[...] Con mucha frecuencia nos tropezamos en la literatura del siglo XVIII con personajes femeninos inocentes, víctimas de los manejos de desalmados seductores o que saben defenderse de ellos a su manera. Por regla general, hasta principios del siglo XVIII, las mujeres eran consideradas el sexo más concupiscente: es Eva quien seduce a Adán. Ahora esa relación se invierte: el desconocimiento en materia sexual y la pasividad son cada vez más apreciados en las mujeres, incluso por ellas mismas. El hombre, en cambio, con su supuestamente más marcado instinto sexual, adopta el papel del seductor, un papel en el que se gusta. Parte de esta manera de pensar ha perdurado hasta hoy en día.
La lectura, decían, desempeñaba un papel decisivo en la amenaza a la inocencia femenina; no sólo el amante, sino también las novelas que hablaban de amor instilaban el dulce veneno del deseo en el corazón de las muchachas. [...]
De Mujeres y libros [2013] de Stefan Bollmann [1958- ].
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