Ayer murió Eduard Punset [1936-2019].
En nuestro país, que lleva siglos y siglos mucho más interesado en la religión que en la ciencia, que prefiere la superstición al progreso, que parece que aún puede retroceder todavía más por lo que vemos en los telediarios, y que muchas veces parece que mira más al siglo XII que al XXII, perder a hombres y mujeres como él es una catástrofe.
A pesar de todo, seguimos.
Sit tibi terra levis.
He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]
jueves, 23 de mayo de 2019
miércoles, 8 de mayo de 2019
martes, 7 de mayo de 2019
Afortunadamente
Afortunadamente
no tenemos presente.
No tenemos presente
lo
de
que
nos tenemos que morir.
Gloria Fuertes [1917-1998]
no tenemos presente.
No tenemos presente
lo
de
que
nos tenemos que morir.
Gloria Fuertes [1917-1998]
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lunes, 6 de mayo de 2019
Deleatur
Hace unos días, leyendo la novela El corrector, de Ricardo Menéndez Salmón, aprendí lo que es el signo deleatur:
Se trata del signo que usan quienes corrigen para indicar que el texto marcado ha de ser suprimido.
Un no parar de aprender, oiga.
Se trata del signo que usan quienes corrigen para indicar que el texto marcado ha de ser suprimido.
Un no parar de aprender, oiga.
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Ricardo Menéndez Salmón
domingo, 5 de mayo de 2019
sábado, 4 de mayo de 2019
viernes, 3 de mayo de 2019
jueves, 2 de mayo de 2019
El tedio
Hasta donde recuerdo, siempre quise ser escritor. Como las caries, mi vocación fue temprana. De niño llenaba ya cuadernos con historias que me ayudaban a soportar mi soledad, aquella vida sin hermanos y, en la mayoría de las ocasiones, sin padres que llevé hasta la adolescencia, cuando mi horizonte se ensanchó con otros juegos y otros jueces.
Nunca he comprendido a quienes afirman que la infancia es el paraíso del hombre. Mi infancia fue triste. La abundancia material que me rodeó, incluso el afecto de las personas que cuidaban de mí, jamás consiguió librarme del aburrimiento, pues desde muy pronto comprendí cuál es la verdadera maldición de la vida. La verdadera maldición de la vida no es el trabajo, ni el sinsentido de la existencia, ni siquiera el dolor o la enfermedad: la verdadera maldición de la vida es el tedio. Sólo quien vence al tedio ha vivido, sólo quien es capaz de hacer algo distinto a matar el tiempo merece decir «he vivido».
Únicamente en los libros, bien como lector, bien como escritor, bien como corrector, he logrado vencer esa sensación de hastío infinito ante los sucesos de la vida. Los viajes me cansan como la Naturaleza cansaba a Hegel, que la veía repetirse a cada paso; la política me cansa como cansa asistir una y otra vez a la misma comedia representada por perros de distinto pelaje, pero que, sin embargo, ladran en idéntica clave; incluso las drogas o los placeres del cuerpo me arrastran, invariablemente, hacia una suerte de antieuforia, de monstruosa apatía.
A menudo Zoe, cuando me encuentra tirado en la cama con mi Onetti, mi Cheever o mi Kawabata en la mano, me llama cínico, eunuco y otras lindezas por el estilo. En esos momentos de rara armonía yo suelo sonreír como un buda ilustrado, agito el libro igual que un abanico y le propongo que nos demos un buen revolcón, pues sé que al regresar de su carne tibia, más allá del músculo y la vena, más allá de nuestro goce y nuestro sincero amor, siempre estarán ellos esperándome.
Capítulo IV de la novela El corrector [2009] de Ricardo Menéndez Salmón [1971- ].
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miércoles, 1 de mayo de 2019
gente que lee (258)
Bertolt Brecht [1898-1956] leyendo.
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martes, 30 de abril de 2019
El Prado, Princesa de Asturias 2019
Hace unos días conté aquí que este año he descubierto los directos que hace el Museo del Prado en Instagram y que estaba encantado viéndolos cada día y aprendiendo ¡siempre! algo nuevo sobre algún cuadro, sobre algún pintor o pintora, sobre mitología, arte, historia...
Además terminaba la entrada diciendo que me parece que ésto es hacer "divulgación de calidad". Y verdaderamente así lo creo: la gente que está detrás de todo esto se cree su trabajo y lo hace bien.
