He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

viernes, 12 de octubre de 2018

6:50 am

Convertidos en un punto de vista único y puro nos encontramos en las alturas, sobre la ciudad. Lo que vemos ahora es el cuadro de una enorme metrópolis que se despierta. Trenes de cercanías pintados de diferentes colores se desplazan cada uno en una dirección distinta llevando a mucha gente de un lugar a otro. Ellos, los transportados, son individuos con un rostro y una mentalidad distintos, pero, a la vez, son parte anónima de un conjunto. Son una totalidad, pero, a la vez, sólo una pieza. Y, manejando esta dualidad de un modo hábil y acomodaticio, todos llevan a cabo sus ritos matutinos con precisión y rapidez. Se lavan los dientes, se afeitan, eligen una corbata, se pintan los labios. Ven las noticias de la televisión, intercambian algunas palabras con su familia, comen, defecan.
Junto con el alba, llegan los cuervos en bandadas a la ciudad en busca de alimento. Sus alas negrísimas y aceitosas brillan al sol de la mañana. La dualidad no reviste una gran importancia ni para los cuervos ni para los seres humanos. Asegurarse los nutrientes necesarios para la propia supervivencia: éste es, para ellos, el asunto primordial. Los camiones aún no han recogido toda la basura de las calles. Es una ciudad gigantesca y produce cantidades ingentes de desechos. Entre graznidos alborozados, los cuervos se lanzan sobre todos los rincones de la ciudad, como bombarderos en picado.
El nuevo sol vierte una nueva luz sobre las calles. Los cristales de los rascacielos lanzan destellos cegadores. En el cielo no hay ni una sola nube. Por ahora, no descubrimos ni un solo jirón. Sólo la neblina de la polución se extiende a lo largo de la línea del horizonte. La luna en cuarto creciente flota en el cielo del oeste convertida en una muda y pétrea masa de color blanco, en un mensaje perdido en la lejanía. Los helicópteros de los boletines informativos sobrevuelan el cielo con un movimiento nervioso, enviando a las emisoras imágenes del estado del tráfico en las carreteras. En la autopista de la capital, los vehículos que acceden a la ciudad ya han empezado a formar retenciones entre los peajes. Frías sombras se extienden aún en muchas calles encajonadas entre los edificios. En ellas todavía permanecen intactos muchos recuerdos de la noche anterior. 

De la novela After Dark [2004] del escritor japonés Haruki Murakami [1949- ].

jueves, 11 de octubre de 2018

Postrarse

En agradecimiento, me postro ante todas las generaciones de antepasados de mi familia biológica. Veo a mi madre y a mi padre, cuya sangre, carne y vitalidad corren por mis propias venas y alimentan cada célula de mi cuerpo. A través de ellos veo a mis cuatro abuelos. Sus expectativas, experiencias y sabiduría me han sido transmitidas a través de innumerables generaciones de antepasados. Llevo en mí la vida, sangre, experiencia, sabiduría, felicidad y dolor de todas las generaciones. Practico para transformar el sufrimiento y los demás elementos susceptibles de ser transformados. Abro mi corazón, carne y huesos para recibir la energía de la visión interior, del amor y de la experiencia transmitidos por mis antepasados. Veo que el origen de mis raíces procede de mi padre, mi madre, mis abuelos, mis abuelas y todos mis antepasados. Sé que sólo soy la continuación de este linaje ancestral. Por favor, apóyame, protégeme y transmíteme tu energía. Sé que dondequiera que los hijos y los nietos estén, los antepasados también están allí. Sé que los padres aman siempre y apoyan a sus hijos y a sus nietos aunque no siempre sean capaces de expresarlo eficazmente por culpa de las dificultades que han tenido. Veo que mis antepasados han intentado construir un modo de vivir basado en la gratitud, la alegría, la confianza, el respeto y el amor compasivo. Como continuación de mis antepasados me postro profundamente y permito que sus energías fluyan a través de mí. Pido a mis antepasados que me apoyen, me protejan y me den fuerza.

Texto del maestro zen vietnamita Thích Nhất Hạnh [1926- ], que hoy cumple 92 años, con el que se cierra el libro El buen amor en la pareja [2013], de Joan Garriga [1957- ].

miércoles, 3 de octubre de 2018

martes, 2 de octubre de 2018

Donde el lector convendrá en que a rose is a rose is a rose-

¿Cuántas veces, bajo el efecto de la sorpresa, se pierde la verdadera sorpresa que ésta encierra? Es lo que quizá nos sucedió hoy delante de la recepción del motel del paradero de Beaune, donde alguien a quien sin duda no veremos jamás ha cultivado rosas de formas perfectas y de colores deslumbrantes. ¿Cómo decir un color que se extiende sobre los pétalos como si fuera la cosa más natural del mundo, y que es a la vez textura, consistencia, luz y sombra, calor que no impide que una suerte de certidumbre de frescura domine el conjunto? Inútil explicar que las más asombrosas eran de un color que habría que situar entre el rojo y el rosa, dosificando cuidadosamente las ligeras gotas de naranja que realzaban su luminosidad; pues incluso si el lector lograra por un azar delirante una visión mental de ese tinte le faltaría el aterciopelado a la vez pesado y transparente que parecía sostener el desafío de darse tranquilamente allí, a unos cientos de metros de la autopista, de sus ruidos, sus ritmos y sus gases de combustión. No se podía hacer otra cosa que quedarse ahí, entregarse a la sed de ese color, de esa textura, sorprendidos al comprobar que una emoción semejante puede nacer todavía de una flor, y sintiéndonos un poco tontos al no tener otra posibilidad de reacción que la de decir oh, qué hermosura. Y encaminarnos al cuarto del motel, llave en mano.
¿Pero quién nos dice que ese color, que es una sorpresa en sí mismo, existe únicamente para alejar al espectador, por la sorpresa misma, de otra cosa, de una clave oculta en el interior de los pétalos, una belleza aún más grande protegida por un peldaño inferior del mismo fenómeno? Esa última mirada, ¿no hubiera debido excitar todavía más nuestra sed, en vez de saciarla? ¿O hay que aceptar ese género de belleza tal como se presenta, como si nada pudiera sobrepasarla? No sabremos nunca si esa flor perfecta ocultaba una segunda todavía más maravillosa. Y no siendo botánicos, nos hubiera sido imposible ir a ver sin destruir lo que se nos había ofrecido como un placer gratuito e inesperado.

De Los autonautas de la cosmopista [1983] de Julio Cortázar [1914-1984] y Carol Dunlop [1946-1982].

lunes, 1 de octubre de 2018

Soneto CCXXXII

Si no es amor, ¿qué es lo que siento entonces?
Mas si es amor, por Dios, ¿qué cosa y cómo?
Si buena es, ¿por qué es mortal su efecto?
Y si mala, ¿por qué es dulce el tormento?

Si a voluntad me abraso, ¿por qué el llanto?
Si a mi pesar, ¿de qué vale lamentarse?
Oh delicioso daño, o viva muerte,
¿cómo, sin consentirlo, tanto puedes?

Y no me he de quejar, si lo consiento.
En frágil barca y vientos tan contrarios
me encuentro en alta mar y sin gobierno,

tan falto de saber, de error cargado,
que yo mismo no sé ni lo que quiero,
y tiemblo de calor, y ardo de frío.

Francesco Petrarca [1304-1372]