lunes, 27 de abril de 2015

Carne podrida

Por entonces, a Millás se le habían podrido dos novelas, una detrás de otra, apenas comenzadas. Dos abortos que le habían dejado sin ganas de iniciar la gestación de una tercera, pese a que, al revisar sus cuadernos de apuntes, tropezó con alguna anotación sugestiva. No es problema de las ideas, se dijo al fin, es problema del aparato reproductor, que está viejo, ya no soporto más ficción. Aun felicitándose por el coraje del diagnóstico, que le ponía a salvo de acometer sin ganas un tercer proyecto narrativo condenado al fracaso, cayó en una apatía creadora que contaminó enseguida los demás aspectos de su existencia. No hallaba placer en nada, ni siquiera en la lectura. Los libros se le caían de las manos como las hojas de los árboles. Los libros seguramente estaban vivos; sus manos, tal vez, no. Dejó de madrugar, de dar sus paseos matinales, de controlar lo que comía, y al poco había engordado siete u ocho quilos. Ocho quilos, dice él, de carne podrida, como las novelas a cuya escritura había renunciado.

Inicio del capítulo 10 de la novela La mujer loca [2014] de Juan José Millás [1946- ].

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