Convertidos en un punto de vista único y puro nos encontramos en las alturas, sobre la ciudad. Lo que vemos ahora es el cuadro de una enorme metrópolis que se despierta. Trenes de cercanías pintados de diferentes colores se desplazan cada uno en una dirección distinta llevando a mucha gente de un lugar a otro. Ellos, los transportados, son individuos con un rostro y una mentalidad distintos, pero, a la vez, son parte anónima de un conjunto. Son una totalidad, pero, a la vez, sólo una pieza. Y, manejando esta dualidad de un modo hábil y acomodaticio, todos llevan a cabo sus ritos matutinos con precisión y rapidez. Se lavan los dientes, se afeitan, eligen una corbata, se pintan los labios. Ven las noticias de la televisión, intercambian algunas palabras con su familia, comen, defecan.
Junto con el alba, llegan los cuervos en bandadas a la ciudad en busca de alimento. Sus alas negrísimas y aceitosas brillan al sol de la mañana. La dualidad no reviste una gran importancia ni para los cuervos ni para los seres humanos. Asegurarse los nutrientes necesarios para la propia supervivencia: éste es, para ellos, el asunto primordial. Los camiones aún no han recogido toda la basura de las calles. Es una ciudad gigantesca y produce cantidades ingentes de desechos. Entre graznidos alborozados, los cuervos se lanzan sobre todos los rincones de la ciudad, como bombarderos en picado.
El nuevo sol vierte una nueva luz sobre las calles. Los cristales de los rascacielos lanzan destellos cegadores. En el cielo no hay ni una sola nube. Por ahora, no descubrimos ni un solo jirón. Sólo la neblina de la polución se extiende a lo largo de la línea del horizonte. La luna en cuarto creciente flota en el cielo del oeste convertida en una muda y pétrea masa de color blanco, en un mensaje perdido en la lejanía. Los helicópteros de los boletines informativos sobrevuelan el cielo con un movimiento nervioso, enviando a las emisoras imágenes del estado del tráfico en las carreteras. En la autopista de la capital, los vehículos que acceden a la ciudad ya han empezado a formar retenciones entre los peajes. Frías sombras se extienden aún en muchas calles encajonadas entre los edificios. En ellas todavía permanecen intactos muchos recuerdos de la noche anterior.
De la novela After Dark [2004] del escritor japonés Haruki Murakami [1949- ].