lunes, 30 de noviembre de 2015

Caperucita encarnada

Era vez de una niña hermosísima, como nadie pudo imaginarla jamas, que vivia en una aldea con su madre, la cual la queria tanto, que estaba loca con ella, y su abuela mas loca todavía. Esta buena mujer habia dado á su nieta un gorrito encarnado que la sentaba á las mil maravillas, y por esta razon la llamaban Caperucita Encarnada.
Un día que que su madre habia cocido en el horno sabrosos bollos, la llamó y la dijo: -Mira, me han dicho que tu abuelita está mala; ve á verla y llévala este bollo y esta orcita de manteca. Caperucita Encarnada se dirijió en seguida hácia la casa de su abuelita, la cual vivia en otra aldea de las inmediaciones.
Al pasar por el bosque, encontró á maese Lobo, á quien se le pasaron soberanas ganas de comérsela; pero no se atrevió á hacerlo á causa de un leñador que se hallaba cerca de aquel sitio. Sin embargo, la dirijió la palabra, preguntándola dónde iba. La pobre niña, que no sabia lo peligroso que es detenerse á escuchar á un Lobo, respondió: -Voy á casa de mi abuelita á llevarla un bollo y una orcita de manteca que mi madre la envia.
-Vive muy léjos? -replicó el Lobo. -Bastante léjos, -dijo Caperucita Encarnada;- ¿ve usted aquel molino que hay allá abajo? pues al otro lado, en la primera casa de la aldea. -Precisamente -repuso el Lobo- yo también tengo que ir allá; conque echa tú por ese camino y yo por este otro, y verémos quién de los dos llega primero.
El Lobo echó á correr con toda la fuerza de sus piernas por el camino mas corto, y la niña siguió por el mas largo, entreteniéndose en cojer avellanas, en perseguir mariposas y hacer ramilletes de las florecillas que encontraba al paso.
No tardó mucho el Lobo en llegar á casa de la abuela: detúvose, y tras, tras. -¿Quién está ahí? -Soy yo, su nieta, -respondió el Lobo finjiendo la voz- Caperucita Encarnada que viene á traer á usted un bollo y una orcita de manteca de parte de mi madre. La pobre abuela, que estaba en su cama porque se hallaba un poco enferma, le gritó: -Alza el pestillo y empuja la puerta. El Lobo alzó el pestillo y la puerta se abrió. En seguida se arrojó sobre la buena mujer y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, porque el maldito tenia hambre de tres dias.
Hecho esto, cerró la puerta y fué á acostarse en la cama de la abuelita, esperando á que llegase Caperucita Encarnada, la cual no tardó en llamar. -Tras, tras. -Quién está ahí? Al escuchar la ronca voz del Lobo, Caperucita Encarnada tuvo miedo; pero se repuso pensando que su abuela estaria resfriada, y respondió: soy yo, abuelita, yo que vengo á traerle de parte de mi madre un bollo y una orcita de manteca.
El Lobo dulcificó un poco la voz, y dijo: -Alza el pestillo y empuja la puerta. 
Caperucita Encarnada alzó el pestillo y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el Lobo se rebujó entre las sábanas, y añadió: -Pon el bollo y la orcita de manteca sobre la hucha y ven á acostarte conmigo. Caperucita Encarnada se desnudó, y se metió en la cama, causándola gran estrañeza el cambio que se habia operado en el cuerpo de su abuelita.
Y entónces la dijo: -Abuelita, qué brazos tan largos tiene usted! -Es para abrazarte mejor, hija mia. -Abuelita, qué piernas tan grandes tiene usted! -Es para correr con mas lijereza, hija mia. -¿Y estas orejas tan grandes, abuelita? -Para oir mejor. -Y estos ojos tan grandes? -Para ver con mas claridad. -¿Y por qué tiene usted estos dientes tan enormes, abuelita? -Para comerte! Y diciendo estas palabras, el indino Lobo se arrojó sobre Caperucita Encarnada y se la comió.

MORALEJA
Niñas, cuando ustedes sean hermosas jóvenes, desconfien siempre de los lobos: -en estes mundo hay muchos melifluos y elegantes, cuyo lenguaje es cariñoso y seductor, y esos precisamente son los de la raza más peligrosa.

Me ha resultado muy inquietante leer los cuentos originales de Charles Perrault [1628-1703].
Retrato de Charles Perrault realizado por Philippe Lallemand [1636-1716].

