[...] sus palabras fueron como una melodía, y notó que se le agitaba la respiración, que engullía el aire. No lloraría, era absurdo llorar después de tanto tiempo; pero se le empañaron los ojos y sintió un enorme peso en el pecho y un picor en la garganta. El escozor de las lágrimas. No emitió sonido alguno. Él le cogió la mano con la suya, enlazadas ambas sobre la mesa, y entre ellos creció el silencio, un silencio antiguo que los dos conocían. Ella estaba dentro de ese silencio y estaba a salvo.
De Americanah [2013] de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie [1977- ].
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