Recuerdo que la primera casa en la que viví cuando me fui de la de mis padres la compartí con dos amigos, compañeros de carrera, también profes de matemáticas y física como yo. Con uno de ellos recuerdo que de vez en cuando tenía conversaciones en las que fantaseábamos con la idea de escribir.
Hace de eso ventitantos años.
Recuerdo que los dos lo habíamos intentado alguna vez pero sin mucho convencimiento. Y recuerdo, sobre todo, que en varias ocasiones hablamos de qué sentido tenía tratar de escribir ahora cuentos chulos cuando Cortázar ya hacía tiempo que había dejado escritos todos los suyos. ¿Qué podíamos aportar nosotros? ¿Qué se podía añadir a lo que ya habían escrito él y tantos otros?
La sensación que teníamos era que nos conformábamos con que lo mejor que pudiéramos escribir nosotros alguna vez fuera como la basurilla que Cortázar tiraba a la papelera...
No sé si mi amigo habrá intentado escribir en estos años. La próxima vez que nos veamos le tengo que preguntar. Yo lo estoy intentando. Sé que no soy Cortázar, pero me está sentando muy bien.
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