Me parecieron sexistas, violentos, continuadores de lo más feo de los roles de género, dan un poco de miedo... uffff.... Pero tengo gente cerca que me explica que para interpretarlos adecuadamente debería leer a Pinkola, a Rodari, a Propp...
Estoy en ello.

domingo, 29 de noviembre de 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

Dufay

Hoy se cumplen 541 años de la muerte del músico medieval Guillaume Dufay [1397-1474].
Retrato de un hombre joven realizado por el pintor flamenco Jan van Eyck [1390-1441].
Se suele reconocer en este cuadro, aunque sin evidencias que lo prueben, al Dufay.

Todo parece más sencillo y más placentero con música.
También leer y escribir...

jueves, 26 de noviembre de 2015

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Si puedo elegir...

En la máquina de café calculo que se me coló media docena de septuagenarios, cuya determinación en la maniobra disuadía de cualquier intento de oponerse a ella. No los censuré por la impaciencia ni por la brusquedad de sus movimientos: tenían menos tiempo que yo por delante y menos reflejos, lo que influía sin duda en su forma de conducirse. Ya se vería qué viejo hacía yo, si se me otorgaba llegar a su edad. Si podía elegir, me pedía parecerme a mi madre y a mi abuela, los principales referentes de personas mayores que tenía en mi círculo más próximo. Ellas siempre habían sabido ocuparse antes de otros, sin reclamar nunca para sí. Son tan inciertos nuestros derechos sobre el mundo, y sobre lo que en cada momento nos ofrece, que una elegante renuncia y el paso atrás siempre me han parecido mucho más juiciosos y naturales que la codicia o el ansia de adelantarse al resto.

De la novela Los cuerpos extraños [2014] de la serie de Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva [1966].

martes, 24 de noviembre de 2015

gente que lee (65)

Elsa Schiaparelli [1890-1973], diseñadora de moda italiana, leyendo, fotografiada para Vogue por Rutledge en junio de 1949.

lunes, 23 de noviembre de 2015

domingo, 22 de noviembre de 2015

sábado, 21 de noviembre de 2015

Club de Lectura Serrano: álbumes ilustrados

Ayer volvimos a tener sesión de nuestro Club de Lectura Serrano. Esta vez hemos cambiado ubicación y en lugar de reunirnos como siempre en el Centro de Humanidades de La Cabrera fuimos a la Biblioteca de Buitrago de Lozoya, donde Isabel, una de las bibliotecarias, nos hizo una introducción a los álbumes ilustrados explicándonos qué son y mostrándonos un montón de ejemplos.
Todxs lxs que asistimos a la reunión de ayer ya conocíamos algunos álbumes ilustrados, pero el repaso que hicimos con ella nos abrió un estupendo abanico de posibilidades para seguir buscando y disfrutando de ellos.

Nuestra próxima quedada será el 18 de diciembre, tercer viernes de mes, y hablaremos de Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite.

¡Seguimos!

viernes, 20 de noviembre de 2015

50 años de Radio Clásica

Hoy hace 50 años de la primera emisión de lo que hoy es Radio Clásica.
¡Qué suerte que con la que está cayendo y con lxs gobernantes que tenemos algo así siga resistiendo! Espero que aún tenga una muy larga vida...

Debí empezar a escuchar Radio Clásica cuando tenía 18 ó 19 años, al entrar en la facultad. Recuerdo que entonces publicaban la programación de cada mes en papel y podías suscribirte gratuitamente para que te la enviaran a casa. Cuando lo descubrí, creo que fue en una feria del libro, me pareció maravilloso y durante un tiempo me dediqué a suscribir a algunos de mis amigxs para que no se perdieran semejante hallazgo. Recuerdo que me gustaba hojear esa revistita curioseando qué iban a emitir en las próximas semanas y subrayando y marcando cosas que me apetecía escuchar y/o grabar en cinta. Es posible que aún tenga algún ejemplar que haya sobrevivido a las mudanzas de los últimos años.

Mi primer recuerdo de algo relacionado con la música clásica es un concierto al que fui con el cole. Fue un infierno: nadie nos contó a dónde íbamos, qué íbamos a ver y a oír ni qué sentido tenía todo aquello. Fue en la Fundación Juan March, supongo que en el año 80 ó por ahí. Quiero recordar que fue un recital de una cantante acompañada de un pianista. Creo que casi todos los niños que estuvimos allí nos aburrimos como ostras.

