El médico me ha dicho que pasee. «Tienes que pasear, Ramiro», me ha aconsejado el médico... ¡pero es que es tan sencillo aconsejar!
Es más: si fuera médico yo mismo, o sacerdote incluso ¡qué buenos consejos daría! Bien mirado resulta muy bonito (y hasta benéfico para el amor propio) esa modesta lotería que es ganarse uno el sustento aconsejando a la gente. «Tienes que pasear, Ramiro». ¡Nos ha jorobado con los paseos! Menuda solución. Pongamos además que le hago caso al médico. Mañana mismo. Digamos que a las nueve o nueve y media (ni muy temprano ni muy tarde), me levanto, me aseo, me visto, me coloco las gafas, e incluso cojo la gabardina del perchero, por si al día le da por meterse en agua.
Muy bien. Ya estoy en el portal. Y ahora... ¿qué? Eso: ¿paseo? ¡Y qué voy a ganar paseando! Hacerlo todo más difícil. Eso voy a ganar. Porque si verdaderamente decidiera dar un paseo (lo que no creo que ocurra nunca), antes sería imprescindible que meditara sobre muchas cosas... Y cosas muy sutiles además; cosas que a cualquier hombre que tuviera la cabeza en su sitio le ocuparían seguramente meses, puede que años enteros, de laboriosa reflexión. ¿Paseo a la derecha o paseo a la izquierda? ¿Paseo a lo largo de la calle, como es costumbre entre las viejecitas; o a lo ancho mejor, como los perros atolondrados? ¿Paseo a lo alto quizá, como a veces he visto que hacen las moscas? ¿Es, en general, posible, esa actividad humana a la que a falta de otro nombre más exacto (o más consolador, si se prefiere) denominamos «pasear»?
«Tienes que pasear, Ramiro», me ha dicho el médico. «¡Ah, doctor, doctor —tendría que haberle contestado—; qué bien se ven las cosas al otro lado de su mesa, rufián! ¡Qué desnudas de aristas! ¡Y cuánta crueldad (me gustaría pensar que involuntaria) puede encerrarse a veces en el consejo mejor intencionado!».
Del libro de cuentos, muy recomendable, Las buenas intenciones y otros cuentos [2001] de mi profesor de escritura Ángel Zapata [1961- ].
No hay comentarios:
Publicar un comentario