Yo conozco al hombrecito de la lluvia. Es un hombrecito ligero, muy ligero, que vive en las nubes, que salta de una nube a otra sin hundir el pavimento blanco y vaporoso.
Las nubes tienen muchos grifos. Cuando el hombrecito abre los grifos, las nubes dejan caer el agua sobre la tierra. Cuando el hombrecito cierra los grifos, la lluvia cesa. El hombrecito de la lluvia tiene mucho trabajo, siempre abriendo y cerrando los grifos. Y a veces se cansa. Cuando está cansado, muy cansado, se tumba sobre una nubecita y se duerme. Duerme, duerme, duerme, y mientras tanto, como ha dejado abiertos todos los grifos, sigue lloviendo sobre la tierra. Afortunadamente, un trueno más fuerte que los demás lo despierta. El hombrecito se pone en pie de un salto y exclama: "¡Pobre de mí, quién sabe cuánto tiempo habré dormido!".
Mira hacia abajo y ve los pueblos, las montañas y los campos grises y tristes bajo el agua que continúa cayendo. Entonces empieza a saltar de una nube a otra, cerrando apresuradamente todos los grifos. Y la lluvia cesa. Las nubes se dejan empujar hacia lo lejos por el viento y moviéndose acunan dulcemente al hombrecito de la lluvia, que vuelve a dormirse.
Cuando se despierta exclama: "¡Pobre de mí, quién sabe cuánto habré dormido!". Mira hacia abajo y ve la tierra seca y humeante, sin una gota de agua. Entonces corré por el cielo abriendo todos los grifos.
Y así siempre.
Cuento del escritor y pedagogo italiano Gianni Rodari [1920-1980], especializado en literatura infantil y juvenil.
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