Desde aquel recital en la Fundación, a la que luego he vuelto un millón de veces pero de forma voluntaria, hasta mi afición de hoy por la música (no soy ningún experto ni muchísimo menos, pero me acompaña casi constantemente...) han pasado muchos años y muchas cosas. Y quizá una de las más importantes ha sido los cientos de horas que he pasado estudiando, trabajando, leyendo, comiendo, charlando, conduciendo, paseando...... mientras escuchaba Radio Clásica.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Verborrea

En estos tiempos es tan barato el espacio, tan infinitos los bytes almacenables a un coste irrisorio (siempre que nos las sigamos arreglando para olvidar a los niños que mueren para extraer el coltán), que hay quien ha perdido el sano hábito de ir al grano y te tortura con su verborrea o con todas las fotos que puede hacer y guardar en su smartphone, sin pararse a discernir cuáles son de interés para alguien que no sea quien habla, escribe o fotografía.

De la novela Música para feos [2015] de Lorenzo Silva [1966- ].

miércoles, 18 de noviembre de 2015

martes, 17 de noviembre de 2015

Besa y Lee

Lo he encontrado en el facebook de la Librería Libros para un mundo mejor, de Madrid.
¡¡¡Me encanta!!!

lunes, 16 de noviembre de 2015

Clima de miedo

El intelectual negro norteamericano del siglo XIX W.E.B. Dubois declaró una vez que el problema del siglo XX sería el de la raza. Empieza a resultar claro que si bien aquel siglo, el pasado, efectivamente heredó dicho problema social -y que sigue atormentado de forma casi continua por él-, en sus postrimerías el lugar de la raza lo ocupó la religión, que aún no se había abordado con la misma preocupación mundial. El problema del siglo XXI es claramente el de la religión, cuyas cínicas manipulaciones contribuyen en no poca medida al clima de miedo que comentamos. [...] Hoy día, la fuente principal de fanatismo es la religión, y su temperamento, que, irónicamente, se funda en la doctrina de la sumisión, desdeña cada vez más a la humanidad, caracterizándose por la arrogancia, la intolerancia y la violencia, casi como una recompensa vengativa inconsciente por su aprendizaje dentro del principio espiritual de la sumisión.
En juego está la tolerancia, así como el lugar de la disidencia en la interacción social. Haríamos bien, con todo, en tomar nota -para fines prácticos- de las diferencias entre el funcionamiento de la intolerancia secular y el del orden teocrático. Tales diferencias pueden ayudarnos a evaluar la amenaza muy real para la libertad humana que el mundo cerrado del fanatismo representa para la humanidad. La ideología secular extrae sus teorías de la historia y del mundo material. La mente, por tanto, ha aprendido a detenerse de vez en cuando para reflexionar sobre los procesos que vinculan el mundo material a doctrinas que se derivan de él o lo gobiernan, para examinar los cambios en dicho mundo, cotejar las teorías con realidades viejas y nuevas, ya sean económicas, culturales, industriales o incluso medioambientales. La totalidad dinámica del mundo real recibe un espacio racional. Incluso el anhelo de exhaustividad e infalibilidad -como en el caso del marxismo- puede dar por resultado la denuncia de falacias y contradicciones o, como mínimo, zonas ambiguas dentro de la teoría.
Así pues, dentro de un régimen secular, incluso bajo el orden totalitario más rígido, la ideología que lo sostiene -esto es, el equivalente de la teología- permanece abierta a la impugnación. La impugnación franca puede ser reprimida, el debate abierto puede ser restringido o prohibido por el Estado o el partido en el poder, pero el funcionamiento de la mente, su capacidad crítica -incluso de autocrítica- nunca cesa. La autocrítica fue, por supuesto, una expresión de la que se abusó mucho bajo los órdenes totalitarios: la Unión Soviética estalinista, China durante la Revolución Cultural o Camboya bajo los jemeres rojos de Pol Pot. En el seno de estos regímenes pagados de su propia rectitud, la autocrítica significaba una sola cosa: la retractación y la consabida recitación de promesas de lealtad -de acuerdo con fórmulas prescritas- a la línea del partido. A pesar de estos rituales pervertidos, sin embargo, la mente seguía siendo libre dentro de su propio espacio, libre de ir más allá de los confines del orden totalitario, de buscar y a menudo encontrar almas gemelas y formar una conspiración de no creyentes o, por lo menos, de escépticos. Este factor lleva tarde o temprano a una visión alternativa y tal vez a la erosión  paulatina del sistema hermético.
Con el régimen teocrático, sin embargo, cuya autoridad no se deriva de las teorías que surgen de las condiciones materiales de la sociedad, sino de los espacios secretos de la revelación, esta disposición de la mente hacia conceptos alternativos o variantes es prácticamente imposible. La curiosidad sucumbe ante el miedo, que a menudo se disfraza de sumisión piadosa. El orden teocrático recibe su mandato de lo desconocido. Sólo unos cuantos elegidos tienen el privilegio de haber penetrado en el funcionamiento de la mente de los desconocido, cuya constitución -las llamadas Escrituras- sólo ellos pueden interpretar. El fanático que nace de esta estructura dogmática de lo inefable, la religión, es el ser más peligroso de la tierra.

