Recuerdo cuando intentaba imitar la sonrisa de Burt Lancaster, después de haberle visto con Gary Cooper en 'Veracruz'. Durante muchos días estuve practicando en el patio de atrás. Serpenteando entre las tomateras. Riéndome con todos los dientes al desnudo. Riéndome de esa risa. Alzando el labio superior para descubrir los dientes. Después de practicar esa sonrisa durante unos cuantos días intenté utilizarla ante las chicas de la escuela. Ellas no parecían enterarse. Forcé mi imitación hasta que empezaron a producirse extrañas reacciones entre mis compañeros. Miraban fijamente mi dientes, y asomaba a sus ojos una expresión asustada. Ya no me acordaba de lo feos que eran mis dientes. De que uno de ellos lo tenía podrido, de color pardo, y montado encima del diente roto que estaba junto a él. De hecho había llegado a estar convencido de que poseía una hilera de perfectos y perlados dientes, como los de Burt Lancaster. Como no quería asustar a nadie, dejé de reírme en cuanto me di cuenta de lo que pasaba. Sólo lo hacía cuando estaba a solas. Poco después dejé de hacerlo incluso a solas. Volví a mi cara vacía.
De Crónicas de motel [1982] de Sam Shepard [1943- ].
Este mini cuentito es una de las primeras referencias que nos ha dado Ángel Zapata en el taller de escritura que acabo de empezar a hacer con él esta semana en la Escuela de Escritores.
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