He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

domingo, 31 de enero de 2016

La palabra 'río'

Una gran parte de nuestra imaginación lectora consiste en establecer asociaciones visuales libres. Una gran parte de lo que imaginamos como lectores no lo dice el autor del texto.
(Soñamos despiertos mientras leemos.)
Una novela estimula nuestras habilidades interpretativas, pero también invita a nuestra mente a divagar.
[...]
Estoy leyendo de nuevo a Dickens (Nuestro amigo común) y trato de imaginarme un elemento del libro: un puerto industrial: El río, los barcos, los muelles, los almacenes...
¿De dónde procede el material con el que imagino esta escena? Rebusco en mi memoria para encontrar un lugar similar, con unos muelles parecidos. Me cuesta un rato.
Pero al fin recuerdo un viaje que hice, de niño, con mi familia. Había un río y un muelle: es el mismo que he imaginado. 
Después me doy cuenta de que, hace un tiempo, cuando un amigo me describió su casa en España, incluidos los "muelles", yo me estuve imaginando el mismo muelle: el que había visto durante aquellas vacaciones de mi infancia; el que he "utilizado" al imaginarme la novela que estoy leyendo.
(¿Cuántas veces habré utilizado ese muelle?)
Imaginar los hechos y los decorados de la ficción nos permite atisbar involuntariamente imágenes de nuestro pasado.
(Y podemos examinar nuestra imaginación, como examinamos nuestros sueños, para encontrar pistas y fragmentos de nuestra experiencia perdida.)
Las palabras son efectivas no por lo que encierran en sí, sino por su capacidad latente para liberar la experiencia acumulada del lector. Las palabras "contienen" significados. Pero, lo que es más importante, potencian el significado...
***
La palabra río contiene en sí todos los ríos, que manan como afluentes de ella. Y esta palabra no sólo contiene todos los ríos, sino -aún más importante- todos mis ríos: cada experiencia posible de los ríos que he visto, donde he nadado o pescado, cuyo rumor he oído, de los que he oído hablar, que he conocido directamente o me han afectado de un modo tangencial, por persona interpuesta o de cualquier otra manera. Esos "ríos", mosaicos infinitamente minuciosos de riachuelos y afluentes, alimentan la capacidad de la ficción para espolear mi imaginación. Al leer la palabra río, con o sin contexto, yo me sumerjo bajo su superficie. (Soy un niño vadeando el río con un lento y pegajoso chapoteo, cortándome los pies con las rocas del fondo; o bien veo ahora el río gris por la ventana, justo a la derecha, por encima de los árboles del parque, cubierto con una capa de hielo, o bien me llega el recuerdo -cargado con el erotismo avasallador de la adolescencia- del movimiento de la falda de una chica, en un muelle de una ciudad extranjera, junto al meandro de un río...)
Ahí está el poder dormido de la palabra, desbordándose de su cauce cuando viene al caso. Hace falta muy poco por parte del autor, si te paras a pensarlo.
(Nosotros ya estamos inundados de agua de río, y sólo necesitamos que el autor dé un golpecito en ese gran embalse.)

¿Qué vemos cuando leemos? [2015]
Peter Mendelsund.

sábado, 30 de enero de 2016

El acto de escribir

Para bien o para mal, soy un narrador. Sospecho que esta afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo, y una memoria autobiográfica.
El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar -da igual cuál sea el tema- en el que me hallo totalmente absorto y ajeno a pensamientos, preocupaciones y obsesiones que puedan distraerme, incluso al paso del tiempo. En esos raros y celestiales estados mentales puedo escribir sin parar hasta que ya no veo el papel. Sólo entonces me doy cuenta de que ha anochecido y me he pasado el día escribiendo. 
A lo largo de mi vida he escrito millones de palabras, pero el acto de escribir me sigue pareciendo algo tan nuevo y divertido como cuando empecé, hace casi setenta años.

