En esos nuevos círculos [el autor habla de centro Europa durante el siglo XVIII], entablar relaciones estaba íntimamente unido a las lecturas literarias conjuntas y al intercambio que surge al respecto. Se trataba menos de si se podía aprender algo de la literatura, y en qué medida, y si servía para la vida, que de vivir y celebrar el momento: la lectura hacía que el tiempo se olvidara, los sentimientos fluyeran y los cuerpos se encontraran. En suma, leer era un medio para desatar emociones. Pero también la mejor manera de que las mujeres participaran en esa vida en comunidad natural que acababa de nacer y desempeñaran en ella un papel que fuera más allá de la apariencia y las vistas al matrimonio. Las veladas literarias dotaron de voz y estatus social a las mujeres. Y éste no dependía del todo, aunque sí en gran medida, de su origen, de la pertenencia a una clase social determinada y de una formación académica por regla general inaccesible a las mujeres. Leer proporcionaba cierta independencia y abría nuevas vías para disfrutar la vida.
De Mujeres y libros [2013] de Stefan Bollmann [1958- ].
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