Interesantísimo y muy recomendable el libro Clima de miedo [2004] del escritor nigeriano Wole Soyinka [1934- ], premio Nobel de Literatura en 1986.

  • Tenía programada esta entrada con el texto de Wole Soyinka sobre el miedo, el fanatismo y la religión, desde hace algo más de una semana. Ahora, después de los atentados de París del viernes y los bombardeos de Raqqa de ayer, se hace aún más pertinente leer textos tan lúcidos como éste.

domingo, 15 de noviembre de 2015

¿De qué te sirve, entonces, viajar tanto?

—Los otros embajadores me advierten de carestías, de concusiones, de conjuras, o bien me señalan minas de turquesas recién descubiertas, precios ventajosos de las pieles de marta, propuestas de suministros de armas damasquinas. ¿Y tú? —preguntó a Polo el Gran Kan—. Vuelves de comarcas tan lejanas y todo lo que sabes decirme son los pensamientos que se le ocurren al que toma el fresco por la noche sentado en el umbral de su casa. ¿De qué te sirve, entonces, viajar tanto?
—Es de noche, estamos sentados en las escalinatas de tu palacio, sopla un poco de viento —respondió Marco Polo—. Cualquiera que sea la comarca que mis palabras evoquen en torno a ti, la verás desde un observatorio situado como el tuyo, aunque en el lugar del palacio real haya una aldea lacustre y la brisa traiga el olor de un estuario fangoso.
—Mi mirada es la del que está absorto y medita, lo admito. ¿Pero y la tuya? Atraviesas archipiélagos, tundras, cadenas de montañas. Daría lo mismo que no te movieses de aquí.
El veneciano sabía que cuando Kublai se las tomaba con él era para seguir mejor el hijo de sus razonamientos; y que sus respuestas y objeciones se situaban en un discurso que ya se desenvolvía por cuenta propia en la cabeza del Gran Kan. O sea que entre ellos era indiferente que se enunciaran en voz alta problemas o soluciones o que cada uno de los dos siquiera rumiándolos en silencio. En realidad estaban mudos, con los ojos entrecerrados, recostados sobre almohadones, meciéndose en hamacas, fumando largas pipas de ámbar.
Marco Polo imaginaba que respondía (o Kublai imaginaba su respuesta) que cuanto más se perdía en barrios desconocidos de ciudades lejanas, más entendía las otras ciudades que había atravesado para llegar hasta allí, y recorría las etapas de sus viajes, y aprendía a conocer el puerto del cual había zarpado, y los sitios familiares de su juventud, y los alrededores de su casa, y una placita de Venecia donde corría de pequeño.
Llegado a este punto Kublai Kan lo interrumpía o imaginaba que lo interrumpía, o Marco Polo imaginaba que lo interrumpía con una pregunta como:
—¿Avanzas con la cabeza siempre vuelta hacia atrás? —o bien: —¿Lo que ves está siempre a tus espaldas? —o mejor: —¿Tu viaje se desarrolla sólo en el pasado?
Todo para que Marco Polo pudiese explicar o imaginar que explicaba o haber imaginado que explicaba o conseguir por último explicarse a sí mismo que aquello que buscaba era siempre algo que estaba delante de él, y aunque se tratara del pasado era un pasado que cambiaba a medida que avanzaba en su viaje, porque el pasado del viajero cambia según el itinerario cumplido, no digamos el pasado próximo al que cada día que pasa añade un día, sino el pasado más remoto. Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees más te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos. 
Marco entra en una ciudad; ve a alguien vivir en una plaza una vida o un instante que podían ser suyo; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar él si se hubiese detenido en el tiempo tanto tiempo antes, o bien si tanto tiempo antes en una encrucijada en vez de tomar por una calle hubiese tomado por la opuesta y después de una larga vuelta hubiese ido a encontrarse en el lugar de aquel hombre en aquella plaza. En adelante, de aquel pasado suyo verdadero e hipotético, está excluido; no puede detenerse; debe continuar hasta otra ciudad donde lo espera otro pasado suyo, o algo que quizá había sido un posible futuro y ahora es el presente de algún otro. Los futuros no realizados son sólo ramas del pasado: ramas secas. 
—¿Viajas para revivir tu pasado? —era en ese momento la pregunta del Kan, que podía también formularse así: ¿Viajas para encontrar tu futuro?
Y la respuesta de Marco: —El allá es un espejo en negativo. El viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendrá.

De Las ciudades invisibles [1972] de Italo Calvino [1923-1985].

sábado, 14 de noviembre de 2015

París

No leer ningún libro es terrible.
Pero leer siempre el mismo es aún peor...

viernes, 13 de noviembre de 2015

Desafío a la vejez

Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el peso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán 
mis mañanas.

Gioconda Belli [1948- ]

jueves, 12 de noviembre de 2015

Sin rumbo fijo

El mundo actualmente está lleno de chicos así que andan de acá para allá sin rumbo fijo. No logra uno imaginarse cómo van a llegar a viejos. Da la impresión de que no van a envejecer nunca. De que están condenados a quedarse siempres así, sin casa, sin familia, sin un horario de trabajo. Sin nada. Con sus cuatro trapos, y se acabó. Nunca han sido jóvenes, así que cómo van a hacerse viejos.

De la novela Querido Miguel [1973] de la escritora italiana Natalia Ginzburg [1916-1991].

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Esnórquel

Me gusta ir a la playa. Sentir el calor del sol en la piel, leer en la arena con el runrún del agua de fondo, bañarme, saltar entre las olas, pasear sin prisa por la orilla... Pero el mar no es un medio que me dé seguridad, me resulta un tanto hostil, incómodo.
Aún así, el verano pasado, durante unos días que pasamos en un camping, me insistió en que tenía que probar lo del esnórquel. Sé que te va a gustar, me dijo. Casi siempre me puede la curiosidad, me gusta probar cosas nuevas y me dio confianza cuando me lo propuso, así que accedí, y al día siguiente, cuando salimos hacia la playa, compramos un par de gafas y tubos en la tienda del camping para probar.
Dejamos nuestras cosas en la arena, nos desnudamos y entramos en el agua. Estaba fresca a pesar del calor del mediodía que apretaba desde temprano. Avanzamos caminando, con las gafas aún en la mano, hasta llegar a una zona de rocas en la que ya casi no hacíamos pie y allí me animó a que empezáramos a bucear. Al principio me resultó difícil: el agua se me metía en las gafas, el tubo se doblaba impidiendo que me llegara el aire... Procuré no alejarme mucho de las rocas para poder agarrarme a ellas como una lapa en cuanto notaba algo raro. Entre risas y consejos sobre cómo respirar con el tubo y cómo moverme en el agua y cómo apretarme las gafas para que no se colara el agua, con sus ojos alegres de sol y mar, me advertía de los erizos que había en las grietas, de las zonas en las que las piedras parecían estar más afiladas, pero yo me arriesgaba a algún pinchazo o algún cortecillo con tal de tener un apoyo seguro que me permitiera sacar la cabeza del agua y respirar libremente.
Poco a poco me fui relajando, conseguí separarme unos metros de las rocas y planear sobre el fondo. Oía bajo el agua el ruido de mi respiración, exagerado, bronco, como si fuera un sonido ajeno a mi, un ruido que no produjera yo, pero por fin empezaba a respirar con calma, despacio, sin acelerarme...
En la zona en la que estábamos las playas son bonitas, pero ni mucho menos exóticas: lo que vas encontrando al bucear no tiene nada que ver con los documentales de la 2 ó con las fotos del National Geographic. Lo que ves no es nada extraordinario, pero pronto descubrí que la sensación de ingravidez es maravillosa.
Y por fin empecé a disfrutar. Veía el fondo a unos pocos metros por debajo de mi, los colores de las rocas iluminadas por la luz que atravesaba el agua limpísima, algunos peces atrevidos, o temerarios, que pasaban cerca sin miedo a quienes invadíamos su espacio. Sentía la luz y el calor sobre mi espalda. Y muy cerca veía su cuerpo que adoro bailando en el agua, danzando a mi alrededor, acompañándome, pendiente de que yo estuviera bien y disfrutara de ese momento mágico...

