—[...] No se lo pediría a cualquiera, pero sé que usted no se asusta.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó ella.
—Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles.
[...]
—¿Por qué cree que abrir una librería es inverosímil? —le gritó al viento—. ¿La gente de Hardborough no quiere comprar libros?
—Han perdido el deseo por las cosas raras —dijo Raven mientras seguía limando—. Se venden más arenques ahumados, por ejemplo, que truchas que están medio ahumadas y tienen un sabor más delicado. Y no me diga usted que los libros no constituyen una rareza en sí mismos.
De la novela La librería [1978] de la escritora inglesa Penelope Fitzgerald [1916-2000].
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