[...] A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el «Metro». O en las cafeterías. Y, ¿sabe qué?
—¿Qué?
—La gente no habla de nada.
—¡Oh, de algo hablarán!
—No, de nada. Citan una serie de automóviles, de ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos dicen lo mismo y nadie tiene una idea original. Y en los cafés, la mayoría de las veces funcionan las máquinas de chistes, siempre los mismos, o la pared musical encendida y todas las combinaciones coloreadas suben y bajan, pero sólo se trata de colores y de dibujo abstracto. Y en los museos... ¿Ha estado en ellos? Todo es abstracto. Es lo único que hay ahora. Mi tío dice que antes era distinto. Mucho tiempo atrás los cuadros a veces decían algo o incluso representaban a personas.
—Tu tío dice, tu tío dice... Tu tío debe de ser un hombre notable.
—Lo es. Sí que lo es. Bueno, he de marcharme. Adiós, Mr. Montag.
—Adiós.
—Adiós...
De la novela Fahrenheit 451, escrita por Ray Bradbury [1920-2012] en 1953.
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