Son los tres últimos párrafos de En movimiento [2015], la autobiografía del escritor y neurólog británico Oliver Sacks [1933-2015]. Un libro absolutamente recomendable.

viernes, 29 de enero de 2016

Leyendo a Chéjov

Leyendo en casa los cuentos de Antón Chéjov [1860-1904], de cuyo nacimiento se cumplen hoy 156 años.

jueves, 28 de enero de 2016

Ungeziefer

Kafka le escribió al editor de la Metamorfosis, temiendo que el diseñador de la portada intentara reproducir algo aproximado a su Ungeziefer ("bicho"):
¡Eso no, por favor, eso no! El insecto no ha de aparecer dibujado. No hay que mostrarlo ni siquiera de lejos.
Una prohibición casi desesperada. ¿Trataba Kafka de limitar la capacidad de imaginar de sus lectores? Un traductor de Kafka me sugirió que quizá lo que éste quería era que su insecto se viera (o que el lector lo viera) sólo desde dentro: desde el punto de vista del propio insecto.
[...]
Estas imágenes que "vemos" cuando leemos son personales. Lo que no vemos es lo que el autor imaginaba cuando estaba escribiendo un libro. Dicho de otro modo: cada narración está hecha para que la sometamos a una transposición, para que la traduzcamos con la imaginación; para que la traduzcamos mediante asociaciones personales. Es decir, es nuestra.

¿Qué vemos cuando leemos? [2015]
Peter Mendelsund.

miércoles, 27 de enero de 2016

gente que lee (73)

Biblioteca de San Francisco, diciembre de 2015.
La foto me la manda mi amiga María, que ha andado por allá últimamente...

martes, 26 de enero de 2016

Pena o envidia

Tienes un carácter muy difícil, pero no es por eso por lo que no quiero casarme contigo. No quiero casarme contigo porque esa vez que te digo y otras muchas me has dado pena, y a mí me gustaría casarme con un hombre que no me diera pena, porque bastante tengo con la que me doy yo.
Me gustaría casarme con un hombre que me diese envidia.
[...]
No sé cuándo volverá. No me ha dicho cuándo piensa volver. Tengo la impresión de que me he enamorado de él. No me da ninguna pena, como me la dabas tú algunas veces. Le envidio. Le envidio porque tiene un aire ensimismado, extraño y misericordioso. Tú también algunas veces tenías un aire ensimismado, pero a mí tus secretos me parecían un juego de niños. Él en cambio da la impresión de tener verdaderos secretos, que nunca contará a nadie, secretos complicados y rarísimos. Por eso le envidio. Porque yo en tocante a secretos no tengo ninguno.

De la novela Querido Miguel [1973] de la escritora italiana Natalia Ginzburg [1916-1991].

lunes, 25 de enero de 2016

En 2016 vas a escribir...

Año nuevo, propósitos nuevos...
Hace tiempo que andaba pensando en apuntarme a alguna de las muchas escuelas, talleres o cursos de escritura que hay por ahí, tanto online como presenciales. A la vuelta de estos días de navidad me he decidido: eché un ratito curioseando en webs de sitios que ya había visto en alguna ocasión, y finalmente me decidí por la Escuela de Escritores, que tiene un curso trimestral de iniciación a la escritura creativa basado en el libro Escribir de Enrique Páez (que me gusta mucho y ya ha aparecido por aquí en alguna ocasión), y que además me venía perfecto de ubicación y horario.
Ya llevo un par de sesiones y la verdad es que lo estoy disfrutando muuucho...
¡Seguimos!

domingo, 24 de enero de 2016

En 'Una jornada particular'

Con Ettore Scola he hecho seis o siete películas. Me gusta Ettore. Tiene sentido del humor, es inteligente, a menudo tranchant, y simpático.
Con él puedes aportar ideas; si son válidas, las acepta. En una palabra, con Scola trabajas en colaboración. 
Recuerdo que en Una jornada particular yo, en el papel de homosexual, tenía que hacer una llamada telefónica muy delicada a mi amigo.
-Ettore -le dije-, el pudor me sugiere hacer esta escena totalmente de espaldas. Acércate por detrás de mí con la cámara, para que lo que yo diga no resulte violento, no llegue al espectador de forma desagradable. 
Scola estuvo de acuerdo, y es uno de los momentos más hermosos de la película. 
También en Una jornada particular, Ettore me preguntó si recordaba alguna canción de mi adolescencia. Me acordaba de una que oía en casa de mi tía, que tenía tres hijas, cuando bailábamos los domingos. "Guapas muchachas enamoradas las naranjas compradas tienen un mágico sabor un perfume de amor." Con esta tonadilla le enseño en la película los pasos de un baile a Sofía Loren. Para mí, Una jornada particular sigue siendo un ejemplo de cine verdaderamente extraordinario, puro. ¿Me atrevo a decirlo? Una obra maestra.
La primera película que hice con Scola se llamaba El demonio de los celos (Dramma della gelosia) y me permitió ganar el premio al mejor actor en el Festival de Cannes. Luego ha habido otras muchas. En La noche de Varennes (Il mondo nuovo), comenzada en Francia y terminada en Italia, me confió el hermosísimo personaje de Casanova ya anciano, con problemas de próstata, un hombre anclado en su juventud, consciente de que es incapaz de entender "el mundo nuevo" creado por la Revolución: "Tal vez si fuera más joven estaría con vosotros -dice el viejo Casanova-. Lo único que me molesta, lo que no acepto, es que en nombre de la Democracia un criado se exprese y hable con absoluta libertad, con conocimiento de las cosas. ¡No, eso sí que no!"
Espero hacer muy pronto otra película con Ettore Scola.

