9 de octubre de 2017

Baldo y mi abuela Maruja

Me lo manda hace un rato mi tío Paco desde Algeciras...
;o)

domingo, 8 de octubre de 2017

Aprendiendo todo el rato

Estos días estoy preparando los talleres de fotografía que empezamos esta semana en La Cabrera. Hace unos días conté aquí lo bien que me lo paso con estas cosas. Y además aprendo todo el rato... De fotografía, por supuesto, pero también de muchas más cosas.
Leyendo y buscando cosas aquí y allá esta semana he aprendido palabras como polímata, fosfeno, escopofilia y polisón...
Son palabras de esas que ciertamente no son muy útiles para la vida diaria, pero que mola conocer y de las que uno nunca sabe cuándo pueden salir en una conversación cultureta......
;o)))

sábado, 7 de octubre de 2017

Kazuo Ishiguro

Kazuo Ishiguro [1954- ], escritor británico de origen japonés, premio Nobel de Literatura 2017.
(La imagen fue realizada en 1989 por Sally Soames)

viernes, 6 de octubre de 2017

Fronteras

La disputa sobre fronteras eclipsa la evidencia de su obsolescencia.

Lo acabo de leer hace un rato en el facebook de Vero.
Así de claro. Así de fácil. Así de obvio.

jueves, 5 de octubre de 2017

miércoles, 4 de octubre de 2017

Caligrafías

Leo aquí y allá que se afianza la tendencia consistente en dulcificar los cuentos infantiles de toda la vida para que los niños no se traumaticen con las desventuras de Hansel y Gretel o de Caperucita Roja, por poner dos ejemplos. Así, mientras la ficción se sosiega, la realidad se destempla. Vean: cuatro críos de cinco, siete, nueve y catorce años convivieron durante varios días con los cadáveres de su madre y de su pareja, que se habían suicidado con fármacos en el dormitorio de la vivienda tras haber sido expulsados paulatinamente por la maquinaria del sistema hacia sus márgenes. Los niños, temerosos de caer en una pesadilla novelesca digna de Stephen King si intentaban despertarlos, continuaron con sus rutinas sin mencionar a nadie lo que ocurría en casa. El mayor se ocupaba del aseo de los pequeños y los cuatro se iban cada día al colegio mientras los cadáveres se descomponían y enfriaban sobre la cama. Ignoramos cómo afrontaban los pobres huérfanos las clases de matemáticas o de caligrafía. No debe de ser fácil sumar dos y dos o escribir con buena letra mi mamá me ama en tales circunstancias. 
¿Y si dejáramos de retocar los cuentos infantiles de toda la vida para aplicarnos a mejorar la realidad que comienza a imitarlos? Después de todo, la ficción nos vacuna de los peligros de la existencia. Si ningún niño pequeño ha sido tragado hasta ahora por una vaca y expulsado horas más tarde por el culo del animal, confundido entre sus heces, ha sido sin duda gracias a un cuento donde ya sucedía eso. Cuando la fantasía desaparece, la realidad tiende a ocupar su espacio. Éranse una vez cuatro niños cuyos padres se suicidaron en la habitación de al lado mientras ellos mismos se preparaban el colacao en la cocina.

Juan José Millás [1946- ] en El País hace unos días.

martes, 3 de octubre de 2017

Empezando, otra vez

Estos días tengo mucho la sensación de que empieza todo: nuevos talleres de fotografía en La Cabrera, nuevos alumnos, nuevas actividades y, claro, nuevo taller de escritura con Zapata.

¡Seguimos!

lunes, 2 de octubre de 2017

La más perniciosa ralea de repugnantes sabandijas

Se quedó completamente asombrado con el relato que le hice de los acontecimientos de nuestra historia durante el último siglo, y enérgicamente afirmó que se trataba simplemente de un cúmulo de conspiraciones, rebeliones, asesinatos, matanzas, revoluciones y destierros, los peores efectos que la avaricia, el partidismo, la hipocresía, la deslealtad, la crueldad, la ira, la locura, el odio, la envidia, la lujuria, el rencor y la ambición pudieran producir.
En otra entrevista Su Majestad se tomó la molestia de recapitular el total de todo lo que yo había dicho, comparó las preguntas que me había hecho con las respuestas que le había dado, y después, tomándome en sus manos y acariciándome suavemente, se expresó con estas palabras, que no olvidaré nunca, ni el modo en que las pronunció. «Amiguito Grildrig: Has hecho un panegírico admirabilísimo de tu país. Has demostrado claramente que la ignorancia, la holgazanería y el vicio son los ingredientes necesarios para poder ser legislador; que las leyes las explican, interpretan y aplican mejor aquellos cuyo interés y aptitudes radican en tergiversarlas, embarullarlas y eludirlas. Advierto en vosotros algunos trazos de una cierta institución que originalmente pudo haber sido aceptable, pero que se encuentran medio borrados, y el resto completamente desdibujados y emborronados por la corrupción. De todo lo que has dicho no parece que sea necesario ningún talento para la consecución de cargo alguno entre vosotros, y mucho menos que los hombres se ennoblezcan con su virtud, que los sacerdotes asciendan por su devoción o erudición, los soldados por su conducta o valor, los jueces por su integridad, los parlamentarios por el amor a la patria y los consejeros por su sabiduría. En cuanto a ti (continuó el Rey), que has pasado la mayor parte de tu vida viajando, me inclino a confiar que puedas haber escapado hasta ahora de muchos vicios de tu país. Pero por lo que colijo de tu propio relato y de las respuestas que con mucho trabajo he arrancado y desentrañado de ti, no puedo por menos de concluir que la mayoría de tus paisanos son la más perniciosa ralea de repugnantes sabandijas que la Naturaleza haya jamás permitido se arrastre sobre la superficie de la tierra.»

Del capítulo 6 de la segunda parte de Los viajes de Gulliver [1726], de Jonathan Swift [1667-1745], en la que el protagonista viaja a Brobdingnag, país habitado por gigantes y situado, quizá, en algún lugar del norte del océano Pacífico...