Y eso mola, quizá por infrecuente...
Y esta tarde me he encontrado con ésto en su cuenta: el Museo del Prado, en su 200 aniversario, es Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
¡¡¡Enhorabuena!!!
Además terminaba la entrada diciendo que me parece que ésto es hacer "divulgación de calidad". Y verdaderamente así lo creo: la gente que está detrás de todo esto se cree su trabajo y lo hace bien.
Y eso mola, quizá por infrecuente...
Y esta tarde me he encontrado con ésto en su cuenta: el Museo del Prado, en su 200 aniversario, es Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
¡¡¡Enhorabuena!!!
lunes, 29 de abril de 2019
El mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
ーEl mundo es eso ーrevelóー. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
El libro de los abrazos [1989], Eduardo Galeano [1940-2015].
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
ーEl mundo es eso ーrevelóー. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
El libro de los abrazos [1989], Eduardo Galeano [1940-2015].
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domingo, 28 de abril de 2019
sábado, 27 de abril de 2019
viernes, 26 de abril de 2019
Hojas de cuadritos
Estudié en la Complutense, pero desde que acabé he ido con frecuencia, por unos motivos o por otros, a la Autónoma: a visitar a gente, a comer, a la biblioteca, a recibir o dar clases de algunas cosas... y a la librería.
Me encanta esa librería. Un espacio enorme en el que hay de todo: literatura, ciencias, idiomas, arte... Un sitio donde procrastinar entre libros sin pena ni remordimientos. De hecho algunas veces les he mandado mi currículum por si necesitaban a alguien para trabajar allí una temporada. Nunca me llamaron.
Ayer estuve allí. Fui a dar un par de clases por la mañana y al terminar entré en la librería a preguntar por un par de libros que andaba buscando estos días. Me sorprendió verla medio desmantelada, pero pensé que quizá estaban de inventario o algo así. Pronto me di cuenta de que era algo más feo que un inventario. Habían vaciado casi todo. Sólo quedaban unas cuantas mesas con unos pocos libros extranjeros o de cosas tan exóticas que nunca nadie va a comprarlos, y un señor, con no muy buena cara, moviendo cosas de aquí para allá.
Le pregunté y me dijo que cerraban.
Me explicó que estaban liquidando los libros con un buen descuento y las cosas de papelería hasta que se acabaran.
Me confesó que la empresa estaba en quiebra, que no eran dueños ni de sus propias decisiones y que él había quedado como único empleado hasta que cerraran del todo.
Me contó que los estudiantes universitarios no compran libros, que los profesores tampoco, y que así no puede mantenerse una librería en una universidad.
Mientras yo le respondía que era una pena y que lo sentía muchísimo y que mucho ánimo, se acercó a nosotros una chica jovencita, seguramente una estudiante de primero o segundo, y le preguntó si tenía cuadernos de espiral con hojas de cuadritos. El señor, un poco ojeroso y con cara de estar muy cansado, se despidió de mí con un gesto de la mano y se puso a explicarle a la chica dónde encontrarlos.
Fuera no paraba de llover, así que me puse la capucha, me cerré bien el abrigo, me puse por delante mi mochila para protegerla del agua y salí hacia el coche para subir a la sierra a comer algo rápido y así llegar a tiempo a la clase que tenía por la tarde en Buitrago.
Me encanta esa librería. Un espacio enorme en el que hay de todo: literatura, ciencias, idiomas, arte... Un sitio donde procrastinar entre libros sin pena ni remordimientos. De hecho algunas veces les he mandado mi currículum por si necesitaban a alguien para trabajar allí una temporada. Nunca me llamaron.
Ayer estuve allí. Fui a dar un par de clases por la mañana y al terminar entré en la librería a preguntar por un par de libros que andaba buscando estos días. Me sorprendió verla medio desmantelada, pero pensé que quizá estaban de inventario o algo así. Pronto me di cuenta de que era algo más feo que un inventario. Habían vaciado casi todo. Sólo quedaban unas cuantas mesas con unos pocos libros extranjeros o de cosas tan exóticas que nunca nadie va a comprarlos, y un señor, con no muy buena cara, moviendo cosas de aquí para allá.
Le pregunté y me dijo que cerraban.