Lo he leído en Sí, ya me acuerdo... [1996], la autobiografía del actor italiano Marcello Mastroianni [1924-1996] que estoy leyendo estos días.
Esta misma semana, el martes, ha muerto Ettore Scola [1931-2016] en Roma. Nos deja un buen puñado de buenas historias bien contadas...
Sit tibi terra levis.

sábado, 23 de enero de 2016

viernes, 22 de enero de 2016

jueves, 21 de enero de 2016

Un chiste

Una vez sucedió que en un teatro se declaró un incendio entre bastidores. El payaso salió al proscenio para dar la noticia al público. Pero éste creyó que se trataba de un chiste y aplaudió con ganas. El payaso repitió la noticia y los aplausos eran todavía más jubilosos. Así creo yo que perecerá el mundo, en medio del júbilo general del respetable que pensará que se trata de un chiste.
Søren Kierkegaard, Diapsálmata.

Texto recogido en la antología del microrrelato La mano de la hormiga [1990].

miércoles, 20 de enero de 2016

gente que lee (72)

Magdalena leyendo, óleo pintado en torno a 1435 por el pintor flamenco Rogier van der Weyden [1399-1464].

martes, 19 de enero de 2016

Ver poco

Si un lector puede imaginar mejor o peor que otro, ¿una civilización puede ser mejor que otra a la hora de imaginar?
¿Los músculos que empleamos para imaginar se debilitan a medida que nuestra civilización envejece? Antes de la era de la fotografía y el cine, ¿imaginábamos mejor, o con más claridad, que ahora? Nuestras capacidades memorísticas se están atrofiando, y me pregunto si nuestra creatividad visual podría atrofiarse también. La excesiva estimulación visual de nuestra cultura es objeto de un amplio debate hoy en día, y las conclusiones son alarmantes. (Nuestra imaginación agoniza, afirman algunos.) En todo caso, sea cual sea la salud relativa de nuestra imaginación, todavía leemos. La proliferación acelerada de la imagen no nos ha alejado de la palabra escrita. Y leemos porque los libros nos ofrecen un placer único: un placer que el cine, la televisión y los demás medios no nos pueden proporcionar.
Los libros nos permiten ciertas libertades. Podemos mantenernos mentalmente activos mientras leemos. Podemos participar plenamente en la confección (en el proceso imaginativo) de un relato.
Y, si es cierto que en nuestra imaginación no podemos esbozar un vago esquema, tal vez ello constituya un componente esencial para explicar por qué amamos las historias escritas. Es decir, a veces preferimos ver muy poco

De ¿Qué vemos cuando leemos? [2015] de Peter Mendelsund, otro libro sobre libros que ha caído en mis manos hace poco...

lunes, 18 de enero de 2016

El Club

Pues ya hemos empezado la actividad del 2016 en nuestro Club de Lectura Serrano. El viernes pasado, 15 de enero, tercer viernes de mes, nos reunimos en el Centro de Humanidades de La Cabrera una reducida, pero selecta, representación del grupo con la idea de arrancar el año y pensar qué nos apetece leer y comentar en las próximas reuniones...
Quienes nos reunimos el viernes por la tarde hicimos varias cosas (además de merendar...):

- Preparamos una lista de sugerencias de libros para quien tenga tiempo y ganas de leer en las próximas semanas:

  • La ciudad de los ojos grises :: Félix G. Modroño
  • El palacio azul de los ingenieros belgas :: Fulgencio Argüelles
  • El murmullo de las abejas :: Sofía Segovia
  • El bar de las grandes esperanzas :: J. R. Moehringer
  • La serie policíaca del comisario Jaritos de Petros Márkaris
  • Adiós Hemingway :: Leonardo Padura
  • Justicia auxiliar :: Ann Leckie
  • Voces de Chernóbil :: Svetlana Alexievich
  • Tiempos de hielo :: Fred Vargas
  • En la orilla :: Rafael Chirbes.
  • El marciano :: Andy Weir
- Pensamos que, como este mes ha empezado en viernes, y el tercer viernes ha caído "demasiado" pronto, en día 15, puede quien haya pensado en el grupo que no era este viernes pasado sino al siguiente cuando tocaba vernos...
Así que hemos puesto remedio a esa confusión con una decisión salomónica: hemos decidido volver a quedar el viernes que viene, 22 de enero, y empezar el año teniendo dos reuniones en este mes.
Y como en una semana quizá no va a dar tiempo a leer cosas gordas, gordas, gordas, hemos propuesto un relato cortito que nos pareció muy interesante y que puede dar mucho juego para discutir / debatir / reflexionar: Bartleby el escribiente, de Herman Melville, personaje que ya ha aparecido en este blog en alguna otra ocasión...

-Y pensando en el siguiente día de quedada "oficial", que será el 19 de febrero, tercer viernes de mes, decidimos proponer leer Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas.

Así que tenemos deberes, abundantes e interesantes, para los próximos días y semanas...

¡Seguimos!

domingo, 17 de enero de 2016

Viaja con tu libro

Esta imagen es parte de un anuncio que me encontré ayer mientras paseaba por una estación de autobuses de Madrid...
Me gusta la propuesta.

sábado, 16 de enero de 2016

Como un viejo elefante

Recuerdo un gran níspero.
Recuerdo mi asombro y fascinación al contemplar los rascacielos de Nueva York desde Park Avenue, a la hora del crepúsculo.
Recuerdo al cazuelita de aluminio a la que le faltaba un asa y donde mi madre freía los huevos.
Recuerdo la voz de Rabagliati saliendo de un gran tocadiscos y cantando: "E tic e tac cos'è che batte è l'orologio del cuor."
Recuerdo a Clark Gable muy joven, en blanco y negro, de espaldas; luego se vuelve y sonríe... así. Un tunante irresistiblemente simpático. ¿Qué película era? Quizá Sucedió una noche.
Recuerdo la carpintería de mi abuelo y de mi padre. Mi abuelo está haciendo una silla. ¡Recuerdo el olor de la madera, el olor de la madera!
Recuerdo los uniformes de los alemanes. Recuerdo a los refugiados.
Recuerdo que en una ocasión soñé que vivía en un dirigible. O quizás era una astronave.
Recuerdo a H. G. Wells, a Simenon, a Ray Bradbury.
Recuerdo las ilustraciones en color de La Domenica del Corriere. Y también Flash Gordon.
Recuerdo que Fellini me llamaba Snaporaz.
Recuerdo la primera vez que fui de campamento.
Recuerdo a Chéjov, en particular al capitán Solioni, que en Las tres hermanas dice "pío, pío, pío, pío".
Recuerdo la primera vez que vi las montañas, y la nieve, y la emoción que sentí.
Recuerdo la música de Stardust. Era antes de la guerra. Bailaba con una chica que llevaba un vestido floreado.
Recuerdo los caballos del viejo anuncio de cerveza Peroni.
Recuerdo perfectamente el sabor y el olor del cocido de garbanzos. Y recuerdo que la noche de Navidad se jugaba al bingo.
Recuerdo el terrible zumbido de los Liberators, los aviones norteamericanos del primer bombardeo sobre Roma.
Recuerdo la agilidad tan elegante de Fred Astaire.
Recuerdo la primera vez que el hombre pisó la luna al ralentí. Pero ¿dónde estaba yo?
Recuerdo que fui por primera vez al cine en Turín. Vi Ben Hur, con Ramon Novarro. Tenía seis años.
Recuerdo París, cuando nació mi hija Chiara.
Recuerdo las croquetas de arroz. Pero era imposible comprar todos los días, costaban cuarenta céntimos.
Recuerdo mi primer sombrero de hombre; era modelo Saratoga.
Recuerdo las películas cómicas de Charlot.
Recuerdo a mi hermano Ruggero.
Recuerdo que Cicerón nació en el año 106 a. C., es decir, 2.122 años antes que yo, pero a dos pasos de mi casa, en Arpino. Mi abuelo se sentía orgulloso de ello. "Vitam regit fortuna, non sapientia", me decía citando a nuestro conciudadano. Luego dejaba escapar un suspiro y añadía: "Pues sí, la fortuna es la que rige la vida, no la sabiduría."
Recuerdo una noche de verano con olor a lluvia.
Recuerdo las aventuras de Ulises: "Háblame, musa, de aquel varón de multiforme ingenio..."
Recuerdo a Cassius Clay (llamado La Lengua) en Nueva York enfrentándose a Frazer.
Recuerdo la espléndida cabeza cana del arquitecto Ridolfi, mi profesor de dibujo arquitectónico.
Recuerdo los primeros dibujos de mi hija Barbara.
Recuerdo mi proyecto de elevar el Tíber construyendo debajo una carretera.
Recuerdo a Greta Garbo mirándome los zapatos y diciendo: "Italian shoes?"
Recuerdo el primer cigarrillo que fumé. Estaba hecho, lo recuerdo perfectamente, con barbas de mazorca.
Recuerdo las manos de mi tío Umberto, unas manos fuertes como tenazas, manos de escultor.
Recuerdo el silencio que se hizo en el restaurante Chez Maxim's cuando apareció Gary Cooper vestido con un esmoquin blanco.
Recuerdo una pequeña estación y el ruido de los trenes. Recuerdo a la cajera del bar de la estación. La caja hacía ¡clin, clin, clin, clin! "¡Cobrado!"
Recuerdo a Marilyn Monroe.
El primer automóvil que tuve, lo recuerdo, era un Topolino modelo camioneta.
No sépor qué recuerdo esta estúpida retahíla: "¡Oh cuántas chicas guapas, Madame Doré, oh cuántas chicas guapas!"
Recuerdo las luciérnagas, que ya no se ven.
Recuerdo la nieve en la Plaza Roja de Moscú.
Recuerdo un sueño en el que alguien me dice que me lleve los recuerdos de la casa de mis padres.
Recuerdo un viaje en tren durante la guerra: el tren penetra en un túnel, se hace una gran oscuridad y, entonces, en medio del silencio, una desconocida me besa en la boca.
Recuerdo a los kurdos masacrados en un éxodo bíblico; recuerdo que no debo olvidar la violencia de tantas imágenes absurdamente violentas. 
Recuerdo también la sensación de silencio y de luz suspendidos sobre la ciudad de Jerusalén como un halo místico.
Recuerdo el deseo de ver qué será de este mundo, qué sucederá en el año 2000, y de estar allí y recordarlo todo como un viejo elefante, sí, porque, lo recuerdo, ¡siempre he sido muy curioso, muy curioso!
Y hasta recuerdo que íbamos a cazar lagartijas. ¡Mi tirachinas!
Recuerdo mi primera noche de amor.
Sí, ya me acuerdo............................................

De Sí, me acuerdo [1996], la autobiografía de Marcello Mastroianni [1924-1996].

viernes, 15 de enero de 2016

Las ciudades tenues. 4.

La ciudad de Sofronia se compone de dos medias ciudades. En una está la gran montaña rusa de ríspidas gibas, el carrusel con el estrellón de cadenas, la rueda de las jaulas giratorias, el pozo de la muerte con los motociclistas cabeza abajo, la cúpula del circo con el racimo de trapecios colgando en el centro. La otra media ciudad es de piedra y mármol y cemento, con el banco, las fábricas, los palacios, el matadero, la escuela y todo lo demás. Una de las medias ciudades está fija, la otra es provisional y cuando su tiempo de estadía ha terminado, la desclavan, la desmontan y se la llevan para trasplantarla en los terrenos baldíos de otra media ciudad.
Así todos los años llega el día en que los peones desprenden los frontones de mármol, desarman los muros de piedra, los pilones de cemento, desmontan el ministerio, el monumento, los muelles, la refinería de petróleo, el hospital, los cargan en remolques para seguir de plaza en plaza el itinerario de cada año. Ahí se queda la media Sofronia de los tiros al blanco y de los carruseles, con el grito suspendido de la navecilla de la montaña rusa invertida, y comienza a contar cuántos meses, cuántos días tendrá que esperar antes de que vuelva la caravana y la vida entera recomience.

