martes, 20 de diciembre de 2016

Mío Cid

Gulusmeando por la wikipedia me encuentro con la noticia de que tal día como hoy, el 20 de diciembre de 1960, la Fundación Juan March compró el manuscrito del Cantar del Mío Cid, que hasta entonces había estado en manos privadas, y diez días después, el 30 de diciembre, lo donó a la Biblioteca Nacional, donde permanece hasta hoy.
Me ha hecho recordar a algunos de los profes que tuve en el cole y que tuvieron que ver con mi afición a la lectura de hoy. Sin duda los profesores más importantes que tuve durante mis años de colegio fueron dos de los de bachillerato: el que me dio historia, Ángel Santaolalla, y el que me dio literatura, Vicente Alarcia. Me hicieron descubrir, me divirtieron aprendiendo, me provocaron una curiosidad por muchas cosas que mantengo más de treinta y tantos años después... les debo mucho... Y especialmente al segundo, le debo haber disfrutado muchísimo leyendo cientos de libros en los últimos años. Un día escribiré aquí algo más sobre ellos.

Pero también hubo otros más oscuros... Uno de ellos fue el que teníamos en séptimo en Lengua y literatura. No recuerdo su nombre, para todo el mundo era el Pinocho. Recuerdo que una de las lecturas de ese año fue el Mío Cid. Lo leíamos en clase, en voz alta, una página o un capítulo cada uno, en un castellano antiguo que a nuestros oídos nos parecía ininteligible. A palo seco. Consiguió que lo aborreciéramos durante años. Mucho después, quizá en COU o en la facultad, de motu proprio, lo leí y lo disfruté como un enano. Supongo que no era fácil, pero seguro que había formas de habernos acercado a algo así sin que nos diera alergia.

Para mí sigue siendo todo un misterio (confirmado por amigxs padres o madres, bibliotecarixs, profes...) ésto de cómo hacer que los niños y las niñas y lxs adolescentes se aficionen a la lectura y no pierdan esa afición después...

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