Madrid, septiembre de 2012.

Licencia Creative Commons
Esnórquel por Román J. Navarro Carrasco se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://elcapituloseisdeminovela.blogspot.com.es/.

martes, 10 de noviembre de 2015

domingo, 8 de noviembre de 2015

sábado, 7 de noviembre de 2015

Sólo hay que tener ganas de buscar...

—¿Y por qué os falta inteligencia?... ¡Porque no arrancáis de un verdadero punto!... ¡No leéis libros, y para lo tocante a lo escrito, no tenéis ningún sentido!... ¡Si al menos cogierais un librejo, os sentarais y leyerais!... ¡Seguro que sois alfabetos y que comprendéis lo que está impreso!... ¡Tú, por ejemplo, Mischka, si cogieras un libro y leyeras..., sería un gran provecho para ti y de mucho gusto para los demás!... ¡En los libros, sobre todo, hay una extensión muy grande!... Allí verás que te hablan de la Naturaleza, de lo divino, de los países terrestres!... ¡De que si esto se hace, de lo otro..., de las diversas gentes que hay..., de los idiomas que hay!... También del paganismo. ¡Sobre todas las cosas encontrarás tema en los libros..., solo que hay que tener ganas de buscarlas!... Pero vosotros..., ahí os estáis sentados junto a la estufa, sin hacer más que zampar y beber!... ¡Exactamente como bestias!... ¡Puf!... 

Del cuento Un dvornik inteligente, publicado en 1883, de Antón Chéjov [1860-1904].

viernes, 6 de noviembre de 2015

Rarezas

—[...] No se lo pediría a cualquiera, pero sé que usted no se asusta.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó ella.
—Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles.
[...]
—¿Por qué cree que abrir una librería es inverosímil? —le gritó al viento—. ¿La gente de Hardborough no quiere comprar libros?
—Han perdido el deseo por las cosas raras —dijo Raven mientras seguía limando—. Se venden más arenques ahumados, por ejemplo, que truchas que están medio ahumadas y tienen un sabor más delicado. Y no me diga usted que los libros no constituyen una rareza en sí mismos.

De la novela La librería [1978] de la escritora inglesa Penelope Fitzgerald [1916-2000].

jueves, 5 de noviembre de 2015

Ragnarök

En los sueños (escribe Coleridge) las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos. Si esto es así ¿cómo podría una mera crónica de sus formas transmitir el estupor, la exaltación, las alarmas, la amenaza y el júbilo que tejieron el sueño de esa noche? Ensayaré esa crónica, sin embargo; acaso el hecho de que una sola escena integró aquel sueño borre o mitigue la dificultad esencial.
El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora, el atardecer. Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un poco distinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamos autoridades; yo hablaba con Pedro Henríquez Ureña, que en la vigilia había muerto hace muchos años. Bruscamente nos aturdió un clamor de manifestación o de murga. Alaridos humanos y animales llegaban desde el Bajo. Una voz gritó: ¡Ahí vienen!, y después ¡Los Dioses! ¡Los Dioses! Cuatro o cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos, llorando; eran los Dioses que volvían al cabo de un destierro de siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada hacia atrás y el pecho hacia adelante, recibieron con soberbia nuestro homenaje. Uno sostenía una rama, que se conformaba, sin duda, a la sencilla botánica de los sueños; otro, en amplio ademán, extendía una mano que era una garra; una de las caras de Jano miraba con recelo el encorvado pico de Thoth. Tal vez excitado por nuestros aplausos, uno, ya no sé cuál, prorrumpió en un cloqueo victoriosos, increiblemente agrio, con algo de gárgara y de silbido. Las cosas, desde aquel momento, cambiaron.
Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar. Siglos de vida fugitiva y feral habían atrofiado en ellos lo humano; la luna del Islam y la cruz de Roma habían sido implacables con esos prófugos. Frentes muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chino y belfos bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica. Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino al lujo malevo de los garitos y los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga. Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganas por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos.
Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses.

