No sé si has oído hablar de Salomón Kalmoviz, el genial peletero vienés que de pieles de conejos importados hacía magníficos abrigos de visón, chinchilla e incluso de leopardo. Aquel mismo Kalmoviz, al regresar a Viena de su exilio en Londres e instalarse en su apartamento de la Schwedenplatz, apenas esperó a que amaneciera para ir corriendo al primer quiosco y pedir el número del día del periódico oficial nazi Völkischer Beobachter. Le contestaron que el periódico había dejado de salir. Kalmoviz, muy amable, dio las gracias y compró una bolsita de caramelos de menta. Al día siguiente pidió una vez más el mismo periódico para que le dieran la misma respuesta. Así todas las mañanas hasta que al décimo día el vendedor le dijo fastidiado: "Señor, entérese de una vez que este periódico ya no sale ni saldrá nunca más", "Lo sé, querido, lo sé. ¡Pero es maravilloso empezar el día con una buena noticia!".
De la novela El Pentateuco de Isaac [1998] del escritor búlgaro Angel Wagenstein [1922- ]. Es una recomendación que unxs amigxs me hicieron hace varias semanas y que he disfrutado mucho...
A mediados de agosto hablaba aquí de la novela 14, de Jean Echenoz, sobre la Primera Guerra Mundial. Una novela que, en su sencillez y su brevedad, me pareció imprescindible.
Ahora me encuentro con este Isaac, un judío de Galitzia, que recorre el siglo XX siendo sucesivamente ciudadano del Imperio Austro-húngaro, de Polonia, de la URSS, de la Alemania del Tercer Reich y finalmente austriaco. Y contando toda esa peripecia vital con humor, a veces negro, salpicando todo el texto con chistes y bromas, en muchas de las cuales se ríe de sí mismo y de su condición de judío errabundo, que permiten mirar la historia del siglo pasado con cierto relativismo.
Muy recomendable.
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