domingo, 5 de junio de 2016

Hay que ser gilipollas

Hala, se acabó. A tomar por saco. Ya te has muerto. Toda la puta vida pringando, siendo formal, haciendo lo que se esperaba de ti, currando como si hubieras sido la única persona en el mundo que tenía que currar, y ahora vas y te mueres. Es que hay que ser gilipollas. Hay personas que, en cuanto las conoces un poco, acabas pensando que da igual que vivan mucho o poco, que pasan por aquí sin darse ni cuenta. Lo siento, qué quieres que haga, muchas veces lo he pensado de ti. Hay demasiada gente que lleva una vida anodina, mediocre, sin pena ni gloria. Sólo haciendo cada día lo que tienen que hacer. Dan la impresión, como la dabas tú tantas veces, de pasar por aquí como si ésto no fuera un juego en el que al final siempre pierdes. La vida siempre acaba mal. Tendrías que habértela tomado con un poco más de humor, con un poco más de relajo, porque es una partida en la que hagas lo que hagas siempre acabas en la peor casilla. Da igual que de vez en cuando te salga una buena tirada a los dados, al final la cagas y al hoyo. Y a veces demasiado pronto. Sí, ya sé que si alguien me oyera estas cosas me preguntaría quién y con qué criterio va a decidir quién lleva una vida interesante y quién no. Pero joder, lo que es una cagada es que te pases la vida estudiando, trabajando, siendo responsable y haciendo todo lo que el resto quiere que hagas, y de repente palmes sin cumplir los cuarenta. ¡Menuda mierda! Y ahora en el tanatorio me voy a encontrar con toda la familia. Ya deben estar allí tu padre, tu madre y no sé cuánta gente más. Supongo que voy a encontrarme allí a todo el mundo. ¡Joder! Y encima a quienes hemos venido al tanatorio nos va a tocar poner cara de vaya lástima, qué pena morir tan joven, si casi ni le ha dado tiempo a vivir. Pues claro que no te ha dado tiempo a vivir, tendrías que haber espabilado antes si querías disfrutar un poco de los cuatro putos días que tenemos. Pero bueno, ésto es lo que hay. Intentaré tomar buena nota para que no se me pase la vida sin darme ni cuenta, porque un día te despistas, sales a la calle como si fuera un día más y de repente te cae un tiesto o en un hospital te dan un diagnóstico más feo de lo que esperas o te cruzas con alguien borracho conduciendo un coche o te atragantas con el hueso de un dátil y a la mierda, ya te han jodido. A ver, ¿cuál es tu sala? Catorce. Voy a asomarme a saludar y me largo, que acabo de llegar y ya estoy deseando irme de este sitio.

La Cabrera, febrero de 2016.

Licencia Creative Commons
Hay que ser gilipollas por Román J. Navarro Carrasco se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Este minirrelato es el resultado de otro de los ejercicios propuestos en el taller de escritura creativa que hice de enero a marzo de este año en la Escuela de Escritores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario