-Tengo noticias para vosotros. Haré como si leyera la Ley de Moisés y vosotros debéis mantener la calma. Ya no existe Austrohungría, a ver si me entendéis lo que quiere decir esto. Este otoño los maestros de escuela no podrán contar con fluidez la historia de nuestro gran imperio, sino que van a tartamudear cada vez que tengan que enseñar a los alumnos por dónde exactamente pasan las fronteras entre Hungría y Checoslovaquia, o explicarles la razón secreta o si, de hecho, ha habido razón alguna para que Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia y Montenegro hayan pasado del puñetero imperio de los Habsburgo al de los Karageorgevich. Los maestros rusos de geografía tendrán que perder la costumbre de hablar de Polonia como de "nuestros territorios occidentales". En los países del Báltico van a bajar las banderas de Rusia, porque hasta los propios rusos están embrollados en largas discusiones sobre si su bandera ha de ser roja o tricolor. Los viejos profesores se estrujarán la sesera cuando les pregunten a qué estado pertenecen el Tirol meridional, Dobrudzha, Siebenbürgen o Galitzia, o en qué país viven los moldavos y los finlandeses. La historia, cual hábil croupier, ha barajado los naipes y los ha repartido una vez más. Todo empieza de nuevo, se reinicia el juego, las apuestas se han hecho y está por ver quién tiene escondido el as en la manga, a quién le tocará un póquer de damas y a quién un triste siete. Es una ley natural: los fuertes se comen a los débiles, pero su apetito suele ser demasiado grande para su capacidad digestiva, por eso les dan diarreas y ardores que se curan con revoluciones. Estas últimas crean el caos y del caos nacen mundos nuevos; ojalá el mundo de mañana nos salga menos cagado que el de ahora. Así, hasta el próximo reparto de naipes, o sea, hasta la próxima guerra. Ésta no va a tardar, los dientes del dragón de la revancha ya están sembrados en el fértil suelo de Europa y darán una buena cosecha, creedme. Sabbat shalom, muchachos. ¡Idos en paz a vuestras casas!
De la novela El Pentateuco de Isaac [1998] del escritor búlgaro Angel Wagenstein [1922- ].
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