La semana pasada estuve de visita en la
Biblioteca Nacional. Siempre había tenido la idea de que era un
sitio hermético cuyo acceso estaba reservado sólo para unos pocos eruditos e iniciados. Me habían contado que desde hace un tiempo no es así y de hecho creo que uno de sus objetivos (no sé cómo de recientes) es tratar de abrir sus puertas a la gente "normal" que quiera conocer lo que alberga.
Por ejemplo, el trámite para conseguir el carné de la biblioteca se puede hacer en un momento allí mismo, sólo presentando el DNI si quieres ser
lector, y alguna documentación extra si quieres el de investigador.
Cuando fui el miércoles pasado, tuve la suerte de que una amiga que trabaja allí me ofreciera una "visita guiada" por el edificio para enseñarme las diferentes salas de lectura y contarme cómo funciona la biblioteca. Me llevaba y me traía por pasillos, escaleras y ascensores, y tuve la sensación de estar en un lugar demasiado laberíntico, poco intuitivo para moverte por él.
Unos días antes, cuando hablamos de vernos allí, me había preguntado si me gustaría ver los depósitos. Le dije que por supuesto que sí. Así que pedimos permiso y me llevó por algunas de las salas en las que se guardan los miles y miles y miles de libros que hay en la biblioteca.
Son muchos pisos, con innumerables pasillos, en los que hay cientos de metros de estanterías llenos de libros. Cuando te mueves entre ellos tienes la sensación, muy real aunque sepas que no es cierta, de que allí está
todo.
Ante mi sorpresa, me explicaron que los libros no están ordenados por temas, por autores, por fechas, o por algún otro
criterio que pueda ser más o menos razonable: los libros se ordenan por "orden de llegada". Después del 23954 viene el 23955 y luego el 23956... No importa de qué hable cada uno de ellos: informática, sexualidad, fontanería, religión, alpinismo, jardinería o literatura...
Así que al asombro que produce la cantidad se añade la sorpresa de ir mirando los lomos de cada uno y preguntarte qué vas a encontrar en el siguiente.
Fue una visita fascinante. ¡Gracias!
También, claro, hay un lado oscuro que sólo he vislumbrado, aunque es fácil de imaginar: al llegar me recibió un tipo en la puerta que me dio un panfleto en el que se protestaba por las condiciones laborales de la biblioteca, y leo y me cuentan que el presupuesto está reducido casi a la mitad, que hay montones de documentos, prensa, etc. que se están deteriorando sin que se escaneen ni se haga nada con ellos, que hay equipos que no se reponen, que disminuye el personal, que vienen investigadores de otros países que se lamentan de que no seamos conscientes de lo que se almacena en esas salas...
Por desgracia nada que sorprenda en estos tiempos: la cultura, la ciencia o la educación siguen a la cola de las prioridades de
nuestros gobiernos.