De El hacedor [1960] de Jorge Luis Borges [1899-1986].

miércoles, 4 de noviembre de 2015

gente que lee (62)

Recordando el verano...
Islas Medes. Foto de Ángeles Burgos. ¡Gracias!

martes, 3 de noviembre de 2015

Imagínense lo felices que seríamos...

Acabo de leer Todos deberíamos ser feministas de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie [1977- ]. Es, con alguna revisión, la transcripción prácticamente literal de una charla TED que dio en 2012 y que colgué aquí hace unos días. Un librito imprescindible que dice cosas tan obvias, o que a mi me lo parecen, como estas:

El género importa en el mundo entero. Y hoy me gustaría pedir que empecemos a soñar con un plan para un mundo distinto. Un mundo más justo. Un mundo de hombres y mujeres más felices y más honestos consigo mismos. Y esta es la forma de empezar: tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos.
La forma en que criamos a nuestros hijos les hace un flaco favor. Reprimimos la humanidad de los niños. Definimos la masculinidad de una forma muy estrecha. La masculinidad es una jaula muy pequeña y dura en la que metemos a los niños. 
Enseñamos a los niños a tener miedo al miedo, a la debilidad y a la vulnerabilidad. Les enseñamos a ocultar quiénes son realmente, porque tienen que ser, como se dice en Nigeria, hombres duros.
[...]
Pero lo peor que les hacemos a los niños, con diferencia -a base de hacerles sentir que tienen que ser muy duros-, es dejarlos con unos egos muy frágiles. Cuanto más duro se siente obligado a ser un hombre, más debilitado queda su ego.
Y luego les hacemos un favor todavía más flaco a las niñas, porque las criamos para que estén al servicio de esos frágiles egos masculinos.
A las niñas les enseñamos a encogerse, a hacerse más pequeñas.
A las niñas les decimos: Puedes tener ambición, pero no demasiada. Debes intentar tener éxito, pero no demasiado, porque entonces estarás amenazando a los hombres. Si tú eres el sostén económico en tu relación con un hombre, finge que no lo eres, sobre todo en público, porque si no lo estarás castrando.
[...]
El problema del género es que prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos realmente. Imagínense lo felices que seríamos, lo libres que seríamos siendo quienes somos en realidad, sin sufrir la carga de las expectativas de género.

Así de claro.
Así de simple.
Así de difícil.
Así de necesario...

Y sigue:

No es fácil tener conversaciones sobre género. Ponen incómoda a la gente y a veces la irritan. Tanto hombres como mujeres se resisten a hablar de género, o bien tienen tendencia a restar importancia rápidamente a los problemas de género. Porque siempre incomoda pensar en cambiar el estado de las cosas.
Hay gente que pregunta: "¿Por qué usar la palabra 'feminista'? ¿Por qué no decir simplemente que crees en los derechos humanos o algo parecido?". Pues porque no sería honesto. Está claro que el feminismo forma parte de los derechos humanos en general, pero elegir usar la expresión genérica "derechos humanos" supone negar el problema específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. Es una forma de negar que el problema del género pone a las mujeres en el punto de mira. Que tradicionalmente el problema no era el ser humano, sino concretamente ser una humana de sexo femenino. Durante siglos, el mundo dividía a los seres humanos en dos grupos y a continuación procedía a excluir y oprimir a uno de esos grupos. Es justo que la solución al problema reconozca eso.
Hay hombres que se sienten amenazados por la idea del feminismo. Creo que viene de la inseguridad que les genera la forma en que se les cría, del hecho de que su autoestima se ve mermada si ellos no tienen "naturalmente" el control en calidad de hombres.
[...]
La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura.
[...]
La definición que doy yo es que feminista es todo aquel hombre o mujer que dice: "Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas". 
Y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres.

***
Por cierto, hoy se cumplen 222 años de la muerte en la guillotina a los 45 años de edad, de Marie Gouze, conocida como Olympe de Gouges [1748-1793], autora en 1791 de la Declaración de los derechos de la Mujer y de la Ciudadana.
Retrato realizado por Alexander Kucharsky [1741-1819]

Seguimos...

domingo, 1 de noviembre de 2015

Étienne

Hoy se cumplen 485 años del nacimiento de Étienne de La Boétie, autor del Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria y amigo íntimo de Michel de Montaigne.