De Las ciudades invisibles [1972] de Italo Calvino [1923-1985].

jueves, 14 de enero de 2016

miércoles, 13 de enero de 2016

gente que lee (71)

Mark Twain [1835-1910] leyendo, fotografiado en 1908 por Alvin Langdon Coburn [1882-1966].

martes, 12 de enero de 2016

El conformista

Cuando era joven quería vivir en una ciudad grande.
Cuando perdí la juventud quería vivir en una ciudad pequeña.
Ahora quiero vivir.

Hoy se cumplen ocho años de la muerte del poeta Ángel González [1925-2008].

lunes, 11 de enero de 2016

Escritura y conversación

La escritura [...] no es más que un nombre diferente que se le da a la conversación. Y al igual que nadie que se sabe en buena compañía se atrevería a hablar sin parar y a decirlo todo él, así ningún autor que comprenda bien cuáles son los límites del decoro y de la buena educación presumiría de pensarlo todo él. La mayor y más sincera muestra de respeto que se le pueda dar al entendimiento del lector consiste en repartir amigablemente con él esta tarea y en dejarle imaginar algo a su vez: tanto, casi, como el propio autor.

Cita de La vida y las opiniones del caballero Tristam Shandy [1759-67], de Laurence Sterne [1713-1768], que he encontrado hojeando al azar el libro ¿Qué vemos cuando leemos? [2014] de Peter Mendelsund, uno de mis últimos descubrimientos para este año nuevo que empieza...

domingo, 10 de enero de 2016

sábado, 9 de enero de 2016

El sitio ideal para escribir

-¿Cuál es, para ti, el sitio ideal para escribir?
-Lo he dicho varias veces: una isla desierta por la mañana y una gran ciudad por la noche. Por la mañana, necesito silencio. Por la noche, un poco de alcohol y buenos amigos para conversar. Siempre tengo la necesidad de estar en contacto con la gente de la calle y bien enterado de la actualidad.

Gabriel García Márquez: El olor de la guayaba
(Entrevista con Plinio Apuleyo Mendoza)

Citado por Enrique Páez [1955- ] en su libro Escribir.