Me explicó que estaban liquidando los libros con un buen descuento y las cosas de papelería hasta que se acabaran.
Me confesó que la empresa estaba en quiebra, que no eran dueños ni de sus propias decisiones y que él había quedado como único empleado hasta que cerraran del todo.
Me contó que los estudiantes universitarios no compran libros, que los profesores tampoco, y que así no puede mantenerse una librería en una universidad.
Mientras yo le respondía que era una pena y que lo sentía muchísimo y que mucho ánimo, se acercó a nosotros una chica jovencita, seguramente una estudiante de primero o segundo, y le preguntó si tenía cuadernos de espiral con hojas de cuadritos. El señor, un poco ojeroso y con cara de estar muy cansado, se despidió de mí con un gesto de la mano y se puso a explicarle a la chica dónde encontrarlos.
Fuera no paraba de llover, así que me puse la capucha, me cerré bien el abrigo, me puse por delante mi mochila para protegerla del agua y salí hacia el coche para subir a la sierra a comer algo rápido y así llegar a tiempo a la clase que tenía por la tarde en Buitrago.
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jueves, 25 de abril de 2019
miércoles, 24 de abril de 2019
gente que lee (257)
Óleo sobre lienzo de José Moreno Carbonero [1860-1942]
Uno de mis descubrimientos de estos últimos meses han sido los directos que hace el Museo del Prado en Instagram todos los días de lunes a viernes, de 10 menos 10 a 10.
Cada mañana un cuadro comentado en diez minutos: fácil, agradable, ameno, divertido, interesante, riguroso...
¡Divulgación de calidad!
¡Gracias!
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martes, 23 de abril de 2019
De vuelta...
Hace tiempo que me rondaba la idea de volver a este blog...
Después de muchos meses (más o menos) ininterrumpidos colgando entradas aquí relacionadas con las cosas que leo y las cosas que escribo, en octubre del año pasado, sin previo aviso, sin quererlo, dejé de publicar entradas en mi Capítulo VI.
Ha sido una especie de descanso. Y me apetecía volver a compartir lo bien que me lo paso con los libros. Y hoy, 23 de abril, puede ser un buen día...
Ayer mi casero me dijo que tenía en el buzón un aviso de una carta que me había llegado. Pensé en Hacienda, pensé en multas del coche... en fin, poca gente me escribe últimamente en papel, así que no pensé en nada bueno.
Esta mañana la he recogido y he visto que no era de Hacienda ni de Tráfico. Era un aviso de una carta enviada por mi amigo Sergio desde Segovi, que llevaba en el buzón desde el día 11: demasiados días sin pasar por casa...
Y hoy mismo no he podido aguantar las ganas y me he ido a Correos a ver qué era.
¡Me encanta!
Un libro sobre "taras, neuras y tics de quienes leen con locura" que me llega el día del Libro....
¿Qué mejor excusa para resucitar mi blog sobre cosas que leo y cosas que escribo que contar que me han hecho un regalo tan, tan, tan molón...?
¡¡¡Seguimos!!!
Después de muchos meses (más o menos) ininterrumpidos colgando entradas aquí relacionadas con las cosas que leo y las cosas que escribo, en octubre del año pasado, sin previo aviso, sin quererlo, dejé de publicar entradas en mi Capítulo VI.
Ha sido una especie de descanso. Y me apetecía volver a compartir lo bien que me lo paso con los libros. Y hoy, 23 de abril, puede ser un buen día...
***
Ayer mi casero me dijo que tenía en el buzón un aviso de una carta que me había llegado. Pensé en Hacienda, pensé en multas del coche... en fin, poca gente me escribe últimamente en papel, así que no pensé en nada bueno.
Esta mañana la he recogido y he visto que no era de Hacienda ni de Tráfico. Era un aviso de una carta enviada por mi amigo Sergio desde Segovi, que llevaba en el buzón desde el día 11: demasiados días sin pasar por casa...
Y hoy mismo no he podido aguantar las ganas y me he ido a Correos a ver qué era.
¡Me encanta!
Un libro sobre "taras, neuras y tics de quienes leen con locura" que me llega el día del Libro....
¿Qué mejor excusa para resucitar mi blog sobre cosas que leo y cosas que escribo que contar que me han hecho un regalo tan, tan, tan molón...?
¡¡¡Seguimos!!!
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Día del Libro,
Sergio Martín
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