Este año me apetece empezarlo con relecturas de algunos de mis libros favoritos. Y éste, sin duda, es uno de ellos. Seguramente uno de los que más veces he leído y de los que mejor sensación me dejan cada vez que lo termino. Me gusta la trama "policíaca", me gusta el ambiente medieval, me gusta todo lo relacionado con la biblioteca, con los libros, con el laberinto, con el trabajo de los monjes...
Y me gusta, claro, la estructura del libro: esa cosa tan manida, pero muchas veces tan efectiva, de hablar de un manuscrito encontrado, que a su vez es traducción de una versión de otra traducción, etc., etc.
Pensándolo bien, no eran muchas las razones que podían persuadirme de entregar a la imprenta mi versión italiana de una oscura versión neogótica francesa de una edición latina del siglo XVII de una obra escrita en latín por un monje alemán de finales del XIV. [...]
En conclusión, estoy lleno de dudas. No sé, en realidad por qué me he dedicado a tomar el toro por las astas y presentar el manuscrito de Adso de Melk como si fuese auténtico. Quizá se trate de un gesto de enamoramiento. O, si se prefiere, de una manera de liberarme de viejas, y múltiples, obsesiones.
Hace unos días, el lunes 5 enero, víspera del día de Reyes, bajé a Madrid para ver allí a gente, quedar con el sobrinerío y dar una vuelta por la Ciudad.
Mientras hacía tiempo tomando un café antes de la quedada que tenía por la tarde, abrí la novela sobre la barra y empecé a leer. Al terminar la introducción en la que Eco explica su encuentro del manuscrito y cómo, según él, llegó a la novela, descubrí que está fechada un mismo cinco de enero, pero de hace treinta y cuatro años...
Azares...
P.S.: Cuando ya tenía terminada esta nota para el blog, y mirando con más calma la entrada sobre Umberto Eco en la wikipedia, encuentro que el 5 de enero es también el día en el que el escritor acaba de cumplir 83 años...
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