viernes, 8 de enero de 2016

miércoles, 6 de enero de 2016

Mis libros de 2015

Las hazañas de Moritz Achim Bröger
El inventor de excusas Achim Bröger
En realidad todo es diferente Achim Bröger
Una tarde en la isla Achim Bröger
Parque muerte Fernando Lalana
El nombre de la rosa Umberto Eco
Apostillas a El nombre de la rosa Umberto Eco
Un museo siniestro Miguel Ángel Mendo
El jardín vacío Juan José Millás
La catedral César Mallorquí
Por el camino de Ulectra Martín Casariego Córdoba
Baudolino Umberto Eco
La familia de Pascual Duarte Camilo José Cela
Caminar Henry David Thoreau
Joyita Patrick Modiano
Catedral Raymond Carver
La esmeralda Diana García Corona
La mujer loca Juan José Millás
El satiricón Petronio
La analfabeta Agota Kristof
Americanah Chimamanda Adichie
Montaigne Stefan Zweig
Cuentos largos como una sonrisa Gianni Rodari
Cuentos por teléfono Gianni Rodari
Cuentos escritos a máquina Gianni Rodari
Bartleby, el escribiente Herman Melville
Bartleby y compañía Enrique Vila-Matas
La glorieta de los fugitivos José María Merino
La buena tierra Pearl S. Buck
Cuentos para jugar Gianni Rodari
Gelsomino en el pais de los mentirosos Gianni Rodari
Cartografía del deseo Ana Martínez
El lago Banana Yoshimoto
Las aventuras de Tonino el invisible Gianni Rodari
Música para feos Lorenzo Silva
Ochenta y seis cuentos Quim Monzó
Rondó para Beverly John Berger
Discurso de la servidumbre voluntaria Étienne de La Boétie
La piel del zorro Herta Müller
Los niños tontos Ana María Matute
Palabra sobre palabra Ángel González
El ojo de la mujer Gioconda Belli
Los cuerpos extraños Lorenzo Silva
La tarde de un escritor Peter Handke
Poesía completa (1968-1996) Juan Luis Panero
14 Jean Echenoz
Escapada Alice Munro
Últimas notas de Thomas F. Para la humanidad Kjell Askildsen
Extraña forma de vida Enrique Vila-Matas
La soledad del corredor de fondo Alan Sillitoe
Mi madre, in memoriam Richard Ford
El Pentateuco de Isaac Angel Wagenstein
Oso Marian Engel
Querido Miguel Natalia Ginzburg
El camino a la ciudad Natalia Ginzburg
Las palabras de la noche Natalia Ginzburg
El hacedor Jorge Luis Borges
El gran libro del Community Manager Manuel Moreno
Para llegar al otro lado Vladímir Lórchenkov
La escritora Madame de Genlis
Pudor y dignidad Dag Solstad
Por qué no he escrito ninguno de mis libros Marcel Bénabou
Un millón de gotas Víctor del Árbol
Sóniechka Liudmila Ulítskaya
Los cuentos Charles Perrault
Sez Ner Arno Camenisch
Clima de miedo Wole Soyinka
Todos deberíamos ser feministas Chimamanda Adichie
Las ciudades invisibles Italo Calvino
La librería Penelope Fitzgerald
El Secreto Rhonda Byrne
El año sin verano Carlos del Amor
El blog del Inquisidor Lorenzo Silva
El déspota adolescente Lorenzo Silva
En el remolino José Antonio Labordeta
Leer y escribir V. S. Naipaul
Caperucita en Manhattan Carmen Martín Gaite

Mis libros de 2014
Mis libros de 2013

martes, 5 de enero de 2016

Pendientes...

Este año sigo teniendo un montón de libros pendientes de leer...

lunes, 4 de enero de 2016

domingo, 3 de enero de 2016

El poder del ahora

El poderoso atractivo que ejerce en los humanos la sexualidad se cifra, precisamente, en el poder del ahora. Los amantes más consumados están uno en el otro en ese presente eterno en que sus cuerpos y almas se entregan. La experiencia erótica puede ser tan intensa que no permite fugas al pasado ni al futuro: ese es su encanto, su atractivo. Como también ese es el encanto de la auténtica meditación y de cualquier actividad que se realice de forma totalmente entregada.
Cuando nos entregamos completamente a lo que hacemos, nada nos resulta gravoso y todo nos parece ligero. El gravamen se deja sentir cuando la entrega cede. Cualquier actividad realizada concentradamente es fuente de una dicha indescriptible. La creación artística, por ejemplo, es buena si produce alegría. En ese sentido, no es en absoluto cierto que haya que esforzarse o disciplinarse para escribir un libro. El libro se escribe solo, el cuadro se pinta solo, y el escritor o el pintor están ahí, ante su lienzo o cuaderno en blanco, mientras esto sucede. La virtud del escritor radica únicamente en estar ahí cuando el libro se escribe, eso es todo.

Capítulo 26 de la Biografía del silencio [2012] de Pablo d'Ors [1963- ].

sábado, 2 de enero de 2016

La utilidad de lo inútil

Empiezo el año leyendo La utilidad de lo inútil [2013], de Nuccio Ordine [1958- ], una de esas recomendaciones finas que me hace Vero de vez en cuando y que tiene una pinta extraordinaria. Acabo de empezar a leerlo y nada más abrirlo me encuentro ésto en el inicio de la introducción:

Y es precisamente tarea de la filosofía
el revelar a los hombres la utilidad de lo inútil
o, si se quiere, enseñarles a diferenciar
entre dos sentidos diferentes de la palabra utilidad.
Pierre Hadot,
Ejercicios espirituales y filosofía antigua


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Existen saberes que son fines por sí mismos y que -precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial- pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores. 

Y claro, estas líneas vuelven a confirmarme lo utilísimo que es, al menos para mi, este blog inútil al que dedico tanto rato...

¡Seguimos!

viernes, 1 de enero de 2016

Un día más para leer...

¡Qué bueno!
Este año tendremos un día más para leer...
¡Felices lecturas!